dimanche 5 octobre 2008


El sitio web de Richard Dawkins bloqueado por corte turca


Prof. Richard Dawkins

Si estás en Turquía y tratas de visitar el sitio de Richard Dawkin www.richarddawkins.net, no encontrarás nada más que el siguente mensaje: 'el acceso a este sitio ha sido prohibido por orden de la corte'. La Segunda Corte Criminal de Paz ordenó a Turkish Telecom bloquear el acceso al popular sitio en respuesta a la queja de Adnan Oktar, alias Harun Yahya, quien dice que el sitioo contiene comentarios insultantes sobre su trabajo.

Harun Yahya es un defensor mesiánico de la versión islámica del creacionismo, que trata de "evidenciar" que la teoría de evolución del Darwin es el mayor fraude en la historia de la ciencia. Este eufórico fanatismo anti-ciencia tiene a su disposición enormes fondos de fuentes desconocidas. Él trata de difundir en varios idiomas sus numerosos libros, artículos y películas en contra de la evolución, a través de internet. En 2006, produjo una lustrosa y pesada obra de 800 páginas bajo el nombre de "Atlas de la Creación" y mandó 10,000 copias a los científicos, periodistas, los medios y escuelas de todo Europa. Uno de los recipientes fue el profesor Richard Dawkins. El prominente especialista de la evolución describió este libro en sus sitio como "ridículo" e hizo notar que era "una pérdida reconciliar el lustre y costoso valor de la producción del libro con las 'impresionantes sandeces' de su contenido". Oktar demandó al profesor de Oxford por la cantidad de 8000 YTL (cerca de 4000 euros), por daños de angustia mental.

Con anterioridad, Adnan Oktar trató y fracasó en prohibir la versión turca del famoso libro de Richard Dawkin "The God Delusion" (la vana ilusión de Dios). La editorial turca fue demandada y absuelta. La demanda de Oktar sobre que el libro era blasfemo, fue rechazada por la corte. El libro fue un best-seller en Turquía. El libro de Dawkin "The Ancestor's Tale" (el relato de los ancestros) había salido antes a la venta, pero "The God Delusion" se agotó el mismo día que salió a la venta.

Richard Dawkins, "The Ancestor's Tale", en turco.

Después de la aplicación de una nueva ley de internet en mayo de 2008, la censura de internet está rampante en Turquía. Más de 850 sitios han sido bloqueados desde entonces. Los sitios pueden ser bloqueados por las siguientes razones. Si su contendido pudiera ser dañino para los niños, si se alienta el uso de drogas, sitios de apuestas, prostitución, pornografía o suicidio, si alientan a la causa kurda que insulta a Kamal Atatürk, el fundador de Turquía. Por ejemplo, el sitio que comparte videos "Youtube" ha sido prohibido en Turquía desde hace cuatro meses, pues supuestamente contiene videos que insultan la memoria de Atatürk. Para Adnan Oktar y sus asociados, la nueva ley de censura es una oportunidad "venida del cielo". Antes del sitio de Richard Dawkins, lograron bloquear a WordPress.com y Google Groups bajo el argumento de que algunos grupos y blogs en estos sitios contenían materíal calumniante.

Oktar actualmente está apleando en contra de una sentencia de tres años impuesta por crear una organización ilegal para ganancia personal.

Link: Richard Dawkins: Venomous Snakes, Slippery Eels, and Harun Yahya

http://richarddawkins.net/article,2833,UPDATED-Venomous-Snakes-Slippery-Eels-and-Harun-Yahya,Richard-Dawkins

"La lapidación de Soraya M."

Director de cine Cyrus Nowrasteh / Fotos de la película

Este septiembre en Toronto durante el festival internacional de cine, fue el debut de una película de Cyrus Nowrasteh: "La lapidación de Soraya M." (the stoning of Soraya M.). Basada en una historia real, presenta a la audiencia los espeluznantes detalles de un ritual barbárico que aun se ejecuta en el Irán actual.


Oficialmente no ha habido lapidación en Irán después de la cabeza de la magistratura, Ayatollah Mohmoud Hashemi-Shahroudi, bajo la presión de una protesta internacional ordenó una moratoria a la lapidación en 2002. Pero aun así mucha gente ha muerto apedreada. En julio de 2007, el caso de Jafar Kiani, lapidado en Qazvin (noreste de Irán), cuasó una protesta internacional. En mayo de 2006, Abbas H. y Mahbubeh A. fueron apedreados hasta morir en Mashhad (noreste de Irán). Durante 2007, la Suprema Corte Islámica de Irán aprobó varias sentencias de muerte por lapidación. En enero de 2008, Amnestía Internacional pidió a Irán que aboliera la ejecución por lapidación.


Al momento al menos nueve personas, sentenciadas a muerte por lapidación, estaban en la espera de la ejecución. Fuertes protestas de Irán e internacionales presionaron para que las sentencias fueran reducidas - pero aun no está claro si las víctimas realmente están a salvo. Mientras tanto, el Concilio Nacional de Resistencia de Irán y las organizaciones de derechos humanos reportaron sobre los casos de Gilan Mohammadi, una mujer de 30 años de edad, y de la afgana Gholamali Eskandari, ambas sentenciadas a muerte por lapidación esperan sus sentecias ejecutadas en Isfahan, la prisión central de Irán.


"La lapidación de Soraya M." ocurrió hace 20 años y fue descrita en 1990 por el reportero franco-iraní Freidoune Sahejan en su libro del mísmo título. Es la historia de una mujer, madre de nueve niños, que es acusada falsamente de adulterio por su esposo Ali, pues quiere deshacerse de ella para casarse con una joven que le ha sido ofrecida. Súbitamente la inocente e indefensa Soraya se convirtió en paria, despojada de los derechos humanos básicos, marcada como un animal de sacrificio para ser el objeto de un ritual violento y sendiento de sangre que une a la comunidad de machos del pueblo en la destrucción del mal que ahora pareciera que representa ella. La película lentamente muestra todo detalle a detalle: las piedras son elegidas - no muy grandes, pues no deben de matar rápidamente -, su cuerpo es lavado ritualmente, envuelto en una túnica blanca y llevada en una camilla al campo de lapidación. Sus manos atadas a su espalda. Ahí, ella es sepultada hasta las axilas, y entonces se desarrolla el ritual macabro. Sus dos hijos son obligados a abjurar sobre ella y unirse a los que arrojan piedras.


La película está realizada por gente que ha tenido la experiencia personal del miedo del fundamentalismo en el poder. El director Cyrus Nowrasteh es un iraní-americano cuya familia tuvo que huir de Irán después de la revolución. Cuando la actriz principal Shohreh Aghdashloo, otra iraní-americana, habló con un reportero en Estados Unidos sobre la tortura en Irán, la policía Iraní arrestó a su hermano en casa y lo mantuvo en prisión por un año.

Links:

Reporte de NCRI: http://ncr-iran.org/content/view/5599/1/
Declaración de Amnestía Internacional
, London:

http://www.voanews.com/english/archive/2008-01/2008-01-15-voa48.cfm?CFID=44707033&CFTOKEN=46282609
Campaña mundial contra la lapidación „Stop Stoning Forever“: http://www.stop-stoning.org/node/25


Hombre-Dios bajo sospecha: Asaram Bapu


Asaram Bapu

Un niño de 5 años de edad fue encontrado muerto - con su cabeza dentro de una cubeta con agua - en un baño en una escuela ashram a cargo del hombre-dios Bapu en Chhindwara, Madhya Pradesh. Tan sólo tres días antes, otro niño murió bajo circunstancias similares. Y a principios de juio, los cuerpos de dos niños, de 9 y 10 años, estudiando en la escuela ashram del hombre-dios en Ahmedabad, Gujarat, fueron encontrados en un lecho seco de un río. A uno, le faltaba el hígado y el esternón; el otro no tenía orejas - una prueba de lo que parece indicar que fueron víctimas de un sacrificio humano. Cuando la policía trato de mantener en secreto los casos y los partidarios del hombre-dios comenzaron una violenta agitación en su defensa, atacando a los periodistas, la gente de la colonia se puso incontrolablemente furiosa.


Asaram Bapu, de 68, es uno de los hombres-dios más poderosos de la India. Con más de 100 ashrams por todo el país y 1200 centros de oración alrededor del mundo, cuenta con unos veinte millones de seguidores de su imperio valuado en 500 millones de rupias (más de 180 millones de dólares). Su reino es de terror y violencia. Sus devotos son asustados y golpeados en sumisión absoluta. Comparándose a si mismo con Shiva, el dios hindú de la destrucción, amenaza con destruir con su maldición a quien lo cuestione y critique. En su libro "Gurubhakti", le ordena a sus devotos que usen la violencia en contra de sus críticos... ¡ incluso cortarles la lengua !

Mientras tanto, la policía declara que el asesino en el ashram de Chhindwara fue un estudiante de 14 años, pero el escepticismo permanece. En Ahmedabad, Praful Varghese, el padre de uno de los niños muertos, se puso en huelga de hambre presionando para que se haga una investigación independiente. El ministro prometió una - pero hasta el momento no ha habido resultados.


Lo que sea que resulte o no resulte estar detrás de estos asesinatos - han dado rienda suelta a una ola pública de furia contra Asaram Bapu. La gente ya no está dispuesta a cerrar los ojos ante los crímenes del "hombre santo". "Se está desarrollando una nueva conciencia en este país y estoy muy, muy contento al respecto - es por ello que más y más 'hombres-dios' están siendo expuestos.", comentó Sanal Edamaruku en una entrevista del CNN IBN.


Mira los dos artículos en CNN IBN:

Framed or foul play - Asaram followers left wonderung

(Nilanjana Bose, CNN IBN)


Godmen under increasing scrutiny

(Samkhya Edamaruku, CNN IBN)


Links:

http://www.ibnlive.com/videos/70201/framed-or-foul-play-asaram-followers-left-wondering.html

http://www.ibnlive.com/videos/70202/selfstyled-godmen-under-increasing-scrutin..html

Memorial de Joseph Edamaruku


Joseph Edamaruku (1934 - 2006)

El Centro Racionalista de Nueva Delhi invitó a sus amigos a conmemorar el aniversario del nacimiento de Joseph Edamaruku, racionalista eminente, erudito y autor, anterior presidente de la Asociación Racionalista de La India y asociado honorario de Racionalista Internacional. La conferencia del memorial fue dada por Paul Kurtz, profesor emérito de filosofía en la Universidad Estatal de Nueva York en Búfalo, presidente del Centro de Investigación - Transnacional y asociado honorario de Racionalista Internacional. La confarencia de el profesor Kurtz versó sobre "El tempreramento científico y el secularismo: hacia una nueva ética planetaria".

En el Centro Racionalista de Nueva Delhi: Profesor Paul Kurtz ofrece una conferencia durante el memorrial de Joseph Edamaruku

(de izquierda a derecha: Innaiah Narisetti, Prof. Paul Kurtz, Sanal Edamaruku, V S Kumaran)


Durante la Conferencia Internacional Racionalista de 2000 en Trivandrum: Joseph Edamaruku

(en el centro) da el Primer Galardón Racionalista Internacional al profesor Kurtz

(a la izquierda: Sanal Edamaruku)

El profesor Paul Kurtz ha sido amigo de la Asociación Racionalista India desde hace muchos años. En el 2000, él inauguró la celebración del cincuenta aniversario de esta asociación durante la Conferencia Internacional Racionalista en Trivandrum, Kerala. Él alabó las sus contribuciones a exponer los alardeos de poderes paranormales no sólo en la India, sino también -gracias a los medios norteamericanos- en América ("In Praise of Rationalism"). El profesor Kurtz es la persona que recibió el primer Galardón Racionalista Internacional, que fue otorgado durante la conferencia en Trivandurum por parte de Joseph Edamaruku, el entonces presidente de la Asociación Racionalista India.

Link: Paul Kurtz, In Praise of Rationalism:

http://www.rationalistinternational.net/conferences/2000/in_praise_of_rationalism.htm


Henry Morgentaler nombrado para la Orden de Canadá



Dr. Henry Morgentaler

El Dr. Henry Morgentaler ha sido llamado a la Orden de Canadá, el más alto honor del país. Sobreviviente a los campos de concentación en Auschwitz, dedicó su vida a pelear una larga y difícil lucha para la legalización del aborto en Canadá - lográndolo en 1988 cuando, bajo su pedido, la Suprema Corte abolió la ley del aborto por razones basadas en los derechos humanos. El Dr. Morgentaler -quien valientemente desafió la ley y practicó abortos durante más de 35 años para ofrecer a las mujeres en Canadá un final digno, seguro e indoloro a sus embarazos no deseados- pasó por grandes sacrificios personales debido a sus convicciones. Sufrió el acoso de los fanáticos religiosos y tuvo que pasar diez años en prisión aunque finalmente todos los cargos terminaron en absolución. Su nombramiento desató una tormenta de furia en el campamento "pro-vida".

El nombramiento del Dr. Morgentaler a la Orden de Candá reconoce su determinación para cambiar las políticas públicas canadienses sobre el aborto y reconoce su liderazgo en las orgranizaciones humanistas y de libertades civiles. Morgentaler fue el fundador y mucho tiempo presidente de la Organizacion Humanista Canadiense. Es un Miembro Honorario de la Asociación Racionalista Internacional.

Traduction: Miguel Angel Landgrave Martínez






del blog Razón Atea

Por qué no soy agnóstico
© Victor J. Stenger
Traducción de Fernando G. Toledo

Muchos no creyentes dicen ser agnósticos antes que ateos. No creen que Dios exista, pero no están seguros y entonces son renuentes a llamarse ateos. Una actitud común es decir: «Tal vez hay algo allí afuera. A fin de cuentas, no lo conocemos todo».
¿Cuán seguros de la inexistencia de Dios debemos estar los que nos autodenominamos ateos? Obviamente, no podemos estar 100% seguros de nada. Pero podemos estar 99,99999% seguros de un montón de cosas, y eso es normalmente suficiente para tomar las decisiones diarias de nuestra vida. No podemos estar seguros de que no caeremos y nos romperemos el cuello al bajar de la cama en la mañana, pero no nos quedamos en la cama por eso. Viajamos en autos y en aviones, donde las probabilidades de sobrevivir no son del 100%, pero sí bastante cerca como para hacerlo. En esos casos, hacemos un análisis de riesgo-beneficio y decidimos que el beneficio justifica el riesgo.
Algunas cosas son, para todo propósito práctico, seguras. Si saltamos desde una ventana del décimo piso, podemos estar bastante seguros de que nos daremos un feo golpazo, no por la caída, como se dice, sino por la llegada. Ahora bien, un avión con un colchón atado a su ala podría pasar justo como para salvarnos. De nuevo, como se dice, «todo es posible». Pero este es un ejemplo del tipo de cosas posibles con las que hemos aprendido a no contar.
Así que, ¿cuál es el límite entre el agnóstico y el ateo? Si dibujamos la línea en el 100% de certeza, entonces no quedaría ningún lugar para los ateos. En ese caso, no habría ateos ni en una trinchera. Sin embargo, algunas personas se autodenominan ateos, incluyendo muchos que han pasado tiempo en trincheras. La palabra debe de significar algo para ellos. Sugiero que los ateos son personas que han evaluado las posibilidades, hecho el análisis riesgo-beneficio, y encontrado que la existencia de Dios es tan improbable que prefieren vivir sus vidas sin todo el lastre que toda creencia te fuerza a cargar.
El lastre de la creencia es pesado. No sólo se espera que dones tiempo y dinero a tu iglesia, sino, lo más importante, se espera que cambies tu cabeza. Y, como ha dicho Dan Quayle, «perder la cabeza es algo terrible».
Cuando eres un miembro fiel de alguna religión, no eres libre de usar tu propio juicio en lo que sea mejor para ti, para tu familia y la sociedad. Más bien, se espera que aplaces el juicio por el de otros que aseguran tener la autoridad sobrenatural. Y desde el momento en que ellos no ofrecen evidencia para avalar lo que dicen excepto su propia palabra, se te pide que evites usar tu propio intelecto en el proceso.
A lo largo de los siglos, muchos intentos han querido probar el basamento racional de la creencia sobrenatural. Todos han fallado. Los predicadores pueden todavía atraer clientes hacia sus argumentos simplones con aire de lógicos, del estilo: «¿como podría esto –el universo, la vida, la conciencia– haber surgido desde la nada?». Ellos les aseguran a sus oyentes que Dios lo hizo todo. Pero consideren lo absurdo del argumento: algo no puede surgir de la nada, y entonces debe provenir de Dios… que surge de la nada.
Últimamente, la creencia en una realidad indetectable y trascendente ha acabado en la fe antes que en la razón. Las iglesias han convencido a la mayor parte de la raza humana de creer en lo increíble, darle crédito a lo inverosímil, racionalizar lo irracional. Un ateo es alguien que no puede creer en algo que no tiene base racional, que es nada más que una fantasía y una delusión arrastrada desde la infancia ignorante y supersticiosa de la raza humana.

Artículo original en Mukto-mona.
Ver también: Agnósticos y ateos, por Gonzalo Puente Ojea, Propuesta y La palabra Dios.
En la imagen, Thomas Huxley, quien acuñó el término agnosticismo.
Un manifiesto ateo
© Sam Harris
Traducción de Fernando G. Toledo y J.C. Álvarez

En algún lugar del mundo un hombre ha secuestrado a una niña. Pronto va a violarla, torturarla y matarla. Si una atrocidad de este tipo no estuviera ocurriendo en este preciso momento, sucederá en unas pocas horas, como máximo unos días. Tanta es la confianza que nos inspiran las leyes estadísticas que gobiernan las vidas de 6 mil millones de seres humanos. Las mismas estadísticas también sugieren que los padres de esta niña creen que en este preciso momento un Dios todopoderoso y amoroso cuida de ellos y su familia. ¿Tienen derecho a creer esto? ¿Es bueno que crean esto?
No.
La integridad del ateísmo está contenida en esta respuesta. El ateísmo no es una filosofía; ni siquiera es una visión del mundo; es un rechazo a desmentir lo obvio. Desafortunadamente, vivimos en un mundo en el cual lo obvio es, por principio, pasado por alto. Lo obvio debe ser observado y reobservado y discutido. Ésta es una tarea ingrata. Se la toma con un aura de petulancia e insensibilidad. Es, más que nada, una tarea que el ateo no desea.
Aunque resulta menos notorio, nadie necesita identificarse a sí mismo como un no-astrólogo o un no-alquimista. Consecuentemente, no tenemos palabras para la gente que niega la validez de esas pseudodisciplinas. En el mismo sentido, «ateísmo» es un término que no debería existir. El ateísmo no es más que el ruido que la gente razonable hace cuando se topa con el dogma religioso. El ateo es simplemente una persona que cree que los 260 millones de estadounidenses (el 87% de la población) que dicen no tener dudas sobre la existencia de Dios deberían estar obligados a presentar pruebas de su existencia, e incluso, de su benevolencia, dada la imparable destrucción de seres humanos inocentes de la que somos testigos a diario.
Nada más que el ateo advierte cuán sorprendente es nuestra situación: la mayor parte de los nuestros cree en un Dios que, bajo todo concepto, es igual de fantástico que los dioses del Olimpo; nadie, sea cuales fueren sus capacidades, puede ocupar un cargo público en los Estados Unidos sin suponer que ese Dios existe; y muchas de las cosas que pasan en la política pública en este país se deben a tabúes religiosos y supersticiones propias de una teocracia medieval. Nuestra realidad es abyecta, indefendible y horrorosa. Sería graciosa, si las consecuencias no fuesen tan graves.
Vivimos en un mundo donde todas las cosas, buenas y malas, acaban destruidas por el cambio. Los padres pierden a sus hijos y los hijos a sus padres. Los maridos y esposas se separan por un instante, y nunca se vuelven a ver. Los amigos se despiden con prisa, sin saber que será la última vez que lo hagan. Esta vida, cuando se la mira en su totalidad, se aparece como poco más que un vasto drama de la pérdida. La mayoría de las personas, sin embargo, imaginan que hay una cura para esto. Si vivimos correctamente –ni siquiera éticamente, sino dentro de los parámetros de ciertas creencias antiguas y conductas esterotipadas– obtendremos todo lo que queramos después de que hayamos muerto. Cuando caigan finalmente nuestros cuerpos, simplemente nos desharemos de nuestro lastre corporal y viajaremos a una tierra en la que nos reuniremos con todos los que amamos cuando estábamos vivos. Por supuesto, la gente demasiado racional y demás chusma quedará excluida de este sitio feliz, y aquéllos que suspendieron su increencia mientras vivían serán libres para disfrutar de sí mismos por toda la eternidad.
Vivimos en un mundo de sorpresas inimaginables –desde la energía de fusión que irradia el sol a la genética y las consecuencias evolutivas de estas luces que bailan por eones desde el Oriente– y todavía el Paraíso conforma a nuestros intereses más superficiales con la comodidad de un crucero por el Caribe. Esto es asombrosamente extraño. Alguien no lo conociera pensaría que el hombre, en su miedo a perder todo lo que ama, ha creado el cielo, junto con su Dios guardián, a su imagen y semejanza.
Considérese la destrucción que el huracán Katrina dejó en Nueva Orléans. Más de un millar de personas murieron, decenas de miles perdieron todas sus posesiones terrenas y cerca de un millón fueron desposeídas de su hogar. Con seguridad, se puede decir que casi todos los que vivían en Nueva Orléans en el momento del desastre del Katrina creía en un Dios omnipotente, omnisciente y compasivo. ¿Pero qué estaba haciendo Dios mientras un huracán devastaba su ciudad? Seguro que oía la plegarias de los viejos y las mujeres que huían de la inundación hacia la seguridad de sus azoteas, sólo para terminar ahogándose más lentamente. Eran personas de fe. Eran buenos hombres y mujeres que habían rezado durante todas sus vidas. Sólo el ateo ha tenido el coraje de admitir lo obvio: esa pobre gente murió hablándole a un amigo imaginario.
Claro, había advertencias de que una tormenta de proporciones bíblicas sacudiría Nueva Orléans, y el la respuesta humana al desastre posterior fue trágicamente ineficaz. Pero fue ineficaz sólo bajo la luz de la ciencia. Los indicios del avance del Katrina fueron sacados de la muda Naturaleza mediante cálculos meteorológicos e imágenes satelitales. Dios no le cuenta a nadie sus planes. De haberse confiado los residentes de Nueva Orléans en la caridad del Señor, no se habrían enterado de que un huracán asesino se abatiría sobre ellos hasta que hubieran sentido las primeras ráfagas del viento sobre sus rostros. A pesar de todo, según una encuesta del Washington Post, un 80% de los sobrevivientes del Katrina aseguraban que el suceso había reforzado su fe en Dios.
Mientras el Katrina devoraba Nueva Orléans, cerca de mil peregrinos chiítas morían al derribarse un puente en Iraq. No caben dudas de que esos peregrinos creían poderosamente en el Dios del Corán: sus vidas estaban organizadas alrededor del hecho indubitable de su existencia; sus mujeres caminaban con el rostro velado delante de él; sus hombres se mataban regularmente unos a otros en nombre de interpretaciones enfrentada de su palabra. Sería de destacar si un solo de los sobrevivientes de esta tragedia perdiera su fe. Lo más probable es que los sobrevivientes imaginen que han sido resguardados por la gracia de Dios.
Sólo el ateo reconoce el infinito narcisismo y el autoengaño de los que se salvaron. Sólo el ateo comprende cuán moralmente despreciable es que los sobrevivientes de una catástrofe se crean salvados por un Dios amoroso mientras que este mismo Dios ahogaba a los niños en sus cunas. Debido a que se niega a tapar la realidad del sufrimiento del mundo con el disfraz de una fantasía de vida eterna, el ateo siente hasta en los huesos cuán preciosa es la vida, y al mismo tiempo cuán desafortunados sos esos millones de seres humanos que sufren el más terrible ataque a su felicidad sin ninguna razón valedera.
Uno se pregunta cuán vasta y gratuita tiene que ser una castástrofe para que alcance a a sacudir la fe del mundo. El Holocausto no lo consiguió. Tampoco lo habría hecho el genocidio en Ruanda, ni aunque sus perpetradores fuesen sacerdotes armados con machetes. Quinientos millones de personas murieron de viruela durante el siglo XX, casi todos niños. Los caminos de Dios son, sin duda, inescrutables. Pareciera que cualquier hecho, no importa cuán infeliz sea, puede ser compatible con la fe religiosa. En materia de fe, hemos decidido no tener los pies en la Tierra.
Por supuesto, la gente de fe asegura que Dios no es responsable del sufrimiento de la humanidad. Pero, ¿cómo podemos entender que se afirme que Dios es a la vez omnisciente y omnipotente? No hay otro modo, y es tiempo de que los seres humanos razonables lo asuman. Es el viejo problema de la teodicea, claro, y deberíamos considerarlo resuelto. Si Dios existe, pues no puede hacer nada por detener las más descomunales calamidades o no le importa hacerlo. Dios, por consiguiente, o es impotente o es malvado. Los lectores piadosos ejecutarán ahora la siguiente pirueta: Dios no puede ser juzgado por las simples reglas humanas de moralidad. Pero, obviamente, las simples reglas humanas de moralidad son precisamente las que primero usan los fieles para establecer la bondad de Dios. Y cualquier Dios que se preocupara por algo tan trivial como un matrimonio gay o el nombre por el que debe ser mencionado en una plegaria, no es tan inescrutable después de todo. Si existiera, el Dios de Abraham no sería solamente indigno de la inmensidad de la creación, sería indigno de cualquier hombre.
Hay otra posibilidad, claro, y es la más razonable y la más odiosa: el Dios de la Biblia es una ficción. Como Richard Dawkins ha observado, todos somos ateos con respecto a Zeus y a Thor. Sólo el ateo ha concluido que el dios bíblico no es diferente. Consecuentemente, sólo el ateo es lo suficientemente compasivo como para tomarse en serio la hondura del sufrimiento mundial. Es terrible que todos vayamos a morir y perder cada cosa que amamos; es doblemente terrible que tantos seres humanos sufran sin necesidad mientras viven. Buena parte de ese sufrimiento puede ser directamente atribuido a la religión –a los odios religiosos, las guerras religiosas, las ilusiones religiosas (religious delusions) y las diversiones religiosas de escasos recursos–, y es lo que convierte al ateísmo en una necesidad moral e intelectual. Es una necesidad, de todos modos, que el desplaza al ateo hacia los márgenes de la sociedad. El ateo, por el mero hecho de estar en contacto con la realidad, termina lleno de vergüenza al no tener relación con la vida de fantasía de sus vecinos.

La naturaleza de la creencia
Según varias encuestas recientes, el 22 % de los americanos están totalmente convencidos de que Jesús volverá a la Tierra algún día de los próximos 50 años. Otro 22% cree que lo anterior es bastante probable. Seguramente este mismo 44 % de americanos son los que van a la iglesia una vez por semana o más, que creen literalmente que Dios prometió la tierra de Israel a los judíos, y que quieren prohibir la enseñanza del hecho biológico de la evolución a nuestros hijos. Como bien sabe el Presidente George W. Bush, los creyentes de esta categoría constituyen el segmento más cohesionado y motivado del electorado americano. Por consiguiente, sus opiniones y prejuicios influyen en casi todas las decisiones de importancia nacional. Los políticos liberales parecen haber extraído una lección incorrecta de estos acontecimientos y han vuelto su mirada hacia las Escrituras, preguntándose cómo podrían congraciarse con las legiones de hombres y mujeres de nuestro país que votan en gran parte basándose en el dogma religioso. Más del 50 % de los americanos tiene una opinión «negativa» o «sumamente negativa» de la gente que no cree en Dios; el 70 % piensa que es muy importante que los candidatos a la presidencia sean «firmemente religiosos». La irracionalidad se encuentra ahora en ascenso en los Estados Unidos: en nuestras escuelas, en nuestros tribunales y en cada rama del gobierno federal. Sólo el 28 % de los americanos cree en la evolución; el 68 % cree en Satán. Una ignorancia de tal calibre, concentrada tanto en la cabeza como en el vientre de una superpotencia sin rival, representa actualmente un problema para el mundo entero.
Aunque sea bastante fácil para la gente de buen tono criticar el fundamentalismo religioso, la llamada «moderación religiosa» todavía disfruta de un prestigio considerable en nuestra sociedad, incluso dentro de la torre de marfil. Lo anterior resulta irónico, ya que los fundamentalistas tienden a hacer un uso de sus cerebros más basado en principios que los «moderados». Aunque los fundamentalistas justifiquen sus creencias religiosas con pruebas y argumentos extraordinariamente pobres, al menos intentan dar una justificación racional. Los moderados, en cambio, generalmente no hacen más que citar las consecuencias benéficas de la creencia religiosa. En lugar de decir que creen en Dios porque ciertas profecías bíblicas se han cumplido, los moderados dirán que ellos creen en Dios porque esta creencia «da sentido a sus vidas».
Cuando un tsunami mató a cien mil personas el día siguiente al de Navidad, los fundamentalistas interpretaron fácilmente este cataclismo como una prueba de la ira de Dios. Al parecer, Dios había enviado otro mensaje oblicuo a la humanidad sobre los males del aborto, la idolatría y la homosexualidad. Aunque moralmente obscena, esta interpretación de los acontecimientos es hasta cierto punto razonable, aceptando determinadas suposiciones (absurdas). Los moderados, en cambio, rechazan extraer cualquier conclusión sobre Dios a partir de sus obras. Dios sigue siendo un perfecto misterio, una mera fuente de consuelo que es compatible con la existencia del mal más desolador. Ante desastres como el tsunami asiático, la piedad liberal es apta para producir las más afectadas y pasmosas tonterías imaginables. Así y todo, los hombres y mujeres de buena voluntad prefieren habitualmente tales vacuidades a la moralización y profetización odiosas de los creyentes auténticos. Ante las catástrofes, sin duda es una virtud de la teología liberal que ésta enfatice la piedad sobre la ira. Vale la pena señalar, sin embargo, que es la piedad humana lo que se revela --no la de Dios-- cuando los cuerpos hinchados de los muertos son devueltos por el mar. Cuando miles de niños son arrancados simultáneamente de los brazos de sus madres y ahogados en el mar durante días, la teología liberal debe revelarse como lo que es --el más vacuo y estéril de los pretextos mortales. Incluso la teología de la ira tiene más mérito intelectual. Si Dios existe, su voluntad no es inescrutable. Lo único inescrutable en estos hechos terribles es que hombres y mujeres neurológicamente sanos puedan creer lo increíble y pensar que esto es la cumbre de la sabiduría moral.
Es completamente absurdo sugerir, como hacen los religiosos moderados, que un ser humano racional pueda creer en Dios simplemente porque esta creencia le hace feliz, porque alivia su miedo a la muerte o porque otorga sentido a su vida. La absurdidad se hace obvia en el momento en que cambiamos la noción de Dios por alguna otra proposición de consuelo: imaginemos, por ejemplo, que un hombre desea creer que existe un diamante enterrado en algún lugar de su patio trasero, y que este diamante es del tamaño de un refrigerador. Sin duda, se sentirá extraordinariamente bien al creer esto. Imaginemos qué pasaría entonces si ese hombre siguiera el ejemplo de los religiosos moderados y mantuviera dicha creencia en términos pragmáticos: cuando se le pregunta por qué piensa que hay un diamante en su patio trasero y que además ese diamante es miles de veces mayor que ningún otro que haya sido descubierto, el hombre dice cosas como las siguientes: «Esta creencia da sentido a mi vida», o «Mi familia y yo disfrutamos cavando para encontrarlo los domingos», o «Yo no querría vivir en un universo donde no hubiera un diamante enterrado en mi patio trasero y que fuera del tamaño de un refrigerador». Claramente estas respuestas son inadecuadas. Pero son peores que eso. Son las respuestas de un loco o de un idiota.
Aquí podemos ver por qué la apuesta de Pascal, el «salto de fe» de Kiergegaard y otros esquemas epistemológicos fideístas no tienen el menor sentido. Creer que Dios existe es creer que uno se encuentra en alguna relación con su existencia, tal que dicha existencia es ella misma la razón de la creencia de uno. Debe haber alguna conexión causal, o al menos una apariencia de ésta, entre el hecho en cuestión y la aceptación de ese hecho por parte de la persona. De este modo, podemos ver que las creencias religiosas, para ser creencias sobre cómo es el mundo, deben ser tan probatorias en el ámbito del espíritu como en cualquier otro ámbito. Pese a todos sus pecados contra la razón, los fundamentalistas religiosos entienden lo anterior; los moderados --casi por definición-- no lo entienden en absoluto.
La incompatibilidad entre la razón y la fe ha sido un rasgo evidente de la cognición humana y del discurso público durante siglos. Una persona debe tener buenas razones para sostener firmemente lo que cree o lo que no cree. Las personas de todos los credos generalmente reconocen la primacía de las razones, y recurren al razonamiento y a las pruebas siempre que pueden. Cuando la indagación racional apoya el credo, aquélla siempre es defendida; cuando representa una amenaza, es ridiculizada, a veces en la misma frase. Sólo cuando las pruebas favorables a una doctrina religiosa son escasas o inexistentes, o hay una evidencia aplastante en su contra, sus defensores invocan la «fe». Es decir, los fieles simplemente citan los motivos para defender sus creencias (por ejemplo, «el Nuevo Testamento confirma las profecías del Antiguo testamento», «yo vi la cara de Jesús en una ventana», «rezamos, y el cáncer de nuestra hija comenzó a retroceder»). Tales razones son generalmente inadecuadas, pero son mejores que ninguna razón en absoluto. La fe no es más que la licencia que la gente religiosa se otorga a sí misma para seguir creyendo cuando las razones fallan. En un mundo fragmentado por creencias religiosas incompatibles entre sí, en una nación que se encuentra cada vez más sometida a concepciones propias de la Edad de Hierro acerca de Dios, el final de la historia y la inmortalidad del alma, esta lánguida división de nuestro discurso en asuntos de razón y asuntos de fe es sencillamente inadmisible.

La fe y la sociedad buena
La gente de fe afirma regularmente que el ateísmo es responsable de algunos de los crímenes más espantosos del siglo XX. Aunque sea cierto que los regímenes de Hitler, Stalin, Mao y Pol Pot eran irreligiosos en diversos grados, no eran especialmente racionales. De hecho, sus declaraciones públicas eran poco más que letanías de ilusiones: ilusiones sobre la raza, la identidad nacional, la marcha de la historia o los peligros morales del intelectualismo. En muchos sentidos, la religión fue directamente culpable incluso en estos casos. Consideremos el Holocausto: el antisemitismo que construyó pieza a pieza los crematorios nazis era una herencia directa del cristianismo medieval. Durante siglos, los alemanes religiosos habían visto a los judíos como la peor especie de herejes, y habían atribuido todos los males sociales a su presencia continuada entre los fieles. Mientras en Alemania el odio a los judíos se expresaba de un modo predominantemente secular, la demonización religiosa de los judíos continuó existiendo en Europa. (El propio Vaticano perpetuó el libelo de la sangre en sus publicaciones, en una fecha tan tardía como 1914.)
Auschwitz, el Gulag y los campos de la muerte no son ejemplos de lo que ocurre cuando la gente se hace demasiado crítica con las creencias injustificadas; al contrario, estos horrores son un testimonio de los peligros que conlleva el no pensar lo bastante críticamente sobre ideologías seculares específicas. Por supuesto, un argumento racional contra la fe religiosa no es un argumento para abrazar ciegamente el ateísmo como dogma. El problema expuesto por el ateo no es otro que el problema del dogma mismo (del que toda religión participa en grado extremo). No existe ninguna sociedad en la historia escrita que haya sufrido porque su gente se volviera demasiado razonable.
Aunque la mayor parte de los americanos creen que deshacerse de la religión es un objetivo imposible, la mayor parte del mundo desarrollado ya lo ha conseguido. Cualquier relato sobre un supuesto «gen divino», el cual sería responsable de que la mayoría de los americanos organicen desvalidamente sus vidas alrededor de antiguas obras de ficción religiosa, debe explicar por qué tantos habitantes de otras sociedades del Primer Mundo parecen carecer de dicho gen. El nivel de ateísmo existente en el resto del mundo desarrollado refuta cualquier argumento según el cual la religión es de algún modo una necesidad moral. Países como Noruega, Islandia, Australia, Canadá, Suecia, Suiza, Bélgica, Japón, Países Bajos, Dinamarca y el Reino Unido se encuentran entre las sociedades menos religiosas de la Tierra. Según el Informe de Desarrollo Humano 2005 de las Naciones Unidas, dichos países son también los más sanos, como indican las medidas de esperanza de vida, alfabetismo adulto, ingresos per cápita, desarrollo educativo, igualdad entre sexos, tasa de homicidios y mortandad infantil. A la inversa, las 50 naciones que ahora se encuentran en el escalafón más bajo en términos de desarrollo humano son fuertemente religiosas. Otros análisis reflejan la misma situación: los Estados Unidos son únicos entre las democracias ricas por su nivel de fundamentalismo religioso y por su oposición a la teoría evolutiva; también son únicos por las altas tasas de homicidio, abortos, embarazos de adolescentes, casos de SIDA y mortandad infantil. La misma comparativa es cierta dentro del territorio de los Estados Unidos: los Estados del Sur y del Medio Oeste, caracterizados por los niveles más altos de superstición religiosa y de hostilidad hacia la teoría evolutiva, están especialmente afectados por los mencionados indicadores de disfunción social, mientras que los estados relativamente seculares del Noreste se conforman más a los estándares europeos. Desde luego, los datos correlacionales de este tipo no resuelven las cuestiones de causalidad --la creencia en Dios puede conducir a la disfunción social; la disfunción social puede dar lugar a la creencia en Dios; cada factor puede fomentar el otro; o bien ambos factores pueden surgir de alguna fuente más profunda de disfuncionalidad. Dejando aparte la cuestión de la causa y el efecto, estos hechos demuestran que el ateísmo es absolutamente compatible con las aspiraciones básicas de una sociedad civil; también demuestran, de manera concluyente, que la fe religiosa no hace nada para asegurar la salud y el bienestar de una sociedad.
Los países con altos niveles de ateísmo también son los más caritativos en términos de prestación de ayuda extranjera al mundo en desarrollo. El dudoso eslabón existente entre el fundamentalismo cristiano y los valores cristianos también es refutado por otros índices de caridad. Consideremos la proporción entre los salarios de los altos ejecutivos y los salarios de los empleados medios: en Gran Bretaña es de 24 a 1; en Francia, de 15 a 1; en Suecia, de 13 a 1; en los Estados Unidos, donde el 83 % de la población cree que Jesús literalmente resucitó de entre los muertos, es de 475 a 1. Parece que aquí muchos camellos esperan entrar fácilmente por el ojo de una aguja.

La religión como fuente de violencia
Uno de los mayores desafíos afrontados por la civilización en el siglo XXI es que los seres humanos aprendan a hablar sobre sus intereses personales más profundos –sobre la ética, la experiencia espiritual y la inevitabilidad del sufrimiento humano– de un modo que no sea flagrantemente irracional. Nada obstaculiza más el camino de este proyecto que el respeto que concedemos a la fe religiosa. Doctrinas religiosas incompatibles han balcanizado nuestro mundo en comunidades morales separadas –cristianos, musulmanes, judíos, hindúes, etc.– y estos desacuerdos se han convertido en una fuente continua de conflicto humano. Ciertamente, la religión es hoy en día una fuente activa de violencia, tanto como lo fue en cualquier momento del pasado. Los conflictos recientes en Palestina (judíos contra musulmanes), los Balcanes (serbios ortodoxos contra croatas católicos; serbios ortodoxos contra musulmanes bosnios y albaneses), Irlanda del Norte (protestantes contra católicos), Cachemira (musulmanes contra hindúes), Sudán (musulmanes contra cristianos y animistas), Nigeria (musulmanes contra cristianos), Etiopía y Eritrea (musulmanes contra cristianos), Sri Lanka (budistas cingaleses contra hindúes tamiles), Indonesia (musulmanes contra cristianos timoreses), Irán e Irak (musulmanes chiítas contra musulmanes sunníes), y Cáucaso (rusos ortodoxos contra musulmanes chechenos; musulmanes azerbaijanos contra armenios católicos y ortodoxos) son simplemente algunos ejemplos. En estos lugares, la religión ha sido la causa explícita de literalmente millones de muertos en los últimos 10 años.
En un mundo dividido por la ignorancia, sólo el ateo se niega a rechazar lo evidente: la fe religiosa promueve la violencia humana a un nivel asombroso. La religión inspira la violencia en al menos dos sentidos: (1) a menudo las personas matan a otros seres humanos porque creen que el Creador del Universo quiere que así lo hagan (el corolario psicopático inevitable es que tal acto les asegurará una eternidad de felicidad después de la muerte). Los ejemplos de este tipo de comportamiento son prácticamente innumerables, siendo el más destacado el de los terroristas suicidas jihadistas. (2) Un número cada vez mayor de personas se encuentran inclinadas hacia el conflicto religioso, simplemente porque su religión constituye el corazón de sus identidades morales. Una de las patologías duraderas de la cultura humana es la tendencia a educar a los niños en el temor y a demonizar a otros seres humanos en base a la religión. Muchos conflictos religiosos que parecen motivados por intereses terrenales son, por lo tanto, de origen religioso. (Los irlandeses lo saben muy bien.)
A pesar de todos estos hechos innegables, los religiosos moderados tienden a imaginarse que el conflicto humano siempre puede reducirse a la carencia de educación, a la pobreza o a los agravios políticos. Ésta es una de las muchas ilusiones de la piedad liberal. Para disiparla, sólo tenemos que pensar en el hecho de que los secuestradores del 11-S eran universitarios de clase media-alta que no tenían ninguna historia conocida de opresión política. Sin embargo, habían pasado una cantidad de tiempo excesiva en su mezquita local, oyendo hablar de la depravación de los infieles y de los placeres que esperan a los mártires en el Paraíso. ¿Cuántos arquitectos e ingenieros aeronáuticos deberán volver a estrellarse contra una pared a 400 millas por hora, antes de que admitamos que la violencia jihadista no es un asunto de educación, política o pobreza? La verdad, bastante asombrosa, es la siguiente: una persona puede ser tan culta e instruída como para construir una bomba nuclear, y así y todo creer que obtendrá a 72 vírgenes en el Paraíso para toda la eternidad. Tal es la facilidad con que la mente humana puede ser alienada por la fe, y tal es el grado de acomodación de nuestro discurso intelectual a la ilusión religiosa. Sólo el ateo ha observado lo que ahora debería ser evidente para todo ser humano pensante: si queremos desarraigar las causas de la violencia religiosa debemos desarraigar las falsas certezas de la religión.

¿Por qué la religión es una fuente tan poderosa de violencia humana?
  • Nuestras religiones son intrínsecamente incompatibles entre sí. Jesús resucitó de entre los muertos y volverá a la Tierra como un superhéroe, o no; el Corán es la palabra infalible de Dios, o no lo es. Cada religión hace afirmaciones explícitas sobre cómo es el mundo, y la profusión abrumadora de estas afirmaciones incompatibles –que además son dogmas de fe obligatorios para todos los creyentes– crea una base duradera para el conflicto.
  • No hay ninguna otra esfera del discurso en la que los seres humanos articulen de manera tan clara sus diferencias mutuas, o en la que expresen estas diferencias en términos de recompensas y castigos eternos. La religión es la única realidad humana en la que el pensamiento nosotros-ellos alcanza una importancia trascendente. Si una persona cree realmente que llamar a Dios por su nombre correcto puede marcar la diferencia entre la felicidad eterna y el sufrimiento eterno, entonces se hace bastante razonable tratar con rudeza a los herejes e incrédulos. Hasta puede ser razonable matarlos. Si una persona piensa que hay algo que otra persona puede decirles a sus hijos que podría poner en peligro sus almas para toda la eternidad, entonces el vecino hereje es en realidad mucho más peligroso que el más sádico violador infantil. Los estigmas de nuestras diferencias religiosas son enormemente más pronunciados que los nacidos del mero tribalismo, del racismo o de la política.
La fe religiosa es un poderoso obstáculo al diálogo. La religión no es más que el área de nuestro discurso donde las personas se protegen sistemáticamente de la exigencia de aportar pruebas en defensa de sus creencias firmememente sostenidas. Así y todo, estas creencias de las personas a menudo determinan para qué viven, para qué morirán, y –demasiado a menudo– para qué matarán. Éste es un problema muy grave, porque cuando los estigmas diferenciales son muy pronunciados los seres humanos sólo encuentran una opción entre el diálogo y la violencia. Sólo una buena voluntad fundamental de ser razonable –de manera que nuestras creencias sobre el mundo sean revisadas por nuevas pruebas y nuevos argumentos– puede garantizar que sigamos hablando entre nosotros. La certeza sin pruebas es necesariamente divisoria y deshumanizadora. Aunque no existe ninguna garantía de que la gente racional siempre vaya a ponerse de acuerdo, indudablemente la gente irracional siempre estará dividida por sus dogmas. Parece sumamente improbable que podamos curar los desacuerdos existentes en nuestro mundo simplemente multiplicando las ocasiones para el diálogo interconfesional.
El objetivo de la civilización no puede ser la tolerancia mutua ni la irracionalidad manifiesta. Aunque todos los partidarios del discurso religioso liberal han acordado pasar de puntillas por aquellos puntos en los que sus visiones del mundo chocan frontalmente, estos mismos puntos seguirán siendo fuentes de conflicto perpetuo para sus correligionarios. La corrección política, por lo tanto, no ofrece una base duradera para la cooperación humana. Si la guerra religiosa debe hacerse inconcebible para nosotros, del mismo modo que ya lo son la esclavitud y el canibalismo, es absolutamente necesario prescindir de todos los dogmas de fe.
Cuando tenemos razones para creer lo que creemos, no tenemos ninguna necesidad de fe; cuando no tenemos ninguna razón, o sólo tenemos malas razones, hemos perdido nuestra conexión con el mundo y con los seres humanos. El ateísmo no es sino un compromiso con el nivel más básico de honestidad intelectual: las convicciones de una persona deberían ser proporcionales a sus pruebas. Pretender estar seguro de algo cuando no se está –en realidad, pretender estar seguro sobre proposiciones para las que ni siquiera es concebible prueba alguna– es un defecto tanto intelectual como moral. Sólo el ateo ha comprendido esto. El ateo es simplemente una persona que ha percibido la mentira de la religión y que ha rechazado convertirla en una mentira propia.
Ensayo contra Dios


© Fernando G. Toledo

Pocas frases tan célebres y malinterpretadas como el «Dios ha muerto» de Nietzsche (La gaya ciencia, 1881). Célebre por su potencia. Malinterpretada por más de un apólogo, que refrenda la idea de que, por definición, Dios es inmortal y el que sí ha muerto es el filósofo alemán. En su combativo Tratado de ateología (Buenos Aires, Ediciones de la Flor, 2005), Michel Onfray se decide a poner las cosas en claro: Dios no ha muerto, pues las ficciones no mueren. «No se puede refutar un cuento de niños», admite el autor de Cinismos.
Onfray (cuyo Tratado… despertó la ira de algunos sectores creyentes e inspiró por lo menos dos libros en su contra) se lanza a la tarea de deconstruir las creencias, en especial los monoteísmos, a los que el autor considera responsables de un odio que ha sido decisivo para nuestra historia trágica. En el libro, escrito con una pluma tan ágil como afilada, el filósofo francés sale al rescate de pensadores olvidados por el maremagnum teológico que ha dominado a la humanidad por siglos, y luego de exaltar a Epicuro, a Julien Ofroy de la Mettrie, a Ludwig Feuerbach y al Barón D’Holbach, se dispone a dar pruebas de las contradicciones teístas y su «odio» intrínseco, del cual el 11 de setiembre de 2001 es un botón de muestra.

Así, en «Monoteísmos» denuncia la connivencia de las tres grandes religiones (judaísmo, cristianismo, islam), mientras que en «Cristianismo» se lleva por delante mitos como Cristo y su «vandalismo» histórico.
Al fin, en «Teocracia», informa sobre la «pulsión de muerte» que late en lo religioso y propone un «laicismo poscristiano», materialista, hedonista y ético, apoyado en la ciencia, la razón y la filosofía.
Ésta es quizá la apuesta principal del autor, quien después de exorcizar los fantasmas divinos (tan falsos como cualquier otro), invita a construir la «era poscristiana». Es que no basta, para el pensador, con ciertas formas de «ateísmo cristiano» de las que suelen abundar, porque éstas caen en una peligrosa condescendencia: aceptar que ciertamente hubo un mensaje cristiano y que es válido –decir que fue de Jesús ya es insostenible pues éste fue un judío respetuoso de su ley–. ¿Cuál sería ese mensaje? ¿Es ciertamente «cristiano» o tiene sus raíces en filosofías y tradiciones anteriores? Y, en cualquier caso, ¿cómo separar la paja del trigo? Un ateísmo cristiano representa el «reforzamiento de la episteme dominante», «se basa en la ética judeocristiana y se contenta a menudo con plagiarla». Además, disimula prácticas más visibles que el cristianismo (como los otros monoteísmos) sí ha construido con enjundia: alabar «la ignorancia, la inocencia, el candor, la obediencia, la sumisión»; en resumen: «desear lo contrario de lo real».
Onfray, entonces, solicita lo que reconoce como un pleonasmo: un «ateísmo ateo» que instaure el laicismo poscristiano. Nada de «laicidad». Bravo por ella y por lo que ha hecho, dice, pero «al equiparar todas las religiones y su negación, como propone la laicidad que hoy triunfa, avalamos el relativismo: igualdad entre el pensamiento mágico y el pensamiento racional, el mito y el discurso argumentado, entre el discurso taumatúrgico y el pensamiento científico, entre la Torá y el Discurso del método, el Nuevo Testamento y la Crítica de la razón pura, el Corán y la Genealogía de la moral». Esa combinación de opuestos es una farsa. El paso, entonces, ha de darse. «El contrato hedonista –no puede ser más inmanente…– legitima la intersubjetividad, condiciona el pensamiento y la acción, y prescinde completamente de Dios, la religión y los curas. No hay necesidad de amenazar con el Infierno o de seducir con el Paraíso, y de nada sirve fundar una ontología de premio y castigo post mortem para alentar las buenas acciones, justas y rectas. Una ética sin obligaciones ni sanciones trascendentes», resume Michel Onfray.
De a ratos panfletario y exaltado (por lo cual comete errores puntuales), el Tratado de ateología puede ser, sin embargo, una bisagra en las discusiones sobre el papel de la religión. Por lo pronto, cierra con una afirmación equiparable a la nietzscheana: el único «pecado realmente mortal» es ignorar «que sólo existe un mundo». Éste.

La insana fe religiosa


© Fernando G. Toledo

«Creo que la decadencia de la fe dogmática sólo puede hacer bien»
Bertrand Russell

a cantinela de la inmoralidad congénita que padecerían los ateos es lugar común en la crítica proveniente de círculos confesionales. Teólogos, religiosos y moralistas de toda laya argumentan que, al carecer de lo que John Rawls llama «estructura moral previa», los ateos son náufragos del mar inmoral, sin salvavidas éticos de los cuales aferrarse. Pero, ¿qué otro asidero más que la pura especulación tiene esta creencia? Quienes sostienen tal argumento apelan irreflexivamente a la historia del siglo XX y a los gobiernos criminales de Pol Pot o Stalin, cuyos regímenes acabaron con millones de vidas humanas. Es cierto, uno y otro eran ateos pero, ¿está en el ateísmo y su supuesta «carencia de valores» la razón de esta perfidia? ¿Qué pasa entonces con la moral de otros criminales de ese siglo, no menos sangrientos, como Videla, Pinochet, Mussolini o el propio Hitler, confesadamente religiosos ellos? ¿No será, en estos casos, la irracionalidad antes que la irreligiosidad la que ha abierto las puertas al espanto? Y, a propósito, ¿quiénes conceden más terreno a la irracionalidad en uno y otro bando, si es que de bandos hablarse puede?
Un buen modo de responder estas cuestiones con algo que escape a la vacuidad de lo especulativo es preguntarse, por ejemplo, si la «religiosidad» contribuye de manera positiva a la «salud» de una sociedad, y si los creyentes tienen, como suele ser opinión común (sobre todo porque hay más creyentes que ateos), una moral de la que los incrédulos carecen.
Al hablar de religión pensemos con el ejemplo del cristianismo. Si es cierto que la religión es la fuente de acceso a la moralidad, y dado que no habría, según se dice, bases seculares para ser moral, una sociedad en la que la población sea mayormente religiosa (i. e. cristiana) dará por resultado una armonía social alta. Y si es verdad que la creencia en un Dios creador, omnipotente y amoroso permite a cada uno de los creyentes en él preocuparse por la inmortalidad de su alma, tendremos por resultado que los ateos serán, cuanto menos, quienes llenen las cárceles, que es el lugar donde acaban los inmorales cuando la justicia civil funciona.

Mayor religiosidad, peor sociedad
Pero resulta que nada de eso se corresponde con la realidad, a juzgar por lo que puede considerarse la investigación más rigurosa, amplia y concluyente de las realizadas hasta hoy para conocer la relación entre religiosidad y salud social. Un estudio cuyos resultados muestran no sólo que las personas creyentes no tienen un sistema moral más infalible que el de los que no creen en Dios ni la inmortalidad, sino algo «peor»: que mientras más religiosa es una sociedad, mayores son los índices de disfuncionalidad. Y, a sensu contrario, mientras más laicismo se respira, mejor van las cosas.
El estudio en cuestión se dio en llamar «Las correlaciones internacionales entre salud social cuantificable con la religión popular y laicismo en las democracias prósperas», y fue publicado por su autor, Gregory S. Paul, en 2005 en el Journal of Religion and Society (EEUU).
Se trata de un impresionante muestreo realizado sobre 18 de las democracias más desarrolladas del mundo, y que relaciona la cantidad de población que confiesa ser religiosa –no sólo creyente, sino también practicante– con las tasas de homicidio, aborto y embarazo adolescente. Sobre una base de datos de nada menos que 800 millones de personas, el resultado es un verdadero escándalo para quienes siguen sosteniendo que la religión es fuente y garantía de moralidad. Es que, en efecto, el estudio muestra por ejemplo que los índices de homicidio son notablemente altos en aquellos países en los que el porcentaje de «creencia absoluta en Dios» o de ciudadanos que «asisten a servicios religiosos varias veces al mes», y muy inferiores entre los que se dicen «agnósticos y ateos».

Los creyentes abortan más
En otro de los cotos más defendidos por el dogmatismo religioso, el aborto, hay más motivos para que recapitulen todos quienes equiparan ateísmo con relativismo y perdición. Los hechos hablan: no importa cuán legalizada esté esta práctica en tal o cual país, mientras las sociedades tienden a ser más religiosas, más abortos se registran. Al destacar el hecho de que los Estados Unidos encabece las peores estadísticas, Gregory Paul se permite una ironía: «El actual (en ese entonces) líder de la mayoría de la Casa Blanca, T. De Lay, cree que los altos índices de crimen y tragedias como el atentado en Columbine continuarán mientras se continúe enseñando a los niños que “no son más más que monos superiories que han evolucionado (sic) a partir de una sopa primordial de fango”». Sin embargo, los datos gritan lo opuesto: Estados Unidos es la democracia más desarrollada en la que menor crédito se da a la teoría evolucionista y, al mismo tiempo, el país donde mayor cantidad de homicidios se cometen.

Divorcio y dogmatismo
Si nos salimos de este apabullante estudio en busca de más evidencias, seguimos encontrando más anomalías entre creyentes que entre ateos. Al punto que incluso bajo algunas premisas morales que los religiosos tienen por dogmáticas, los ateos y agnósticos se muestran más «eficientes». Por ejemplo: ¿se divorcian menos o más las personas religiosas que las que aconfesionales? El divorcio para los cristianos católicos es «ofensa grave contra la ley natural» (sic). Según el Catecismo, «el matrimonio celebrado y consumado no puede ser disuelto por ningún poder humano ni por ninguna causa fuera de la muerte». Pero a la hora de mirar los números proporcionados por una investigación del Barna Research Group, los ateos y agnósticos se ubican en lo más bajo (con 21%) de una tabla que consigna también los casos de divorcios de judíos (30%) y cristianos de diversas ramas (entre un 24% y un 27%). ¡Para los ateos no es pecado divorciarse y, sin embargo, son «menos pecadores»! Vaya ironía.

Casi no hay ateos en las cárceles
Si hacemos caso a las estadísticas elaboradas por la Oficina Federal de Prisiones de los Estados Unidos en 1997, los ateos ocupan, además, los puestos más bajos de las nóminas entre los criminales condenados (0,209%), en un país en el que los cristianos representan entre el 75% y el 82% de la población y los ateos y agnósticos, juntos, apenas entre 0,3% y 2%. Quien sabe leer las estadísticas notará que el porcentaje de ateos es incluso menor que el del total de los ateos. Por cierto, el porcentaje de cristianos encarcelados es casi equivalente al de la población (cerca del 80%) y los católicos lideran el deshonroso ranking, aun cuando no son mayoría en ese país norteamericano. Vale decir que los números de este estudio se parecen a otros similares, por ejemplo a alguno realizado en Colombia y del que hablaba el abogado Juan Carlos Bircamm en un artículo hace un par de años.

Mito sobre mito
La fe no es más que una casa de espejos. Y cuando se instala el «espejismo de Dios» a éste comienzan, indefectiblemente, a crecerle más espectros. Entre esos está, al parecer, la inmoralidad del «insensato ateo». Sam Harris le llama a este fantasma «el mito del caos moral laico». Su razonamiento es límpido y resume lo escrito hasta este punto, aunque haga referencia a otra investigación:
«Si la religión fuera necesaria para la moralidad, habría alguna evidencia de que los ateos son menos morales que los creyentes». Pero «de acuerdo al Reporte de Desarrollo Humano de la ONU (2005), las sociedades más ateas –países como Noruega, Islandia, Australia, Canadá, Suecia, Suiza, Bélgica, Japón, Holanda, Dinamarca y el Reino Unido– son en realidad las más saludables, según indicadores que destacan la expectativa de vida, alfabetismo, ingresos per cápita, nivel educativo, trato equitativo de los sexos, tasas de homicidios y mortalidad infantil. A la inversa, las 50 naciones actualmente clasificadas por las Naciones Unidas en los puestos más bajos del desarrollo son decididamente religiosas. Por supuesto, datos correlativos de este tipo no resuelven cuestiones de causalidad: la creencia en Dios puede conducir a la disfunción social, la disfunción social puede fomentar la creencia en Dios, cada uno de estos factores puede posibilitar el otro, o ambos pueden surgir de una fuente más profunda de malestar. Si dejamos de lado el tema de causa y efecto, estos hechos demuestran que el ateísmo es perfectamente compatible con las aspiraciones básicas de una sociedad civil; y prueban además, concluyentemente, que la fe religiosa no asegura en absoluto la salud de una sociedad».

Al principio nos preguntábamos si era más bien la irracionalidad antes que la «impiedad» la causa de lo que llamamos «actos inmorales», y ahora podemos dar respuesta afirmativa a esa cuestión y equiparar la irracionalidad con la religiosidad. Acaso porque una moralidad basada en seres imaginarios tenga un efecto apenas relativo en el mundo real, que es donde vivimos y para el cual construimos toda moral.
¿Ha encontrado la ciencia a Dios?

© Victor J. Stenger
Traducción de Fernando G. Toledo

Cuando los primeros resultados del satélite COBE (Explorador Cósmico de Radiación de Fondo) se publicaron en 1992, George Smoot, científico de la misión, hizo esta comparación: «Si usted es religioso, es como buscar a Dios». Los medios de comunicación lo amaron. La portada de un tabloide mostró el rostro de Jesús (según la interpretación de artistas medievales, por supuesto) rodeado por una foto difuminada del cosmos.
Al informar sobre la conferencia «La ciencia y la búsqueda espiritual», celebrada en el Centro para la Teología y la Ciencia en Berkeley, este verano, la portada del 20 de julio de Newsweek anunciaba: «La ciencia encuentra a Dios». Los varios cientos de científicos y teólogos del encuentro fueron virtualmente unánimes en acordar que la ciencia y la religión eran ahora convergentes, y que en lo que ambas convergían era en Dios. El cosmólogo y cuáquero sudafricano George Ellis expresó el consenso: «Hay un montón de información acumulada que apoya la existencia de Dios. El asunto es cómo evaluarla».
La nota de Newsweek señalaba que «los avances de la ciencia moderna parecen contradecir la religión y socavar la fe». De cualquier modo, «para un creciente número de científicos, los mismos descubrimientos ofrecen apoyo a la espiritualidad y rastros de la verdadera naturaleza de Dios». Nos enteramos de que «los físicos han tropezado con señas de que el cosmos está diseñado para la vida y la conciencia». La cosmología del Big bang, la mecánica cuántica y la teoría del caos, todo es interpretado como una «puerta abierta a la acción de Dios en el mundo».
Los estudios, sin embargo, no confirman el argumento de que «un creciente número de científicos» están encontrando apoyo a la espiritualidad en sus estudios científicos. Una encuesta reciente a los miembros de la Academia Estadounidense de la Ciencia indicó que sólo el 7% cree en un creador personal, un descenso del 15% con respecto a 1933 y del 29% con respecto a 1914. Si eso indica algo, es que la mayoría de los científicos parecen sentirse bastante alejados de la espiritualidad.
Aparentemente, lo que estamos escuchando no es la voz de una creciente mayoría de científicos, sino la bien notoria y creciente voz de una minoría decreciente. El encuentro de Berkeley fue una especie de reunión de «conservadores de premisas» («Premise-Keepers») para académicos que buscan mantener con vida su premisa de que Dios existe, mientras la ciencia continúa operando exitosamente sin necesitar de esa premisa.

Cruzando la línea. En un comentario acerca de la reunión de Berkeley, George Johnson, del New York Times, destacaba que «los creyentes parecen más ansiosos que nunca por cruzar la línea, intentando interpretar la información científica que apoye las verdades reveladas de su propia teología».
Para la mayoría de los creyentes teístas, la vida humana no tendría sentido en un universo sin Dios. Con toda sinceridad y un anhelo comprensible por hallar un propósito de existencia, ellos rechazan esa posibilidad. Así, sólo un universo creado sería posible, y los datos nada pueden hacer para apoyar esta «verdad».
Sin embargo, la buena práctica de la ciencia exige que todo esté abierto a cuestionamiento, incluso las premisas que son usadas en la interpretación de datos. Mientras algunas asunciones están siempre presentes en el proceso científico, todo está sujeto a cambiar cuando las asunciones más poderosas y económicas se vuelven evidentes. Los «conservadores de premisas», tan puros como lo puedan ser sus motivos, practican mala ciencia cuando confinan la interpretación de las observaciones científicas a un diseñador del universo.
Para el «conservador de premisas», el big bang provee «evidencia» de que la creación tuvo lugar en el tiempo, tal como en el mito (en realidad, babilónico) de la Biblia. Algo no puede salir de la nada, y entonces el universo necesita un creador. Que ese creador deba salir de la nada es sutilmente obviado. Dios sigue un «tipo de lógica» diferente a la del universo, un tipo de lógica que no requiere creación. Los teólogos no dejan en claro por qué el universo mismo no puede seguir este tipo de lógica.
Los «conservadores de premisas» reconocen que no pueden probar la existencia de Dios. Ellos simplemente expresan la poderosa sensación de que un diseño inteligente queda demostrado por el orden del universo. Desafortunadamente, la ciencia tiene poca simpatía por los sentimientos y deseos, cuan sinceros sean. El universo es del modo en que es, sin importar lo que uno quisiera que fuese. Si la humanidad es de hecho un grano de arena en el infinito Sahara, tal como lo muestran cada vez más nuestros telescopios, entonces no podemos desear que sea lo contrario. Debemos aceptar los hechos y aprender a vivir con ellos.
Los no creyentes reconocen que no pueden probar la inexistencia de Dios. Simplemente arguyen que el universo sin creador es la premisa más económica y consistente con todos los datos. Un emergencia sin causa y diseño del universo desde la nada no viola los principios de la física. La energía total del universo parece ser cero, así que ningún milagro de la energía creada «de la nada» se requiere para producirla. Del mismo modo, ningún milagro es necesario para la aparición del orden. El orden puede aparecer, y de hecho aparece, espontáneamente en los sistemas físicos.

Un universo ajustado para la vida. En años recientes, la noción de que las leyes de la física estaban «finamente ajustados» para la existencia de vida había cautivado la imaginación tanto de los científicos creyentes como de los teólogos. En efecto, probablemente ninguna idea había recibido mayor atención en las últimas discusiones sobre religión y ciencia.
El argumento del ajuste fino descansa en una serie de hechos llamados «coincidencias antrópicas». Básicamente, dicen que si el universo hubiera aparecido con pequeñas variaciones en los valores de sus constantes fundamentales, ese universo no podría haber producido los elementos, como carbono, oxígeno y otras condiciones necesarias para la vida.
El argumento del diseño fino asume que solamente una forma de vida es posible. Pero muchas formas diferentes de vida podrían aún ser posibles con distintas leyes y constantes de la física. El requerimiento principal parece ser que las estrellas vivan lo suficiente para producir los elementos necesarios para la vida y dejen tiempo para que los sistemas complejos y no lineales que llamamos vida evolucionen. He hecho algunos cálculos en los cuales yo aleatoriamente cambio los valores de las constantes físicas en varios órdenes de magnitud y busco los universos que podrían existir bajo esas circunstancias. Encuentro que casi todas las combinaciones conducen a universos, algunos muy extraños, con estrellas que viven miles de millones de años o más. Alguna clase de vida sería probable en la mayoría de esos universos posibles.

El dios de las ecuaciones. Un segundo argumento, en la línea de los encontrados en diálogos recientes. Las ecuaciones de las matemáticas y la física son atribuidas a la evidencia de un platónico ordenador del universo que trasciende el universo de nuestras observaciones.
Tendencias recientes en la teología cristiana y sus aproximaciones a la ciencia han acercado a la cristiandad a una posición que encuentra una deidad en el orden de la naturaleza, una entidad creativa que trasciende el espacio, el tiempo y la materia, y es responsable de ese orden. Efectivamente, la noción moderna de Dios en la teología occidental está quizás más cercana al Demiurgo de Platón que al Jehová-Zeus de barba blanca de la cúpula de la Capilla Sixtina o al imberbe Jesús-Apolo de la pared.
Y aquí es donde algunos científicos y teólogos parecen encontrar actualmente un terreno común: en la idea de que la realidad última no se halla en los quarks, los átomos, las rocas, los árboles, los planetas y las estrellas de la experiencia y la observación. Más bien, la realidad existe en la perfección matemática de los símbolos y las ecuaciones de la física. La deidad entonces coexiste con esas ecuaciones en cierto reino de perfección matemática más allá de la observación humana. Este Dios es cognoscible, no por su apariencia física ante nosotros, sino por su presencia en esa realidad platónica. Todos existimos en la «mente de Dios».
Las disputas pasadas acerca de la existencia de Dios fueron en gran parte confinadas a filósofos y teólogos. Este tipo de discurso puramente lógico, con pocas referencias surgidas de observaciones, es considerablemente desdeñado por los científicos, tanto creyentes como increyentes. Los científicos «conservadores de premisas» afirman que están yendo más allá de los tradicionales argumentos teológicos, y que ven evidencia directa de un diseño inteligente en sus observaciones y ecuaciones.
Como escribió Paul Davies: «El hecho mismo de que el universo es creativo, y que las leyes han permitido las estructuras complejas para que emerja y se desarrolle el punto de la conciencia –en otras palabras, que el universo ha organizado su propia autoconciencia– es para mí una poderosa evidencia de que hay “algo funcionando” detrás de todo. La impresión de diseño es abrumadora». Nótese el uso de la palabra «evidencia» antes que de «prueba» en esta cita.
De todas formas, un Dios platónico no necesita tener algo que ver con el Dios de la Biblia, o con alguna otra deidad imaginaria, abstracta o personal. Y las ecuaciones no necesitan realmente representar una deidad trascendente. La verdad es que los físicos platónicos ven los campos cuánticos y los tensores métricos del espacio-tiempo como «más reales» que los quarks y los electrones. Los físicos materialistas, por contraste, piensan que los quarks y electrones son más reales que los tensores métricos o los campos de cualquier tipo, que ésos son simplemente invenciones humanas. Pero la mayoría en ambas partes no ve ninguna de esas realidades posibles como deidades. No ven que un «milagro» sea necesario para que la vida y el universo existan.

Y dale con buscar el Dios de los huecos. Esto ilustra por qué la proclamada convergencia de la ciencia y la religión no es capaz de resistir el menor escrutinio. Echemos un vistazo a la historia. La ciencia ha explicado siempre las observaciones en términos de fenómenos naturales (esto es, no sobrenaturales). La religión siempre ha propuesto explicaciones sobrenaturales para llenar esos huecos sobre los que la ciencia no ha dado explicaciones naturales, o simplemente ha callado. Solamente un dominio de la existencia ha sido ocupado en ambos casos: el dominio de las observaciones humanas.
Los chamanes en los bosques de antaño enseñaban que los «espíritus» hacían que las rocas bajaran de una colina, hasta que Newton dijo que era por la gravedad. Los sacerdotes enseñaban que «Dios» creó a los hombres a su imagen y semejanza, hasta que Darwin dijo que la evolución nos creó a imagen y semejanza de los simios. Y ahora, tenemos a esta nueva raza de científicos-teólogos arguyendo de nuevo que sólo porque la ciencia no puede explicar esto, eso o aquello, entonces todavía tenemos una habitación para Dios.
No podemos explicar por qué las constantes de la naturaleza tienen los curiosos valores que tienen, entonces puede que Dios las hizo. No podemos explicar la «espectacular efectividad de las matemáticas», entonces Dios inventó las matemáticas.
Quizás. Pero, ¿es este moderno Dios de los huecos más plausible que el Dios de los chamanes y los sacerdotes? Quizás algún día la ciencia pueda tapar esos huecos sin la premisa de Dios.


Este artículo fue publicado en el volumen 19, número 1, de la revista Free Inquiry.
Ver también: ¿Dónde ponemos a la religión?, El conflicto irresoluble y La involución papal.
Otro artículo de Stenger: Por qué no soy agnóstico.
El debate divino


© Jon Meacham
Traducción de Newsweek Argentina y Fernando G. Toledo

Rick Warren tiene el tamaño de un oso, una voz retumbante y un encanto natural. Sam Harris es compacto, reservado y, a pesar del tono polémico de sus libros, amigable y suave. Warren, uno de los pastores más conocidos del mundo, comenzó en Saddleback en 1980; en la actualidad, 25.000 personas asisten a su iglesia todos los domingos. Harris tiene una voz más suave; para expresarse utiliza extensos párrafos, completos y repletos de datos, como corresponde a un doctor en neurociencias. Tras la reciente invitación de Newsweek, se reunieron en la oficina de Warren y charlaron, en su mayor parte de modo amigable, durante cuatro horas. Éstos son algunos extractos.

Jon Meacham: Rick, por el hecho de que estás jugando de local, comenzaremos con Sam. Sam, ¿existe un Dios en el sentido en que lo cree la mayor parte de los estadounidenses?

Sam Harris: No ha ninguna evidencia de tal Dios, y vale la pena destacar que todos nosotros somos ateos con respecto a Zeus y los miles de otros dioses a los cuales nadie rinde culto acualmente.

Rick, ¿qué pruebas hay de la existencia del Dios de Abraham?

Rick Warren: Veo las huellas de Dios en todas partes. Las veo en la cultura, en el derecho, la literatura, la naturaleza, en mi propia vida. Intentar entender de dónde vino Dios es como si una hormiga intentase entender cómo funciona internet. Hasta el más brillante de los científicos reconoce que solo sabemos un pequeño porcentaje del conocimiento del universo.

Harris: Todo científico debe aceptar que no comprendemos el universo en su totalidad. Pero ni la Biblia ni el Corán representan nuestra mejor comprensión del universo. Eso está más que claro.

Warren: Para usted.

Harris: Hay tanto sobre nosotros que no está en la Biblia… Todas las ciencias específicas, desde la cosmología hasta la psicología y la economía, han superado y reemplazado lo que la Biblia nos presenta como verdades de nuestro mundo.

Sam, ¿los cristianos a los que está dirigido su libro [Letter to a Christian Nation] deben creer que Dios escribió la Biblia y que ésta constituye una verdad literal?

Harris: Bueno, claramente hay un espectro de confianza en el texto. Quiero decir, está la parte de «esto es literalmente verdad, no interpretamos nada ni siquiera en sentido figurado», y luego la parte de «simplemente este es el mejor libro que tenemos, escrito por las personas más inteligentes que hayan vivido, y es válido organizar nuestras vidas a su alrededor excluyendo otros libros». Sea como sea, tengo un problema, porque para mí la Biblia y el Corán no son má sque libros, escritos por seres humanos. Hay partes de la Biblia que me parecen absolutamente brillantes y sin igual poético, y otras partes son extractos del más puro barbarismo, y aun así profesan establecer una moralidad divina, ¿por dónde empezar? En cuanto a algunos hechos que se relatan en Levítico, Deuteronomio, Éxodo, 1 y 2 Reyes y 2 Samuel, la mitad de los reyes y profetas de Israel sería enjuiciada en La Haya por crímenes de lesa humanidad si esos actos se realizaran en nuestros tiempos.


[A Warren] ¿La Biblia es infalible?

Warren: Creo que es falible en aquello que dice serlo. La Biblia no dice ser un libro científico en muchos aspectos.

¿Usted cree que la Creación ocurrió del modo en el que se la describe en Génesis?

Warren: Si lo que me pregunta es si creo en la evolución, la respuesta es «no». Creo que Dios, en un determinado momento, creó al hombre.

Harris: Estoy haciendo un doctorado en neurociencia; frecuento mucha literatura sobre biología evolutiva. Y el punto central es que la evolución por selección natural es una mutación genética aleatoria que se desarrolla durante millones de años en el contexto de presiones ambientales que seleccionan al más apto.

Warren: ¿Quién selecciona?

Harris: El medio ambiente. No hace falta invocar a un diseñador inteligente para explicar la complejidad que percibimos.

Warren: Sam hace que toda clase de afirmaciones basándose en sus presupuestos. Estoy llevado a admitir mis presupuestos: hay pistas de Dios. Hablo con Dios todos los días. Y él me habla a mí.

Harris: ¿Qué significa eso realmente?

Warren: Una de las mayores evidencias de Dios son las plegarias atendidas. Tengo un amigo, canadiense, con un problema de inmigración. Él vive como internado en su templo, y entonces yo dije: «Dios, necesito que me ayudes con esto», cuando salía dar mi paeso matinal. Mientras caminaba, me encuentro con una mujer que me dice: «Soy abogada en temas de inmigración; estaría feliz en tomar este caso». Ahora bien, si esto hubiera sucedido una sola vez en mi vida diría «es una coincidencia». Si sucede miles de veces, no es una coincidencia.

Debe de haber habido veces en su ministerio en que usted haya orado por alguien que necesitara curarse y no lo haya hecho, digamos, una niña con cáncer.

Warren: Oh, absolutamente.

Entonces, analícelo. Dios le manda una abogada de inmigración, pero Dios mata a una niñita.


Warren: Bueno, creo en la bondad de Dios, y creo que él lo sabe mejor que yo. Dios a veces dice que sí, Dios a veces dice no y Dios a veces dice espera. He aprendido la diferencia entre no y todavía no. La cuestión aquí realmente viene a rendirse. Un montón de ateos se esconden detrás del racionalismo; cuando comienzas probando, te encuentras con que sus reacciones son bastante emocionales. De hecho, jamás he conocido a un ateo que no estuviese enojado.

Harris: Déjame ser el primero.

Warren: Creo que en tus libros te mostrás bastante enfadado.

Harris: Puedo mostrarme más impaciente que enojado. Déjame responderte a esta noción de plegarias atendidas, porque es error típido, usar una frase estadística. Sabemos que los seres humanos son tienen un terrible sentido de la probabilidad. Hay muchas cosas que creemos que confirman nuestros prejuicios sobre el mundo, y prestamos atención a los datos que nos los confirman, pero no a los que los contradicen. Podrías probar para satisfacción de todo científico que la plegaria intercesora funciona si preparas un experimento sencillo. Pon a 1.000 millones de cristianos a rezar por un solo amputado. Déjalos pedirle a Dios que regenere el miembro perdido. Esto sucede a diario con las salamandras, se supone que sin plegarias de por medio; esto está entre las capacidades de Dios. [Warren se ríe]. Encuentro interesante que la genet de fe sólo tienda a rezar por condiciones que están autolimitadas.

Warren: Eso es una tergiversación.

Harris: Pero volvamos a la Biblia. ¿Usted cree que Jesús es el hijo de Dios porque cree que los Evangelios son un recuento válido de los milagros de Jesús?

Warren: Ésa es una de las razones.

Harris: Bien, igualmente sabrá que otras religiones del mundo también tienen en su literatura milagros igual de sorprendentes que los de Jesús, inclusive contemporáneos. Por ejemplo, millones de personas creen que Sathya Sai Baba nacio de una virgen, que ha resucitado muertos y que materializa objetos. Hasta se pueden ver algunos de sus milagros en YouTube. Como cristiano, puede decir que sus historias de milagros no son interesantes, que no merecen atención, pero si se las sitúa dentro del contexto religioso precientífico del imperio Romano del siglo I, de repente estos relatos se tornan particularmente convincentes.

Sam, ¿cuáles son las fuentes seculares de un código moral aceptable?

Harris: Bueno, no creo que los libros religiosos sean la fuente. Recurrimos a la Bilbia y somos los jueces de lo que es bueno. Consideramos que la regla de oro es la gran purificación de impulsos éticos, pero la regla de oro no es privativa de la Biblia o Jesús; está presente en muchas, muchas culturas… inclusive se evidencia de cierto modo en algunos primates no humanos. Bajo ningún concepto soy relativista moral. Creo que es muy común que las personas religiosas crean que ser ateo significa ser relativista moral. Considero que existe de modo absoluto lo correcto y lo equivocado. Creo que el asesinato por honor, por ejemplo, es sin lugar a dudas equivocado: puedes usar la palabra malo. Una sociedad que mata mujeres y chicas por indiscreción sexual, incluso si la indiscreción es haber sido violada, es una sociedad que ha asesinado la compasión, que está incapacitada para enseñar a los hombres a valorar a las mujerse y ha erradicado la empatía. La empatía y la compasión son nuestros impulsos morales básicos, y podemos incluso enseñar la regla de oro sin mentirnos a nosotros mismos o a nuestros hijos acerca del origen de ciertos libros o del nacimiento virginal de ciertas personas.

Warren: ¿No cree que los ateos son dogmáticos?

Harris: No.

Warren: Lo siento, no estoy de acuerdo. Usted es considerablemente dogmático.

Harris: Bien, me alegra que haya sacado a relucir mis dogmas, pero primero déjeme hablar de Stalin. Los campos de exterminio y el gulag no fueron producto de que la gente no quisiera creer cosas sobre pruebas suficientes, ni de pedirles argumentos a favor de sus creencias contrarias. Hay personas que estrellan aviones contra nuestros edificios porque tienen resentimientos teológicos contra Occidente. Veo que los crsitianos hacen cosas terrible explícitamente por motivos religiosos, por ejemplo, no financiar las investigaciones de células madre. El motivo siempre es de vital importancia para mí. Ninguna sociedad en la historia de la humanidad ha sufrido por ser razonable en exceso.

Warren: Estamos de acuerdo. Pero para mí el cristianismo salvó a la razón. No tendríamos la Declaración de Derechos si no fuera por el cristianismo.

Harris: Ciertamente, esas es una declaración un tanto discutible. La idea de que de cierto modo derivamos nuestra moralidad de la tradición judeocristiana es mala historia y mala ciencia.

Warren: ¿De dónde se obtiene la moralidad? Si no existe Dios, si simplemente soy un barro complejo, entonces la verdad es que ni su vida ni la mía importan.

Harris: Eso es una caricatura absoluta de…

Warren: No, déjeme terminar. Yo lo dejo a usted caricaturizar el cristianismo. Si la vida es producto de un azar aleatorio, entonces nada importa y no existe la moralidad, es la supervivencia del más apto. Si la supervivencia del más apto significa tener que matarlo para sobrevivir, que así sea. Durante años los ateos han dicho que Dios no existe, pero quieren vivir como si Dios existiera. Quieren vivir como si su vida tuviera significado.

Harris: Nuestra moralidad, el sentido que le encontramos a la vida, es una experiencia vivida que, creo, tiene un componente espiritual. Creo que se puede transformar radicalmente nuestra experiencia del mundo para mejorarla, del mismo modo en que lo presenciaron personas como Jesús o Buda. Hay sabiduría en nuestra literatura espiritual y contemplativa, y me interesa comprenderla. Creo que la meditación y la oración nos afectan de un modo positivo. El interrogante es: ¿qué se puede creer razonablemente sobre la base de esas transformaciones?

Warren: No admite entonces que es su experiencia, y no la racionalidad, lo que lo hace ateo.

Harris: ¿Qué parte de su expriencia hace que usted sea alguien que no es musulmán? Imagino que no estará todas las noches cavilando sobre cómo convertirse al islamismo. Y si no lo hace, es porque cuando los musulmanes dicen «tenemos un libro que es la palabra perfecta del creador del universo, que es el Corán, y que fue dictado a Mahoma en su cueva por el Arcángel Gabriel», usted ve una diversidad de declaraciones y arrogaciones que no están sostenidas por pruebas suficientes. Si las pruebas fueran suficientes, usted estaría obligado a ser musulmán.

Warren: Exacto, eso es correcto.

Harris: Entonces usted y yo mantenemos una postura de ateísmo con respecto al islamismo.

Warren: Ambos tenemos una relación de fe. Usted tiene fe en que Dios no existe. En 1974 pasé casi un año en Japón estudiando todeas las religiones del mundo. Básicamente, todas las religiones apuntan a la verdad. Buda hizo una famosa declaración en sus últimos días: «continúo buscando la verdad». Mahoma dijo: «soy el profeta de la verdad». Los Vedas dicen: «la verdad es esquiva como una mariposa, hay que buscarla». Luego apareció Jesucristo y dijo: «yo soy la verdad». De repente, hay que tomar una decisión.

Harris: Muchos, muchos otros profetas y gurúes han dicho eso.

Warren: La diferencia es que Jesús dice: «Soy el único camino a Dios. Soy el camino al Padre». Puede estar mintiendo como no.

Sam, ¿Rick es intelectualmente deshonesto?

Harris: Francamente, es intelectualmente deshonesto declarar que se está seguro de que Jesús nació de una virgen.

Warren: Digo que acepto eso a través de la fe. Y creo que es intelectualmente deshonesto que usted diga que tiene pruebas de que no fue así. ¿Sabe cuál es la diferencia entre usted y yo? Yo estoy abierto a la posibilidad de equivocarme, y usted no.

Harris: De ningún modo, claro que contemplo esa posibilidad.

Warren: ¿Es decir que contempla la posibilidad de estar equivocado sobre Jesús?

Harris: Y sobre Zeus, claro que sí.

Warren: ¿Y qué está haciendo para estudiar esos temas?

Harris: Considero que las probabilidades de ese evento son tan bajas que…

Warren: ¿Bajas probabilidades?, ¿y qué hay del 96% de los creyentes que hay en el mundo? ¿Son todos idiotas?

Harris: Hay una alta probabilidad de que la mayor parte de la gente se equivoque, como se equivoca gran parte de los estadounidenses, que considera que la evolución no ocurrió.

Warren: Esa declaración es arrogante.

Harris: Es una declaración honesta.

Warren: ¿Por qué el ateísmo no es más atractivo si supuestamente es el más honesto desde el punto de vista intelectual?

Harris: Honestamente, nuestra campaña de relaciones públicas es muy mala.

Warren: [Risas]. No es cuestión de relaciones públicas.

Sam, lo único que yo encuentro verdaderamente problemático en tus argumentos es que yo soy, para citar El fin de la fe, de una «obscenidad absurda» cuando llevo a mis hijos a la Iglesia. Eso es lenguaje fuerte, y no sirve precisamente para animar el diálogo.

Harris: En cierto modo, la estridencia de mis escritos es un esfuerzo por llamar la atención de la gente. Pero puedo defender con honestidad esa estridencia porque creo que la situación que vivimos es urgente. Estoy aterrorizado por lo que significa para mí el embotellamiento por el que está atravesando la civilización. Por un lado tenemos la quebrantadora tecnología del siglo XXI que prolifera, y por el otro tenemos la superstición del siglo I. Una civilización va a atravesar por este embotellamiento más o menos intacta o no va a hacerlo. Y quizás suene a miedo grandilocuente, pero es el fin de la civilización. En numerosas ocasiones, algunas generaciones han atestiguado la ruina de todo lo que sus ancestros han construido. Lo que me da especial terror sobre el pensamiento religioso es la esperanza de que muchas de esas culturas están obligadas a terminarse basándose en la profecía y que su final va a ser glorioso.

¿Cómo funcionaría el mundo ideal, según lo ve Sam Harris?

Harris: En este momento, debemos cambiar las reglas para hablar sobre Dios y la experiencia y la ética espiritual. Yo no niego que eso exista. Se puede tener espiritualidad. Uno puede meditar en una cueva y transformarse, y luego podemos hablar sobre por qué ocurrió eso y cómo se puede replicar. Quizás hata queramos, por motivos perfectamente racionales, decir que deseamos un Sabbath en este país, un Sabbath genuino. Démonos cuenta de que hay poder en la contemplación del misterio del universo, y en recordarse a uno mismo cuánto uno ama a los más allegados, y cuánto más uno podría amar a las personas que aún no ha conocido. No hay nada que se deba creer sobre la base de las pruebas insuficientes para poder considerar esa posibilidad.

Warren: Sam, ¿cree que los seres humanos tienen un espíritu?

Harris: Hay muchos motivos para no creer en un concepto ingenuo de un alma que flota y sale del cerebro al morir para viajar a otro lado. Pero no lo sé.

Warren: ¿Se puede tener espiritualidad sin espíritu?

Harris: Uno se puede sentir uno con el universo.

Warren: Bueno, ¿entonces por qué no puede ir más allá? Porque en este momento está hablando de cosas extremadamente no racionales.

Harris: No hay nada irracional al respecto. Se puede cerrar los ojos y meditar, y perder la sensación del cuerpo físico, por completo. Muchas personas sacan de esa experiencia la conclusión metafísica de «soy sólo espíritu, y puedo trascender mi cuerpo». Esa no es la única conclusión que se puede sacar de esa experiencia, y no me parece que sea la más acertada.

Warren: Usted es más espiritual de lo que cree. Es solo que no quiere tener jefe. No quiere un Dios que le diga qué hacer.

Harris: No quiero fingir tener certeza de nada de lo que no la tenga.

Rick, ¿algo que agregar?

Warren: Creo tanto en la razón como en la fe. Cuanto más aprendemos sobre Dios, más entendemos cuán magnífico es este universo. No es algo contradictorio. Cuando contemplo la historia no concuerdo con Sam: el cristianismo ha generado muchas más cosas buenas que malas. El altruismo es el resultado de saber que hay algo más que esta vida, que existe un Dios soberano, que yo no soy Dios. Tanto Sam como yo estamos apostando. Él apuesta su vida a que tiene razón. Yo apuesto la mía a que Jesús no era un mentiroso. Cuando muramos, si él tiene razón, yo no habré perdido nada. Si yo tengo razón, él habrá perdido todo. No estoy dispuesto a hacer esa apuesta.

Artículo original completo.

mercredi 1 octobre 2008

Lilith Sophia e Luigi Cascioli: l' ateismo di Ratzinger 1 a 5