mercredi 21 mars 2007


"Mi meta es sacar los ateos del clóset"










Por Pedro López Pagán

Bernat Tort nunca olvidará aquellas palabras que salieron de la boca de su hijo de cuatro años, Baruc, durante una visita familiar, el año pasado, al Metropolitan Museum of Art, de la ciudad de Nueva York. Ocurrió en la sala de arte medieval. Un Cristo crucificado pendía del techo. El pequeño Baruc, cuyo nombre significa “bendecido” en hebreo y árabe, lo miró y dijo: “¿Por qué ese humano está guindando de una cruz?”.

“Fue hermoso”, recuerda Bernat, un puertorriqueño de 31 años. “Eso es una mirada desligada de toda tradición religiosa”.

La emoción de este artista y filósofo tiene explicación. Su esposa, Rígel Lugo, una profesora de sociología, y él son ateos. Es por ello que han procurado darle a Baruc, y le darán a Amat, nacido hace apenas 11 días, la educación que ellos entienden apropiada para un niño, una educación que, en el caso de los Tort Lugo, incluye la no creencia en Dios.

El que Bernat Tort sea un padre ateo es sólo una de las razones por las cuales LaREVISTA quiso conversar con él. La más importante es que este profesor de la Universidad de Puerto Rico, candidato a doctorado en la Universidad Complutense de Madrid y especialista en la filosofía de la ciencia, se ha unido a las filas de pensadores que, a nivel mundial, le han declarado la guerra a la religión.

Tengo entendido que te has sumado a la llamada cruzada científica en contra de la religión.

Yo digo ser un ateo evangélico. Siento que es mi deber ciudadano predicar el ateísmo. ¿Por qué? Porque nos va la vida en ello. Porque si las opiniones religiosas se empiezan a tomar a la par que las científicas, estaría en juego la sociedad tecno-científica tal y como la conocemos, deteriorando o erosionando el concepto de evidencia como un concepto importante para sostener o justificar una creencia, una acción o una postura. Esto tiene consecuencias negativas a nivel político, como se ha visto en los últimos años con relación a la evidencia sobre la existencia de armas de destrucción masiva en Irak.

Pero ¿por qué con tanta vehemencia? ¿Dónde queda, por ejemplo, la tolerancia?

Mucha gente habla de la tolerancia irreflexivamente, y de hecho, una actitud bien común en Puerto Rico es decir: ‘tú tienes tu opinión, yo tengo la mía, tranquilo que yo no juzgo’. Eso no es ser tolerante, eso es no querer pensar u opinar. Tener una opinión es pensar que esa opinión es verdadera. La misma noción de verdad te invita a convencer al otro, a llegar a un acuerdo intersubjetivo. Se trata de hacia dónde nos queremos dirigir como sociedad. En última instancia, si yo no trato de convencer a la gente y los religiosos sí, porque tienen una vocación evangelizadora, van a seguir convirtiendo gente a la idiotez, van a seguir reproduciendo ideas que lo que producen es intolerancia, violencia, guerras. La reproducción de ideas machistas homofóbicas, xenofóbicas usando como justificación sus razones religiosas. Yo quiero que el concepto de “razón religiosa” sea un sinsentido. Las razones son seculares; de lo contrario, son dogmas.

Entonces, ¿dónde radica exactamente el problema?

La raíz del problema está en predicar la fe como un valor y como una forma posible de fundamentar el conocimiento. La fe te puede dar seguridad sicológica, te puede dar muchas cosas, pero no te puede dar conocimiento.

Pero, en el caso de las religiones, estamos hablando de ideas y nociones que existen desde hace siglos.

¿Y porque una idea sea vieja es buena? ¿Por cuántos años se creyó que el Sol daba vueltas alrededor de la Tierra? ¿Por cuántos años se creyó que los epilépticos estaban poseídos por un demonio? ¿Por cuántos años se pensó que las mujeres eran inferiores a los hombres? ¿Por cuánto tiempo se justificó la esclavitud? La historia nos enseña, casi sin excepción, que mientras más vieja es una idea y más gente la crea incuestionablemente, más sospecha debemos tener de ella.

Entonces, crees que es hora de dejar de creer en Dios.

Yo creo que es hora de dejar de creer en cosas para las que no tenemos fundamento o evidencia. Para mí, la idea de que Dios existe es tan tonta y arbitraria como la de que Júpiter tiene una influencia en mi vida por haber estado en la bóveda celeste cuando yo nací.

¿Y en dónde quedan los teólogos?

Ser un teólogo es un sinsentido porque Dios no es una materia conocible como para ser experto en ella. Puedes ser experto en estudios bíblicos o en literatura comparada, pero no en Dios. Mas, sin embargo, a los teólogos les tenemos tremendo respeto. Los invitamos a los comités de bioética para definir lo que es la vida o la muerte, para hablar de la corrección o incorrección del suicidio o la eutanasia. Que inviten a un filósofo, a una neurobióloga o a un bioético está bien. Pero que inviten a alguien porque es experto en Dios, es como invitar a alguien porque es experto en ovnis o en hadas madrinas.

Tienes un hijo de cuatro años. Si no lo sabe ya, pronto se enterará de que hay mucha gente que cree en Dios. Como padres ateos, ¿cómo tu esposa y tú bregan con eso?

Igual que bregamos con los unicornios y los dragones. Son seres fantásticos, parte de la mitología, parte de nuestro acervo cultural, ideas que han cumplido ciertas funciones, pero que no son verdaderos.

¿En esos términos le hablas a un niño de 4 años?

Bueno, al niño de cuatro años que es Baruc. Un niño al que llevamos cuatro años dándole la educación que entendemos apropiada para un niño; explicando y construyendo sobre los conceptos que él maneja en cada momento. Por ejemplo, no hablamos de física cuántica con nuestro hijo, pero sabe reconocer un átomo.

¿Te preocupa que tu hijo sea un cristiano devoto cuando sea adulto?

Como padre, yo aspiro a que mi hijo sea lo mejor que un ser humano puede o debe ser. Así como aspiro a que no sea un mentiroso, un pillo o un drogadicto, aspiro a que no sea un religioso o un soldado.

Si en tu hogar no se habla de ir al cielo o al infierno, ¿cómo le enseñas valores morales a tu hijo?

La ética no tiene nada que ver con la religión. Quien actúa bien porque le prometieron el cielo es hipócrita, está actuando de forma egoísta. ¿Cómo yo justifico no matar? Por empatía, porque te considero igual a mí y no quiero hacerte lo que no me gustaría que me hicieran. Esa es una máxima que incluso aparece en el cristianismo y no está fundamentada en la divinidad ni en la teología.

Enseñas filosofía a nivel universitario. ¿Cómo se aborda el tema de Dios en tus clases?

El Dios de los filósofos es diferente al de los religiosos. Es un dios de necesidad lógica. Es una de esas ideas que se han abandonado con el tiempo. La filosofía contemporánea casi no habla de Dios. Sólo la teología. De todos modos, el Dios de los filósofos sería irreconocible para los creyentes. No es un Dios que hace milagros ni contesta plegarias, es un Dios que coincide con el ‘telos’ de la razón, un Dios abstracto que no tiene personalidad ni interés por los humanos. No es una persona, es un concepto. En filosofía, la idea de Dios siempre es secundaria. Primero está la experiencia, la subjetividad. Luego llega Dios para poner parchos aquí y allá.

Supongo que aún así el tema levanta polémica.

Las reglas de mi salón de clases son las siguientes: cualquier tema puede ser discutido, siempre y cuando se usen argumentos y sea una discusión racional.

Lo cual podría llevar a que los estudiantes se cuestionen y en última instancia renuncien a creer en Dios.

Sí, esa podría ser una de las conclusiones a las que lleguen. Promuevo en mis clases que mis estudiantes se cuestionen todo, incluso lo que yo les digo, y que abandonen cualquier idea que no sea consistente con el resto de las ideas que consideran verdaderas. Dios probablemente sea una de esas ideas que deban abandonar, o al menos el Dios que predican las religiones del libro: el judaísmo, el cristianismo y el islam.

O sea que lo promueves.

Lo único que yo les pido a mis estudiantes, como compromiso, es que cuando salgan de mi salón de clases, no necesariamente cambien las ideas que tienen, sino que sepan por qué las tienen y las entiendan como suyas, no que las tengan porque las heredaron, porque se las enseñaron o porque así se ha pensado por dos mil años.

¿Ves la creencia en Dios creciendo o disminuyendo?

A mí me preocupa la cantidad espeluznante de estudiantes con proyectos abiertamente religiosos y antiintelectuales que veo en la universidad. Por eso es que digo que el ateísmo mío es una tarea evangélica, es de educación. Yo estoy a punto de coger ‘El origen de las especies’ (de Darwin), ponérmelo debajo del brazo e irme los sábados por ahí, preguntando ‘¿conoce usted a Darwin?’, como hacen los cristianos con la Biblia.

Así que quieres convertir a los cristianos en ateos.

Nada me place más que vengan cristianos o mormones a mi puerta y me den la oportunidad de mostrarles cuán poco saben de sus propias creencias y cuán equivocados están sobre su conocimiento del mundo y de cómo funciona. Es decir, cuán poco saben de la ciencia que critican. No creo haber convertido a ninguno. Diría que mi meta, más que convertir a los cristianos, es sacar del clóset a los ateos que no saben que lo son. A los que no saben que lo son porque nadie les ha dicho que no tienen que creer en Dios, que existen alternativas.

¿Cómo fue tu proceso de reconocerte como ateo? ¿Alguna vez creíste en Dios?

Creí en Dios, en ángeles, en hadas, en extraterrestres... Yo me crié en una casa laica-‘new age’. Es decir, no íbamos a la iglesia, pero se creía en cuarzos y chacras y esas cosas. A los 14 años yo empecé una búsqueda espiritual que me llevó a grupos ‘new age’ y llegó un momento en el que iba a un grupo distinto todas las noches. Fui a perseguir ovnis, me metí en pirámides en Guaynabo para que me iniciara gente con velas, espadas y batas, aprendí de las características de sanación de las piedras y otras tonterías más apocalípticas. Seguí buscando y nada de lo que encontré tenía fundamento; era una mezcolanza sincretista radicalmente arbitraria y sin sentido. A los 17 años vi que no tenía otra. Para esa época fue que leí ‘El Manual del perfecto ateo’, de Rius.

¿Así acabó tu búsqueda espiritual?

Para mí espiritualidad y religión no son lo mismo. Para mí el mundo espiritual del ser humano es la totalidad de su experiencia. Es esa parte de nosotros que se conmueve ante un poema, que es solidaria, que vive constantemente ante el asombro del misterio de la vida y de la existencia. Hay experiencias genuinamente espirituales. Hay gente que tiene experiencias de conversión, de revelación inmediata. Pero una cosa es tener una experiencia subjetiva, que muy bien podría ser una alucinación, y otra es ponerle nombre, interpretarla de tal o cual manera, decir que ratifica tal religión y por ello aceptar todo lo que esa religión dice.

¿Cuál entonces es la estrategia de los ateos?

La clave está en la educación. El problema es que no hemos sabido prender la chispa de la curiosidad, la sed de conocimiento en los estudiantes de todos los niveles y en la ciudadanía en general. Lo único que tenemos que hacer es convertir el conocer en una pasión. Pero en Puerto Rico, y en otras partes del mundo, se han cortado los vínculos con el conocimiento y con la pasión de saber. Hay que volver a tener la inteligencia y el conocimiento y no la fe como valor. Hay que hacer de estos una aspiración para los estudiantes y un requisito para nuestros políticos y maestros. Para cumplir con esta meta hay que luchar contra la religión, que es la mayor promotora de la mediocridad y el conformismo que se nos ha ocurrido hasta ahora.

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