lundi 27 octobre 2008

’Dios probablemente no existe, no se preocupe y disfrute de su vida’

El darwinista Richard Dawkins impulsa una campaña publicitaria a favor del ateísmo

dijous 23 d'octubre de 2008, per Ràdio Klara

"Dios probablemente no existe, deje de preocuparse y disfrute de su vida". Éste es el provocador eslogan que pretende colocar en los autobuses del Reino Unido una campaña a favor del ateísmo impulsada por el famoso biólogo darwinista Richard Dawkins, autor de ’best-sellers’ como ’El gen egoísta’ y ’El espejismo de Dios.’

ELMUNDO.ES | AGENCIAS

MADRID.

La campaña está siendo un gran éxito, ya que sus organizadores han logrado recaudar cinco veces los fondos que necesitaban para su puesta en marcha. El objetivo inicial era conseguir 7.000 euros para imprimir carteles con el eslogan ateo, y colocarlos durante cuatro semanas en 30 autobuses urbanos que circulan por el distrito londinense de Westminster.

La campaña ya lleva recaudados más de 35.000 euros en donativos de particulares y empresas, y se prevé la aportación de otros 7.000, que se ha comprometido a donar Richard Dawkins.

"La religión está acostumbrada a que todo le salga gratis, incluyendo el derecho a lavar el cerebro de los niños. Esta campaña colocará eslóganes alternativos en los autobuses y hará pensar a la gente", opina el prestigioso biólogo de la Universidad de Oxford.

La campaña ha sido promovida por la periodista Ariane Sherine, quien sugirió el pasado mes de junio en un blog del diario The Guardian que "hacer una campaña en autobuses con un mensaje tranquilizador sobre el ateísmo, sería una buena forma de contrarrestar los mensajes de ciertas organizaciones religiosas que amenazan con el infierno a los no cristianos."

"Nuestro mensaje es divertido pero tiene un fondo serio: los ateos queremos un país, una escuela y un gobierno laico. El importante apoyo que ha recibido nuestra campaña muestra que muchas personas están de acuerdo con estas ideas", asegura la escritora.

La Asociación Humanista del Reino Unido se encargará de gestionar los donativos, y el dinero sobrante se destinará a financiar una nueva campaña publicitaria más ambiciosa.

Los líderes religiosos británicos han respondido de modo favorable a esta iniciativa. La Iglesia de Inglaterra ha manifestado que defenderá el derecho de cualquier grupo que represente una posición religiosa o filosófica a promover sus ideas a través de los canales apropiados, aunque matizan que las ceencias cristianas no tienen que ver con preocuparse o no disfrutar la vida, sino más bien lo contrario.

"Nuestra fe nos libera para considerar esta vida con la perspectiva apropiada", aseguró un portavoz.

Por su parte la Iglesia Metodista Británica considera positivo el "continuo interés" que autores como Dawkins prestan a los temas relacionados con Dios, ya que esto anima a la sociedad a pensar más sobre este asunto.

Noticia extraída de:

http://www.elmundo.es/elmundo/2008/10/23/ciencia/1224754600.html


26.10.08

La FIdA en Radio Klara

A partir del 31.10.08, todos los viernes, a las 11 h., podrás escuchar en Radio Klara, desde Valencia, el programa de la Federación Internacional de Ateos. Con entrevistas e información sobre la actualidad semanal, vista desde nuestra perspectiva. Hablaremos de las ofensivas clericales, de los ataques al laicismo, del avance de los fundamentalismos religiosos... Alertaremos contra esa "Nueva Edad Media" en la que quieren encerrarnos los teocons, la Iglesia católica, los radicales islámicos y las corrientes integristas neoevangélicas. Examinaremos la estrategia política de los grupos de acción católicos. Llamaremos la atención sobre la pérdida de derechos y libertades. Trataremos de sectas, milenarismos y alumbrados. De la nueva inquisición. De la guerra contra la ciencia. Del creacionismo, de la ultraderecha, de la superstición religiosa en el siglo XXI. Abordaremos las formas de oscurantismo que las diversas Conferencias Episcopales, bajo el mandato del Teócrata de Roma, pretenden erigir en norma general. Denunciaremos la presencia de símbolos religiosos en el ámbito público, la religión en las aulas, el Concordato, la desmemoria de los clericales. Criticaremos el poder político y económico de las iglesias, el retorno de los códigos medievales, la intolerancia, los abusos del clero, la pederastia, el colaboracionismo histórico. Hablaremos de apóstatas, de herejes y de blasfemos, condenados aún hoy por los "guardianes de la moral". De tribulaciones, disidentes, artimañas y luchas intestinas.

Escúchanos en la red, y también en la FM (104.4) si te encuentras en Valencia.

jeudi 23 octobre 2008

ATHÉISME

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o L'athéisme expliqué aux croyants, un livre Paul Desalmand

Présenter l'athéisme dans toutes ses composantes (historique, philosophique, politique, scientifique) sans constituer une somme pesante, telle est la tâche réussie par Paul Desalmand dans L'athéisme expliqué aux croyants. La démarche suivie est celle de la présentation et de l'explication. Destiné, en sous titre, aux croyants, l'ouvrage se devait d'être clair et dépassionné et devient aussi un très bon outil pour l'incroyant qui y trouve un matériau solide pour des investigations personnelles ultérieures. Kant et Meslier, la Révolution française comme le totalitarisme stalinien, l'athéisme pratique et la laïcité, toutes les composantes de l'athéisme sont traitées de façon synthétique afin de fournir au lecteur une présentation fidèle des concepts. L'auteur fournit ainsi un guide essentiel et fort bienvenu pour une explication générale de l'athéisme et enrichit une production littéraire athée actuellement insuffisante : http://atheisme.org/desalmand.html

o Chroniques d'un incroyant, un livre de Bruno Alexandre

Comme on prend le taureau par les cornes, les Chroniques d'un incroyant de Bruno Alexandre n'attendent aucun préambule pour balayer promptement l'imposture cléricale d'un islam progressiste. L'islam est violent, intrinsèquement violent, dès ses origines. Même combat, au sens propre, pour l'Ancien Testament qui, en la matière, fut un guide sûr pour l'islam. Pas moins, mais pas plus, que l'islam, le judaïsme ne s'est construit dans le rejet et le châtiment du mauvais croyant. Quant au texte néotestamentaire, qu'il recèle moins de haine et de violence n'a pas privé l'Église catholique de devenir le monstre que l'on sait. Et la secte vaticane n'est sauvée par aucune excuse ou astuce intellectuelle. Contrepoint indispensable au totalitarisme, le blasphème est l'objet de la deuxième partie de l'ouvrage où l'auteur retourne aisément l'imposture de l'argument de l'islamophobie. Où sont les éructations habituelles du MRAP face au racisme anti-athées qui imbibe chaque sourate ?

http://atheisme.org/brunoalexandre2.html

dimanche 5 octobre 2008

Mujer nicaragüense se desnuda para ser preñada con el Anticristo en San José

Una nicaragüense quedó en paños menores en plena vía pública de San José, a la espera de que “bajara el Mesías” para ser poseída y quedar fecundada por “el anticristo”.

Aunque no llegó ningún mesías ni fue fecundada, Carolina de los Ángeles Tinoco, de 38 años, fue detenida por efectivos de la Fuerza Pública cuando pretendía desnudarse completamente en el Parque “Braulio Carrillo”, mejor conocido como parque La Merced.

En calzón y sostén, la pinolera abría sus brazos al cielo y pedía a los mirones, pasadas las siete de la noche de este domingo, que de igual forma la imitaran, porque de lo contrario el Mesías escogería a otra para ser madre de su hijo y no ella.

La mujer –afectada por algún alucinógeno o con graves perturbaciones mentales– decía que había recibido el mensaje divino de despojarse de su ropa y esperar la llegada del Mesías para que fuera la madre del anticristo.

Policía evitó que se desnudara




El sitio web de Richard Dawkins bloqueado por corte turca


Prof. Richard Dawkins

Si estás en Turquía y tratas de visitar el sitio de Richard Dawkin www.richarddawkins.net, no encontrarás nada más que el siguente mensaje: 'el acceso a este sitio ha sido prohibido por orden de la corte'. La Segunda Corte Criminal de Paz ordenó a Turkish Telecom bloquear el acceso al popular sitio en respuesta a la queja de Adnan Oktar, alias Harun Yahya, quien dice que el sitioo contiene comentarios insultantes sobre su trabajo.

Harun Yahya es un defensor mesiánico de la versión islámica del creacionismo, que trata de "evidenciar" que la teoría de evolución del Darwin es el mayor fraude en la historia de la ciencia. Este eufórico fanatismo anti-ciencia tiene a su disposición enormes fondos de fuentes desconocidas. Él trata de difundir en varios idiomas sus numerosos libros, artículos y películas en contra de la evolución, a través de internet. En 2006, produjo una lustrosa y pesada obra de 800 páginas bajo el nombre de "Atlas de la Creación" y mandó 10,000 copias a los científicos, periodistas, los medios y escuelas de todo Europa. Uno de los recipientes fue el profesor Richard Dawkins. El prominente especialista de la evolución describió este libro en sus sitio como "ridículo" e hizo notar que era "una pérdida reconciliar el lustre y costoso valor de la producción del libro con las 'impresionantes sandeces' de su contenido". Oktar demandó al profesor de Oxford por la cantidad de 8000 YTL (cerca de 4000 euros), por daños de angustia mental.

Con anterioridad, Adnan Oktar trató y fracasó en prohibir la versión turca del famoso libro de Richard Dawkin "The God Delusion" (la vana ilusión de Dios). La editorial turca fue demandada y absuelta. La demanda de Oktar sobre que el libro era blasfemo, fue rechazada por la corte. El libro fue un best-seller en Turquía. El libro de Dawkin "The Ancestor's Tale" (el relato de los ancestros) había salido antes a la venta, pero "The God Delusion" se agotó el mismo día que salió a la venta.

Richard Dawkins, "The Ancestor's Tale", en turco.

Después de la aplicación de una nueva ley de internet en mayo de 2008, la censura de internet está rampante en Turquía. Más de 850 sitios han sido bloqueados desde entonces. Los sitios pueden ser bloqueados por las siguientes razones. Si su contendido pudiera ser dañino para los niños, si se alienta el uso de drogas, sitios de apuestas, prostitución, pornografía o suicidio, si alientan a la causa kurda que insulta a Kamal Atatürk, el fundador de Turquía. Por ejemplo, el sitio que comparte videos "Youtube" ha sido prohibido en Turquía desde hace cuatro meses, pues supuestamente contiene videos que insultan la memoria de Atatürk. Para Adnan Oktar y sus asociados, la nueva ley de censura es una oportunidad "venida del cielo". Antes del sitio de Richard Dawkins, lograron bloquear a WordPress.com y Google Groups bajo el argumento de que algunos grupos y blogs en estos sitios contenían materíal calumniante.

Oktar actualmente está apleando en contra de una sentencia de tres años impuesta por crear una organización ilegal para ganancia personal.

Link: Richard Dawkins: Venomous Snakes, Slippery Eels, and Harun Yahya

http://richarddawkins.net/article,2833,UPDATED-Venomous-Snakes-Slippery-Eels-and-Harun-Yahya,Richard-Dawkins

"La lapidación de Soraya M."

Director de cine Cyrus Nowrasteh / Fotos de la película

Este septiembre en Toronto durante el festival internacional de cine, fue el debut de una película de Cyrus Nowrasteh: "La lapidación de Soraya M." (the stoning of Soraya M.). Basada en una historia real, presenta a la audiencia los espeluznantes detalles de un ritual barbárico que aun se ejecuta en el Irán actual.


Oficialmente no ha habido lapidación en Irán después de la cabeza de la magistratura, Ayatollah Mohmoud Hashemi-Shahroudi, bajo la presión de una protesta internacional ordenó una moratoria a la lapidación en 2002. Pero aun así mucha gente ha muerto apedreada. En julio de 2007, el caso de Jafar Kiani, lapidado en Qazvin (noreste de Irán), cuasó una protesta internacional. En mayo de 2006, Abbas H. y Mahbubeh A. fueron apedreados hasta morir en Mashhad (noreste de Irán). Durante 2007, la Suprema Corte Islámica de Irán aprobó varias sentencias de muerte por lapidación. En enero de 2008, Amnestía Internacional pidió a Irán que aboliera la ejecución por lapidación.


Al momento al menos nueve personas, sentenciadas a muerte por lapidación, estaban en la espera de la ejecución. Fuertes protestas de Irán e internacionales presionaron para que las sentencias fueran reducidas - pero aun no está claro si las víctimas realmente están a salvo. Mientras tanto, el Concilio Nacional de Resistencia de Irán y las organizaciones de derechos humanos reportaron sobre los casos de Gilan Mohammadi, una mujer de 30 años de edad, y de la afgana Gholamali Eskandari, ambas sentenciadas a muerte por lapidación esperan sus sentecias ejecutadas en Isfahan, la prisión central de Irán.


"La lapidación de Soraya M." ocurrió hace 20 años y fue descrita en 1990 por el reportero franco-iraní Freidoune Sahejan en su libro del mísmo título. Es la historia de una mujer, madre de nueve niños, que es acusada falsamente de adulterio por su esposo Ali, pues quiere deshacerse de ella para casarse con una joven que le ha sido ofrecida. Súbitamente la inocente e indefensa Soraya se convirtió en paria, despojada de los derechos humanos básicos, marcada como un animal de sacrificio para ser el objeto de un ritual violento y sendiento de sangre que une a la comunidad de machos del pueblo en la destrucción del mal que ahora pareciera que representa ella. La película lentamente muestra todo detalle a detalle: las piedras son elegidas - no muy grandes, pues no deben de matar rápidamente -, su cuerpo es lavado ritualmente, envuelto en una túnica blanca y llevada en una camilla al campo de lapidación. Sus manos atadas a su espalda. Ahí, ella es sepultada hasta las axilas, y entonces se desarrolla el ritual macabro. Sus dos hijos son obligados a abjurar sobre ella y unirse a los que arrojan piedras.


La película está realizada por gente que ha tenido la experiencia personal del miedo del fundamentalismo en el poder. El director Cyrus Nowrasteh es un iraní-americano cuya familia tuvo que huir de Irán después de la revolución. Cuando la actriz principal Shohreh Aghdashloo, otra iraní-americana, habló con un reportero en Estados Unidos sobre la tortura en Irán, la policía Iraní arrestó a su hermano en casa y lo mantuvo en prisión por un año.

Links:

Reporte de NCRI: http://ncr-iran.org/content/view/5599/1/
Declaración de Amnestía Internacional
, London:

http://www.voanews.com/english/archive/2008-01/2008-01-15-voa48.cfm?CFID=44707033&CFTOKEN=46282609
Campaña mundial contra la lapidación „Stop Stoning Forever“: http://www.stop-stoning.org/node/25


Hombre-Dios bajo sospecha: Asaram Bapu


Asaram Bapu

Un niño de 5 años de edad fue encontrado muerto - con su cabeza dentro de una cubeta con agua - en un baño en una escuela ashram a cargo del hombre-dios Bapu en Chhindwara, Madhya Pradesh. Tan sólo tres días antes, otro niño murió bajo circunstancias similares. Y a principios de juio, los cuerpos de dos niños, de 9 y 10 años, estudiando en la escuela ashram del hombre-dios en Ahmedabad, Gujarat, fueron encontrados en un lecho seco de un río. A uno, le faltaba el hígado y el esternón; el otro no tenía orejas - una prueba de lo que parece indicar que fueron víctimas de un sacrificio humano. Cuando la policía trato de mantener en secreto los casos y los partidarios del hombre-dios comenzaron una violenta agitación en su defensa, atacando a los periodistas, la gente de la colonia se puso incontrolablemente furiosa.


Asaram Bapu, de 68, es uno de los hombres-dios más poderosos de la India. Con más de 100 ashrams por todo el país y 1200 centros de oración alrededor del mundo, cuenta con unos veinte millones de seguidores de su imperio valuado en 500 millones de rupias (más de 180 millones de dólares). Su reino es de terror y violencia. Sus devotos son asustados y golpeados en sumisión absoluta. Comparándose a si mismo con Shiva, el dios hindú de la destrucción, amenaza con destruir con su maldición a quien lo cuestione y critique. En su libro "Gurubhakti", le ordena a sus devotos que usen la violencia en contra de sus críticos... ¡ incluso cortarles la lengua !

Mientras tanto, la policía declara que el asesino en el ashram de Chhindwara fue un estudiante de 14 años, pero el escepticismo permanece. En Ahmedabad, Praful Varghese, el padre de uno de los niños muertos, se puso en huelga de hambre presionando para que se haga una investigación independiente. El ministro prometió una - pero hasta el momento no ha habido resultados.


Lo que sea que resulte o no resulte estar detrás de estos asesinatos - han dado rienda suelta a una ola pública de furia contra Asaram Bapu. La gente ya no está dispuesta a cerrar los ojos ante los crímenes del "hombre santo". "Se está desarrollando una nueva conciencia en este país y estoy muy, muy contento al respecto - es por ello que más y más 'hombres-dios' están siendo expuestos.", comentó Sanal Edamaruku en una entrevista del CNN IBN.


Mira los dos artículos en CNN IBN:

Framed or foul play - Asaram followers left wonderung

(Nilanjana Bose, CNN IBN)


Godmen under increasing scrutiny

(Samkhya Edamaruku, CNN IBN)


Links:

http://www.ibnlive.com/videos/70201/framed-or-foul-play-asaram-followers-left-wondering.html

http://www.ibnlive.com/videos/70202/selfstyled-godmen-under-increasing-scrutin..html

Memorial de Joseph Edamaruku


Joseph Edamaruku (1934 - 2006)

El Centro Racionalista de Nueva Delhi invitó a sus amigos a conmemorar el aniversario del nacimiento de Joseph Edamaruku, racionalista eminente, erudito y autor, anterior presidente de la Asociación Racionalista de La India y asociado honorario de Racionalista Internacional. La conferencia del memorial fue dada por Paul Kurtz, profesor emérito de filosofía en la Universidad Estatal de Nueva York en Búfalo, presidente del Centro de Investigación - Transnacional y asociado honorario de Racionalista Internacional. La confarencia de el profesor Kurtz versó sobre "El tempreramento científico y el secularismo: hacia una nueva ética planetaria".

En el Centro Racionalista de Nueva Delhi: Profesor Paul Kurtz ofrece una conferencia durante el memorrial de Joseph Edamaruku

(de izquierda a derecha: Innaiah Narisetti, Prof. Paul Kurtz, Sanal Edamaruku, V S Kumaran)


Durante la Conferencia Internacional Racionalista de 2000 en Trivandrum: Joseph Edamaruku

(en el centro) da el Primer Galardón Racionalista Internacional al profesor Kurtz

(a la izquierda: Sanal Edamaruku)

El profesor Paul Kurtz ha sido amigo de la Asociación Racionalista India desde hace muchos años. En el 2000, él inauguró la celebración del cincuenta aniversario de esta asociación durante la Conferencia Internacional Racionalista en Trivandrum, Kerala. Él alabó las sus contribuciones a exponer los alardeos de poderes paranormales no sólo en la India, sino también -gracias a los medios norteamericanos- en América ("In Praise of Rationalism"). El profesor Kurtz es la persona que recibió el primer Galardón Racionalista Internacional, que fue otorgado durante la conferencia en Trivandurum por parte de Joseph Edamaruku, el entonces presidente de la Asociación Racionalista India.

Link: Paul Kurtz, In Praise of Rationalism:

http://www.rationalistinternational.net/conferences/2000/in_praise_of_rationalism.htm


Henry Morgentaler nombrado para la Orden de Canadá



Dr. Henry Morgentaler

El Dr. Henry Morgentaler ha sido llamado a la Orden de Canadá, el más alto honor del país. Sobreviviente a los campos de concentación en Auschwitz, dedicó su vida a pelear una larga y difícil lucha para la legalización del aborto en Canadá - lográndolo en 1988 cuando, bajo su pedido, la Suprema Corte abolió la ley del aborto por razones basadas en los derechos humanos. El Dr. Morgentaler -quien valientemente desafió la ley y practicó abortos durante más de 35 años para ofrecer a las mujeres en Canadá un final digno, seguro e indoloro a sus embarazos no deseados- pasó por grandes sacrificios personales debido a sus convicciones. Sufrió el acoso de los fanáticos religiosos y tuvo que pasar diez años en prisión aunque finalmente todos los cargos terminaron en absolución. Su nombramiento desató una tormenta de furia en el campamento "pro-vida".

El nombramiento del Dr. Morgentaler a la Orden de Candá reconoce su determinación para cambiar las políticas públicas canadienses sobre el aborto y reconoce su liderazgo en las orgranizaciones humanistas y de libertades civiles. Morgentaler fue el fundador y mucho tiempo presidente de la Organizacion Humanista Canadiense. Es un Miembro Honorario de la Asociación Racionalista Internacional.

Traduction: Miguel Angel Landgrave Martínez






del blog Razón Atea

Por qué no soy agnóstico
© Victor J. Stenger
Traducción de Fernando G. Toledo

Muchos no creyentes dicen ser agnósticos antes que ateos. No creen que Dios exista, pero no están seguros y entonces son renuentes a llamarse ateos. Una actitud común es decir: «Tal vez hay algo allí afuera. A fin de cuentas, no lo conocemos todo».
¿Cuán seguros de la inexistencia de Dios debemos estar los que nos autodenominamos ateos? Obviamente, no podemos estar 100% seguros de nada. Pero podemos estar 99,99999% seguros de un montón de cosas, y eso es normalmente suficiente para tomar las decisiones diarias de nuestra vida. No podemos estar seguros de que no caeremos y nos romperemos el cuello al bajar de la cama en la mañana, pero no nos quedamos en la cama por eso. Viajamos en autos y en aviones, donde las probabilidades de sobrevivir no son del 100%, pero sí bastante cerca como para hacerlo. En esos casos, hacemos un análisis de riesgo-beneficio y decidimos que el beneficio justifica el riesgo.
Algunas cosas son, para todo propósito práctico, seguras. Si saltamos desde una ventana del décimo piso, podemos estar bastante seguros de que nos daremos un feo golpazo, no por la caída, como se dice, sino por la llegada. Ahora bien, un avión con un colchón atado a su ala podría pasar justo como para salvarnos. De nuevo, como se dice, «todo es posible». Pero este es un ejemplo del tipo de cosas posibles con las que hemos aprendido a no contar.
Así que, ¿cuál es el límite entre el agnóstico y el ateo? Si dibujamos la línea en el 100% de certeza, entonces no quedaría ningún lugar para los ateos. En ese caso, no habría ateos ni en una trinchera. Sin embargo, algunas personas se autodenominan ateos, incluyendo muchos que han pasado tiempo en trincheras. La palabra debe de significar algo para ellos. Sugiero que los ateos son personas que han evaluado las posibilidades, hecho el análisis riesgo-beneficio, y encontrado que la existencia de Dios es tan improbable que prefieren vivir sus vidas sin todo el lastre que toda creencia te fuerza a cargar.
El lastre de la creencia es pesado. No sólo se espera que dones tiempo y dinero a tu iglesia, sino, lo más importante, se espera que cambies tu cabeza. Y, como ha dicho Dan Quayle, «perder la cabeza es algo terrible».
Cuando eres un miembro fiel de alguna religión, no eres libre de usar tu propio juicio en lo que sea mejor para ti, para tu familia y la sociedad. Más bien, se espera que aplaces el juicio por el de otros que aseguran tener la autoridad sobrenatural. Y desde el momento en que ellos no ofrecen evidencia para avalar lo que dicen excepto su propia palabra, se te pide que evites usar tu propio intelecto en el proceso.
A lo largo de los siglos, muchos intentos han querido probar el basamento racional de la creencia sobrenatural. Todos han fallado. Los predicadores pueden todavía atraer clientes hacia sus argumentos simplones con aire de lógicos, del estilo: «¿como podría esto –el universo, la vida, la conciencia– haber surgido desde la nada?». Ellos les aseguran a sus oyentes que Dios lo hizo todo. Pero consideren lo absurdo del argumento: algo no puede surgir de la nada, y entonces debe provenir de Dios… que surge de la nada.
Últimamente, la creencia en una realidad indetectable y trascendente ha acabado en la fe antes que en la razón. Las iglesias han convencido a la mayor parte de la raza humana de creer en lo increíble, darle crédito a lo inverosímil, racionalizar lo irracional. Un ateo es alguien que no puede creer en algo que no tiene base racional, que es nada más que una fantasía y una delusión arrastrada desde la infancia ignorante y supersticiosa de la raza humana.

Artículo original en Mukto-mona.
Ver también: Agnósticos y ateos, por Gonzalo Puente Ojea, Propuesta y La palabra Dios.
En la imagen, Thomas Huxley, quien acuñó el término agnosticismo.
Un manifiesto ateo
© Sam Harris
Traducción de Fernando G. Toledo y J.C. Álvarez

En algún lugar del mundo un hombre ha secuestrado a una niña. Pronto va a violarla, torturarla y matarla. Si una atrocidad de este tipo no estuviera ocurriendo en este preciso momento, sucederá en unas pocas horas, como máximo unos días. Tanta es la confianza que nos inspiran las leyes estadísticas que gobiernan las vidas de 6 mil millones de seres humanos. Las mismas estadísticas también sugieren que los padres de esta niña creen que en este preciso momento un Dios todopoderoso y amoroso cuida de ellos y su familia. ¿Tienen derecho a creer esto? ¿Es bueno que crean esto?
No.
La integridad del ateísmo está contenida en esta respuesta. El ateísmo no es una filosofía; ni siquiera es una visión del mundo; es un rechazo a desmentir lo obvio. Desafortunadamente, vivimos en un mundo en el cual lo obvio es, por principio, pasado por alto. Lo obvio debe ser observado y reobservado y discutido. Ésta es una tarea ingrata. Se la toma con un aura de petulancia e insensibilidad. Es, más que nada, una tarea que el ateo no desea.
Aunque resulta menos notorio, nadie necesita identificarse a sí mismo como un no-astrólogo o un no-alquimista. Consecuentemente, no tenemos palabras para la gente que niega la validez de esas pseudodisciplinas. En el mismo sentido, «ateísmo» es un término que no debería existir. El ateísmo no es más que el ruido que la gente razonable hace cuando se topa con el dogma religioso. El ateo es simplemente una persona que cree que los 260 millones de estadounidenses (el 87% de la población) que dicen no tener dudas sobre la existencia de Dios deberían estar obligados a presentar pruebas de su existencia, e incluso, de su benevolencia, dada la imparable destrucción de seres humanos inocentes de la que somos testigos a diario.
Nada más que el ateo advierte cuán sorprendente es nuestra situación: la mayor parte de los nuestros cree en un Dios que, bajo todo concepto, es igual de fantástico que los dioses del Olimpo; nadie, sea cuales fueren sus capacidades, puede ocupar un cargo público en los Estados Unidos sin suponer que ese Dios existe; y muchas de las cosas que pasan en la política pública en este país se deben a tabúes religiosos y supersticiones propias de una teocracia medieval. Nuestra realidad es abyecta, indefendible y horrorosa. Sería graciosa, si las consecuencias no fuesen tan graves.
Vivimos en un mundo donde todas las cosas, buenas y malas, acaban destruidas por el cambio. Los padres pierden a sus hijos y los hijos a sus padres. Los maridos y esposas se separan por un instante, y nunca se vuelven a ver. Los amigos se despiden con prisa, sin saber que será la última vez que lo hagan. Esta vida, cuando se la mira en su totalidad, se aparece como poco más que un vasto drama de la pérdida. La mayoría de las personas, sin embargo, imaginan que hay una cura para esto. Si vivimos correctamente –ni siquiera éticamente, sino dentro de los parámetros de ciertas creencias antiguas y conductas esterotipadas– obtendremos todo lo que queramos después de que hayamos muerto. Cuando caigan finalmente nuestros cuerpos, simplemente nos desharemos de nuestro lastre corporal y viajaremos a una tierra en la que nos reuniremos con todos los que amamos cuando estábamos vivos. Por supuesto, la gente demasiado racional y demás chusma quedará excluida de este sitio feliz, y aquéllos que suspendieron su increencia mientras vivían serán libres para disfrutar de sí mismos por toda la eternidad.
Vivimos en un mundo de sorpresas inimaginables –desde la energía de fusión que irradia el sol a la genética y las consecuencias evolutivas de estas luces que bailan por eones desde el Oriente– y todavía el Paraíso conforma a nuestros intereses más superficiales con la comodidad de un crucero por el Caribe. Esto es asombrosamente extraño. Alguien no lo conociera pensaría que el hombre, en su miedo a perder todo lo que ama, ha creado el cielo, junto con su Dios guardián, a su imagen y semejanza.
Considérese la destrucción que el huracán Katrina dejó en Nueva Orléans. Más de un millar de personas murieron, decenas de miles perdieron todas sus posesiones terrenas y cerca de un millón fueron desposeídas de su hogar. Con seguridad, se puede decir que casi todos los que vivían en Nueva Orléans en el momento del desastre del Katrina creía en un Dios omnipotente, omnisciente y compasivo. ¿Pero qué estaba haciendo Dios mientras un huracán devastaba su ciudad? Seguro que oía la plegarias de los viejos y las mujeres que huían de la inundación hacia la seguridad de sus azoteas, sólo para terminar ahogándose más lentamente. Eran personas de fe. Eran buenos hombres y mujeres que habían rezado durante todas sus vidas. Sólo el ateo ha tenido el coraje de admitir lo obvio: esa pobre gente murió hablándole a un amigo imaginario.
Claro, había advertencias de que una tormenta de proporciones bíblicas sacudiría Nueva Orléans, y el la respuesta humana al desastre posterior fue trágicamente ineficaz. Pero fue ineficaz sólo bajo la luz de la ciencia. Los indicios del avance del Katrina fueron sacados de la muda Naturaleza mediante cálculos meteorológicos e imágenes satelitales. Dios no le cuenta a nadie sus planes. De haberse confiado los residentes de Nueva Orléans en la caridad del Señor, no se habrían enterado de que un huracán asesino se abatiría sobre ellos hasta que hubieran sentido las primeras ráfagas del viento sobre sus rostros. A pesar de todo, según una encuesta del Washington Post, un 80% de los sobrevivientes del Katrina aseguraban que el suceso había reforzado su fe en Dios.
Mientras el Katrina devoraba Nueva Orléans, cerca de mil peregrinos chiítas morían al derribarse un puente en Iraq. No caben dudas de que esos peregrinos creían poderosamente en el Dios del Corán: sus vidas estaban organizadas alrededor del hecho indubitable de su existencia; sus mujeres caminaban con el rostro velado delante de él; sus hombres se mataban regularmente unos a otros en nombre de interpretaciones enfrentada de su palabra. Sería de destacar si un solo de los sobrevivientes de esta tragedia perdiera su fe. Lo más probable es que los sobrevivientes imaginen que han sido resguardados por la gracia de Dios.
Sólo el ateo reconoce el infinito narcisismo y el autoengaño de los que se salvaron. Sólo el ateo comprende cuán moralmente despreciable es que los sobrevivientes de una catástrofe se crean salvados por un Dios amoroso mientras que este mismo Dios ahogaba a los niños en sus cunas. Debido a que se niega a tapar la realidad del sufrimiento del mundo con el disfraz de una fantasía de vida eterna, el ateo siente hasta en los huesos cuán preciosa es la vida, y al mismo tiempo cuán desafortunados sos esos millones de seres humanos que sufren el más terrible ataque a su felicidad sin ninguna razón valedera.
Uno se pregunta cuán vasta y gratuita tiene que ser una castástrofe para que alcance a a sacudir la fe del mundo. El Holocausto no lo consiguió. Tampoco lo habría hecho el genocidio en Ruanda, ni aunque sus perpetradores fuesen sacerdotes armados con machetes. Quinientos millones de personas murieron de viruela durante el siglo XX, casi todos niños. Los caminos de Dios son, sin duda, inescrutables. Pareciera que cualquier hecho, no importa cuán infeliz sea, puede ser compatible con la fe religiosa. En materia de fe, hemos decidido no tener los pies en la Tierra.
Por supuesto, la gente de fe asegura que Dios no es responsable del sufrimiento de la humanidad. Pero, ¿cómo podemos entender que se afirme que Dios es a la vez omnisciente y omnipotente? No hay otro modo, y es tiempo de que los seres humanos razonables lo asuman. Es el viejo problema de la teodicea, claro, y deberíamos considerarlo resuelto. Si Dios existe, pues no puede hacer nada por detener las más descomunales calamidades o no le importa hacerlo. Dios, por consiguiente, o es impotente o es malvado. Los lectores piadosos ejecutarán ahora la siguiente pirueta: Dios no puede ser juzgado por las simples reglas humanas de moralidad. Pero, obviamente, las simples reglas humanas de moralidad son precisamente las que primero usan los fieles para establecer la bondad de Dios. Y cualquier Dios que se preocupara por algo tan trivial como un matrimonio gay o el nombre por el que debe ser mencionado en una plegaria, no es tan inescrutable después de todo. Si existiera, el Dios de Abraham no sería solamente indigno de la inmensidad de la creación, sería indigno de cualquier hombre.
Hay otra posibilidad, claro, y es la más razonable y la más odiosa: el Dios de la Biblia es una ficción. Como Richard Dawkins ha observado, todos somos ateos con respecto a Zeus y a Thor. Sólo el ateo ha concluido que el dios bíblico no es diferente. Consecuentemente, sólo el ateo es lo suficientemente compasivo como para tomarse en serio la hondura del sufrimiento mundial. Es terrible que todos vayamos a morir y perder cada cosa que amamos; es doblemente terrible que tantos seres humanos sufran sin necesidad mientras viven. Buena parte de ese sufrimiento puede ser directamente atribuido a la religión –a los odios religiosos, las guerras religiosas, las ilusiones religiosas (religious delusions) y las diversiones religiosas de escasos recursos–, y es lo que convierte al ateísmo en una necesidad moral e intelectual. Es una necesidad, de todos modos, que el desplaza al ateo hacia los márgenes de la sociedad. El ateo, por el mero hecho de estar en contacto con la realidad, termina lleno de vergüenza al no tener relación con la vida de fantasía de sus vecinos.

La naturaleza de la creencia
Según varias encuestas recientes, el 22 % de los americanos están totalmente convencidos de que Jesús volverá a la Tierra algún día de los próximos 50 años. Otro 22% cree que lo anterior es bastante probable. Seguramente este mismo 44 % de americanos son los que van a la iglesia una vez por semana o más, que creen literalmente que Dios prometió la tierra de Israel a los judíos, y que quieren prohibir la enseñanza del hecho biológico de la evolución a nuestros hijos. Como bien sabe el Presidente George W. Bush, los creyentes de esta categoría constituyen el segmento más cohesionado y motivado del electorado americano. Por consiguiente, sus opiniones y prejuicios influyen en casi todas las decisiones de importancia nacional. Los políticos liberales parecen haber extraído una lección incorrecta de estos acontecimientos y han vuelto su mirada hacia las Escrituras, preguntándose cómo podrían congraciarse con las legiones de hombres y mujeres de nuestro país que votan en gran parte basándose en el dogma religioso. Más del 50 % de los americanos tiene una opinión «negativa» o «sumamente negativa» de la gente que no cree en Dios; el 70 % piensa que es muy importante que los candidatos a la presidencia sean «firmemente religiosos». La irracionalidad se encuentra ahora en ascenso en los Estados Unidos: en nuestras escuelas, en nuestros tribunales y en cada rama del gobierno federal. Sólo el 28 % de los americanos cree en la evolución; el 68 % cree en Satán. Una ignorancia de tal calibre, concentrada tanto en la cabeza como en el vientre de una superpotencia sin rival, representa actualmente un problema para el mundo entero.
Aunque sea bastante fácil para la gente de buen tono criticar el fundamentalismo religioso, la llamada «moderación religiosa» todavía disfruta de un prestigio considerable en nuestra sociedad, incluso dentro de la torre de marfil. Lo anterior resulta irónico, ya que los fundamentalistas tienden a hacer un uso de sus cerebros más basado en principios que los «moderados». Aunque los fundamentalistas justifiquen sus creencias religiosas con pruebas y argumentos extraordinariamente pobres, al menos intentan dar una justificación racional. Los moderados, en cambio, generalmente no hacen más que citar las consecuencias benéficas de la creencia religiosa. En lugar de decir que creen en Dios porque ciertas profecías bíblicas se han cumplido, los moderados dirán que ellos creen en Dios porque esta creencia «da sentido a sus vidas».
Cuando un tsunami mató a cien mil personas el día siguiente al de Navidad, los fundamentalistas interpretaron fácilmente este cataclismo como una prueba de la ira de Dios. Al parecer, Dios había enviado otro mensaje oblicuo a la humanidad sobre los males del aborto, la idolatría y la homosexualidad. Aunque moralmente obscena, esta interpretación de los acontecimientos es hasta cierto punto razonable, aceptando determinadas suposiciones (absurdas). Los moderados, en cambio, rechazan extraer cualquier conclusión sobre Dios a partir de sus obras. Dios sigue siendo un perfecto misterio, una mera fuente de consuelo que es compatible con la existencia del mal más desolador. Ante desastres como el tsunami asiático, la piedad liberal es apta para producir las más afectadas y pasmosas tonterías imaginables. Así y todo, los hombres y mujeres de buena voluntad prefieren habitualmente tales vacuidades a la moralización y profetización odiosas de los creyentes auténticos. Ante las catástrofes, sin duda es una virtud de la teología liberal que ésta enfatice la piedad sobre la ira. Vale la pena señalar, sin embargo, que es la piedad humana lo que se revela --no la de Dios-- cuando los cuerpos hinchados de los muertos son devueltos por el mar. Cuando miles de niños son arrancados simultáneamente de los brazos de sus madres y ahogados en el mar durante días, la teología liberal debe revelarse como lo que es --el más vacuo y estéril de los pretextos mortales. Incluso la teología de la ira tiene más mérito intelectual. Si Dios existe, su voluntad no es inescrutable. Lo único inescrutable en estos hechos terribles es que hombres y mujeres neurológicamente sanos puedan creer lo increíble y pensar que esto es la cumbre de la sabiduría moral.
Es completamente absurdo sugerir, como hacen los religiosos moderados, que un ser humano racional pueda creer en Dios simplemente porque esta creencia le hace feliz, porque alivia su miedo a la muerte o porque otorga sentido a su vida. La absurdidad se hace obvia en el momento en que cambiamos la noción de Dios por alguna otra proposición de consuelo: imaginemos, por ejemplo, que un hombre desea creer que existe un diamante enterrado en algún lugar de su patio trasero, y que este diamante es del tamaño de un refrigerador. Sin duda, se sentirá extraordinariamente bien al creer esto. Imaginemos qué pasaría entonces si ese hombre siguiera el ejemplo de los religiosos moderados y mantuviera dicha creencia en términos pragmáticos: cuando se le pregunta por qué piensa que hay un diamante en su patio trasero y que además ese diamante es miles de veces mayor que ningún otro que haya sido descubierto, el hombre dice cosas como las siguientes: «Esta creencia da sentido a mi vida», o «Mi familia y yo disfrutamos cavando para encontrarlo los domingos», o «Yo no querría vivir en un universo donde no hubiera un diamante enterrado en mi patio trasero y que fuera del tamaño de un refrigerador». Claramente estas respuestas son inadecuadas. Pero son peores que eso. Son las respuestas de un loco o de un idiota.
Aquí podemos ver por qué la apuesta de Pascal, el «salto de fe» de Kiergegaard y otros esquemas epistemológicos fideístas no tienen el menor sentido. Creer que Dios existe es creer que uno se encuentra en alguna relación con su existencia, tal que dicha existencia es ella misma la razón de la creencia de uno. Debe haber alguna conexión causal, o al menos una apariencia de ésta, entre el hecho en cuestión y la aceptación de ese hecho por parte de la persona. De este modo, podemos ver que las creencias religiosas, para ser creencias sobre cómo es el mundo, deben ser tan probatorias en el ámbito del espíritu como en cualquier otro ámbito. Pese a todos sus pecados contra la razón, los fundamentalistas religiosos entienden lo anterior; los moderados --casi por definición-- no lo entienden en absoluto.
La incompatibilidad entre la razón y la fe ha sido un rasgo evidente de la cognición humana y del discurso público durante siglos. Una persona debe tener buenas razones para sostener firmemente lo que cree o lo que no cree. Las personas de todos los credos generalmente reconocen la primacía de las razones, y recurren al razonamiento y a las pruebas siempre que pueden. Cuando la indagación racional apoya el credo, aquélla siempre es defendida; cuando representa una amenaza, es ridiculizada, a veces en la misma frase. Sólo cuando las pruebas favorables a una doctrina religiosa son escasas o inexistentes, o hay una evidencia aplastante en su contra, sus defensores invocan la «fe». Es decir, los fieles simplemente citan los motivos para defender sus creencias (por ejemplo, «el Nuevo Testamento confirma las profecías del Antiguo testamento», «yo vi la cara de Jesús en una ventana», «rezamos, y el cáncer de nuestra hija comenzó a retroceder»). Tales razones son generalmente inadecuadas, pero son mejores que ninguna razón en absoluto. La fe no es más que la licencia que la gente religiosa se otorga a sí misma para seguir creyendo cuando las razones fallan. En un mundo fragmentado por creencias religiosas incompatibles entre sí, en una nación que se encuentra cada vez más sometida a concepciones propias de la Edad de Hierro acerca de Dios, el final de la historia y la inmortalidad del alma, esta lánguida división de nuestro discurso en asuntos de razón y asuntos de fe es sencillamente inadmisible.

La fe y la sociedad buena
La gente de fe afirma regularmente que el ateísmo es responsable de algunos de los crímenes más espantosos del siglo XX. Aunque sea cierto que los regímenes de Hitler, Stalin, Mao y Pol Pot eran irreligiosos en diversos grados, no eran especialmente racionales. De hecho, sus declaraciones públicas eran poco más que letanías de ilusiones: ilusiones sobre la raza, la identidad nacional, la marcha de la historia o los peligros morales del intelectualismo. En muchos sentidos, la religión fue directamente culpable incluso en estos casos. Consideremos el Holocausto: el antisemitismo que construyó pieza a pieza los crematorios nazis era una herencia directa del cristianismo medieval. Durante siglos, los alemanes religiosos habían visto a los judíos como la peor especie de herejes, y habían atribuido todos los males sociales a su presencia continuada entre los fieles. Mientras en Alemania el odio a los judíos se expresaba de un modo predominantemente secular, la demonización religiosa de los judíos continuó existiendo en Europa. (El propio Vaticano perpetuó el libelo de la sangre en sus publicaciones, en una fecha tan tardía como 1914.)
Auschwitz, el Gulag y los campos de la muerte no son ejemplos de lo que ocurre cuando la gente se hace demasiado crítica con las creencias injustificadas; al contrario, estos horrores son un testimonio de los peligros que conlleva el no pensar lo bastante críticamente sobre ideologías seculares específicas. Por supuesto, un argumento racional contra la fe religiosa no es un argumento para abrazar ciegamente el ateísmo como dogma. El problema expuesto por el ateo no es otro que el problema del dogma mismo (del que toda religión participa en grado extremo). No existe ninguna sociedad en la historia escrita que haya sufrido porque su gente se volviera demasiado razonable.
Aunque la mayor parte de los americanos creen que deshacerse de la religión es un objetivo imposible, la mayor parte del mundo desarrollado ya lo ha conseguido. Cualquier relato sobre un supuesto «gen divino», el cual sería responsable de que la mayoría de los americanos organicen desvalidamente sus vidas alrededor de antiguas obras de ficción religiosa, debe explicar por qué tantos habitantes de otras sociedades del Primer Mundo parecen carecer de dicho gen. El nivel de ateísmo existente en el resto del mundo desarrollado refuta cualquier argumento según el cual la religión es de algún modo una necesidad moral. Países como Noruega, Islandia, Australia, Canadá, Suecia, Suiza, Bélgica, Japón, Países Bajos, Dinamarca y el Reino Unido se encuentran entre las sociedades menos religiosas de la Tierra. Según el Informe de Desarrollo Humano 2005 de las Naciones Unidas, dichos países son también los más sanos, como indican las medidas de esperanza de vida, alfabetismo adulto, ingresos per cápita, desarrollo educativo, igualdad entre sexos, tasa de homicidios y mortandad infantil. A la inversa, las 50 naciones que ahora se encuentran en el escalafón más bajo en términos de desarrollo humano son fuertemente religiosas. Otros análisis reflejan la misma situación: los Estados Unidos son únicos entre las democracias ricas por su nivel de fundamentalismo religioso y por su oposición a la teoría evolutiva; también son únicos por las altas tasas de homicidio, abortos, embarazos de adolescentes, casos de SIDA y mortandad infantil. La misma comparativa es cierta dentro del territorio de los Estados Unidos: los Estados del Sur y del Medio Oeste, caracterizados por los niveles más altos de superstición religiosa y de hostilidad hacia la teoría evolutiva, están especialmente afectados por los mencionados indicadores de disfunción social, mientras que los estados relativamente seculares del Noreste se conforman más a los estándares europeos. Desde luego, los datos correlacionales de este tipo no resuelven las cuestiones de causalidad --la creencia en Dios puede conducir a la disfunción social; la disfunción social puede dar lugar a la creencia en Dios; cada factor puede fomentar el otro; o bien ambos factores pueden surgir de alguna fuente más profunda de disfuncionalidad. Dejando aparte la cuestión de la causa y el efecto, estos hechos demuestran que el ateísmo es absolutamente compatible con las aspiraciones básicas de una sociedad civil; también demuestran, de manera concluyente, que la fe religiosa no hace nada para asegurar la salud y el bienestar de una sociedad.
Los países con altos niveles de ateísmo también son los más caritativos en términos de prestación de ayuda extranjera al mundo en desarrollo. El dudoso eslabón existente entre el fundamentalismo cristiano y los valores cristianos también es refutado por otros índices de caridad. Consideremos la proporción entre los salarios de los altos ejecutivos y los salarios de los empleados medios: en Gran Bretaña es de 24 a 1; en Francia, de 15 a 1; en Suecia, de 13 a 1; en los Estados Unidos, donde el 83 % de la población cree que Jesús literalmente resucitó de entre los muertos, es de 475 a 1. Parece que aquí muchos camellos esperan entrar fácilmente por el ojo de una aguja.

La religión como fuente de violencia
Uno de los mayores desafíos afrontados por la civilización en el siglo XXI es que los seres humanos aprendan a hablar sobre sus intereses personales más profundos –sobre la ética, la experiencia espiritual y la inevitabilidad del sufrimiento humano– de un modo que no sea flagrantemente irracional. Nada obstaculiza más el camino de este proyecto que el respeto que concedemos a la fe religiosa. Doctrinas religiosas incompatibles han balcanizado nuestro mundo en comunidades morales separadas –cristianos, musulmanes, judíos, hindúes, etc.– y estos desacuerdos se han convertido en una fuente continua de conflicto humano. Ciertamente, la religión es hoy en día una fuente activa de violencia, tanto como lo fue en cualquier momento del pasado. Los conflictos recientes en Palestina (judíos contra musulmanes), los Balcanes (serbios ortodoxos contra croatas católicos; serbios ortodoxos contra musulmanes bosnios y albaneses), Irlanda del Norte (protestantes contra católicos), Cachemira (musulmanes contra hindúes), Sudán (musulmanes contra cristianos y animistas), Nigeria (musulmanes contra cristianos), Etiopía y Eritrea (musulmanes contra cristianos), Sri Lanka (budistas cingaleses contra hindúes tamiles), Indonesia (musulmanes contra cristianos timoreses), Irán e Irak (musulmanes chiítas contra musulmanes sunníes), y Cáucaso (rusos ortodoxos contra musulmanes chechenos; musulmanes azerbaijanos contra armenios católicos y ortodoxos) son simplemente algunos ejemplos. En estos lugares, la religión ha sido la causa explícita de literalmente millones de muertos en los últimos 10 años.
En un mundo dividido por la ignorancia, sólo el ateo se niega a rechazar lo evidente: la fe religiosa promueve la violencia humana a un nivel asombroso. La religión inspira la violencia en al menos dos sentidos: (1) a menudo las personas matan a otros seres humanos porque creen que el Creador del Universo quiere que así lo hagan (el corolario psicopático inevitable es que tal acto les asegurará una eternidad de felicidad después de la muerte). Los ejemplos de este tipo de comportamiento son prácticamente innumerables, siendo el más destacado el de los terroristas suicidas jihadistas. (2) Un número cada vez mayor de personas se encuentran inclinadas hacia el conflicto religioso, simplemente porque su religión constituye el corazón de sus identidades morales. Una de las patologías duraderas de la cultura humana es la tendencia a educar a los niños en el temor y a demonizar a otros seres humanos en base a la religión. Muchos conflictos religiosos que parecen motivados por intereses terrenales son, por lo tanto, de origen religioso. (Los irlandeses lo saben muy bien.)
A pesar de todos estos hechos innegables, los religiosos moderados tienden a imaginarse que el conflicto humano siempre puede reducirse a la carencia de educación, a la pobreza o a los agravios políticos. Ésta es una de las muchas ilusiones de la piedad liberal. Para disiparla, sólo tenemos que pensar en el hecho de que los secuestradores del 11-S eran universitarios de clase media-alta que no tenían ninguna historia conocida de opresión política. Sin embargo, habían pasado una cantidad de tiempo excesiva en su mezquita local, oyendo hablar de la depravación de los infieles y de los placeres que esperan a los mártires en el Paraíso. ¿Cuántos arquitectos e ingenieros aeronáuticos deberán volver a estrellarse contra una pared a 400 millas por hora, antes de que admitamos que la violencia jihadista no es un asunto de educación, política o pobreza? La verdad, bastante asombrosa, es la siguiente: una persona puede ser tan culta e instruída como para construir una bomba nuclear, y así y todo creer que obtendrá a 72 vírgenes en el Paraíso para toda la eternidad. Tal es la facilidad con que la mente humana puede ser alienada por la fe, y tal es el grado de acomodación de nuestro discurso intelectual a la ilusión religiosa. Sólo el ateo ha observado lo que ahora debería ser evidente para todo ser humano pensante: si queremos desarraigar las causas de la violencia religiosa debemos desarraigar las falsas certezas de la religión.

¿Por qué la religión es una fuente tan poderosa de violencia humana?
  • Nuestras religiones son intrínsecamente incompatibles entre sí. Jesús resucitó de entre los muertos y volverá a la Tierra como un superhéroe, o no; el Corán es la palabra infalible de Dios, o no lo es. Cada religión hace afirmaciones explícitas sobre cómo es el mundo, y la profusión abrumadora de estas afirmaciones incompatibles –que además son dogmas de fe obligatorios para todos los creyentes– crea una base duradera para el conflicto.
  • No hay ninguna otra esfera del discurso en la que los seres humanos articulen de manera tan clara sus diferencias mutuas, o en la que expresen estas diferencias en términos de recompensas y castigos eternos. La religión es la única realidad humana en la que el pensamiento nosotros-ellos alcanza una importancia trascendente. Si una persona cree realmente que llamar a Dios por su nombre correcto puede marcar la diferencia entre la felicidad eterna y el sufrimiento eterno, entonces se hace bastante razonable tratar con rudeza a los herejes e incrédulos. Hasta puede ser razonable matarlos. Si una persona piensa que hay algo que otra persona puede decirles a sus hijos que podría poner en peligro sus almas para toda la eternidad, entonces el vecino hereje es en realidad mucho más peligroso que el más sádico violador infantil. Los estigmas de nuestras diferencias religiosas son enormemente más pronunciados que los nacidos del mero tribalismo, del racismo o de la política.
La fe religiosa es un poderoso obstáculo al diálogo. La religión no es más que el área de nuestro discurso donde las personas se protegen sistemáticamente de la exigencia de aportar pruebas en defensa de sus creencias firmememente sostenidas. Así y todo, estas creencias de las personas a menudo determinan para qué viven, para qué morirán, y –demasiado a menudo– para qué matarán. Éste es un problema muy grave, porque cuando los estigmas diferenciales son muy pronunciados los seres humanos sólo encuentran una opción entre el diálogo y la violencia. Sólo una buena voluntad fundamental de ser razonable –de manera que nuestras creencias sobre el mundo sean revisadas por nuevas pruebas y nuevos argumentos– puede garantizar que sigamos hablando entre nosotros. La certeza sin pruebas es necesariamente divisoria y deshumanizadora. Aunque no existe ninguna garantía de que la gente racional siempre vaya a ponerse de acuerdo, indudablemente la gente irracional siempre estará dividida por sus dogmas. Parece sumamente improbable que podamos curar los desacuerdos existentes en nuestro mundo simplemente multiplicando las ocasiones para el diálogo interconfesional.
El objetivo de la civilización no puede ser la tolerancia mutua ni la irracionalidad manifiesta. Aunque todos los partidarios del discurso religioso liberal han acordado pasar de puntillas por aquellos puntos en los que sus visiones del mundo chocan frontalmente, estos mismos puntos seguirán siendo fuentes de conflicto perpetuo para sus correligionarios. La corrección política, por lo tanto, no ofrece una base duradera para la cooperación humana. Si la guerra religiosa debe hacerse inconcebible para nosotros, del mismo modo que ya lo son la esclavitud y el canibalismo, es absolutamente necesario prescindir de todos los dogmas de fe.
Cuando tenemos razones para creer lo que creemos, no tenemos ninguna necesidad de fe; cuando no tenemos ninguna razón, o sólo tenemos malas razones, hemos perdido nuestra conexión con el mundo y con los seres humanos. El ateísmo no es sino un compromiso con el nivel más básico de honestidad intelectual: las convicciones de una persona deberían ser proporcionales a sus pruebas. Pretender estar seguro de algo cuando no se está –en realidad, pretender estar seguro sobre proposiciones para las que ni siquiera es concebible prueba alguna– es un defecto tanto intelectual como moral. Sólo el ateo ha comprendido esto. El ateo es simplemente una persona que ha percibido la mentira de la religión y que ha rechazado convertirla en una mentira propia.
Ensayo contra Dios


© Fernando G. Toledo

Pocas frases tan célebres y malinterpretadas como el «Dios ha muerto» de Nietzsche (La gaya ciencia, 1881). Célebre por su potencia. Malinterpretada por más de un apólogo, que refrenda la idea de que, por definición, Dios es inmortal y el que sí ha muerto es el filósofo alemán. En su combativo Tratado de ateología (Buenos Aires, Ediciones de la Flor, 2005), Michel Onfray se decide a poner las cosas en claro: Dios no ha muerto, pues las ficciones no mueren. «No se puede refutar un cuento de niños», admite el autor de Cinismos.
Onfray (cuyo Tratado… despertó la ira de algunos sectores creyentes e inspiró por lo menos dos libros en su contra) se lanza a la tarea de deconstruir las creencias, en especial los monoteísmos, a los que el autor considera responsables de un odio que ha sido decisivo para nuestra historia trágica. En el libro, escrito con una pluma tan ágil como afilada, el filósofo francés sale al rescate de pensadores olvidados por el maremagnum teológico que ha dominado a la humanidad por siglos, y luego de exaltar a Epicuro, a Julien Ofroy de la Mettrie, a Ludwig Feuerbach y al Barón D’Holbach, se dispone a dar pruebas de las contradicciones teístas y su «odio» intrínseco, del cual el 11 de setiembre de 2001 es un botón de muestra.

Así, en «Monoteísmos» denuncia la connivencia de las tres grandes religiones (judaísmo, cristianismo, islam), mientras que en «Cristianismo» se lleva por delante mitos como Cristo y su «vandalismo» histórico.
Al fin, en «Teocracia», informa sobre la «pulsión de muerte» que late en lo religioso y propone un «laicismo poscristiano», materialista, hedonista y ético, apoyado en la ciencia, la razón y la filosofía.
Ésta es quizá la apuesta principal del autor, quien después de exorcizar los fantasmas divinos (tan falsos como cualquier otro), invita a construir la «era poscristiana». Es que no basta, para el pensador, con ciertas formas de «ateísmo cristiano» de las que suelen abundar, porque éstas caen en una peligrosa condescendencia: aceptar que ciertamente hubo un mensaje cristiano y que es válido –decir que fue de Jesús ya es insostenible pues éste fue un judío respetuoso de su ley–. ¿Cuál sería ese mensaje? ¿Es ciertamente «cristiano» o tiene sus raíces en filosofías y tradiciones anteriores? Y, en cualquier caso, ¿cómo separar la paja del trigo? Un ateísmo cristiano representa el «reforzamiento de la episteme dominante», «se basa en la ética judeocristiana y se contenta a menudo con plagiarla». Además, disimula prácticas más visibles que el cristianismo (como los otros monoteísmos) sí ha construido con enjundia: alabar «la ignorancia, la inocencia, el candor, la obediencia, la sumisión»; en resumen: «desear lo contrario de lo real».
Onfray, entonces, solicita lo que reconoce como un pleonasmo: un «ateísmo ateo» que instaure el laicismo poscristiano. Nada de «laicidad». Bravo por ella y por lo que ha hecho, dice, pero «al equiparar todas las religiones y su negación, como propone la laicidad que hoy triunfa, avalamos el relativismo: igualdad entre el pensamiento mágico y el pensamiento racional, el mito y el discurso argumentado, entre el discurso taumatúrgico y el pensamiento científico, entre la Torá y el Discurso del método, el Nuevo Testamento y la Crítica de la razón pura, el Corán y la Genealogía de la moral». Esa combinación de opuestos es una farsa. El paso, entonces, ha de darse. «El contrato hedonista –no puede ser más inmanente…– legitima la intersubjetividad, condiciona el pensamiento y la acción, y prescinde completamente de Dios, la religión y los curas. No hay necesidad de amenazar con el Infierno o de seducir con el Paraíso, y de nada sirve fundar una ontología de premio y castigo post mortem para alentar las buenas acciones, justas y rectas. Una ética sin obligaciones ni sanciones trascendentes», resume Michel Onfray.
De a ratos panfletario y exaltado (por lo cual comete errores puntuales), el Tratado de ateología puede ser, sin embargo, una bisagra en las discusiones sobre el papel de la religión. Por lo pronto, cierra con una afirmación equiparable a la nietzscheana: el único «pecado realmente mortal» es ignorar «que sólo existe un mundo». Éste.

La insana fe religiosa


© Fernando G. Toledo

«Creo que la decadencia de la fe dogmática sólo puede hacer bien»
Bertrand Russell

a cantinela de la inmoralidad congénita que padecerían los ateos es lugar común en la crítica proveniente de círculos confesionales. Teólogos, religiosos y moralistas de toda laya argumentan que, al carecer de lo que John Rawls llama «estructura moral previa», los ateos son náufragos del mar inmoral, sin salvavidas éticos de los cuales aferrarse. Pero, ¿qué otro asidero más que la pura especulación tiene esta creencia? Quienes sostienen tal argumento apelan irreflexivamente a la historia del siglo XX y a los gobiernos criminales de Pol Pot o Stalin, cuyos regímenes acabaron con millones de vidas humanas. Es cierto, uno y otro eran ateos pero, ¿está en el ateísmo y su supuesta «carencia de valores» la razón de esta perfidia? ¿Qué pasa entonces con la moral de otros criminales de ese siglo, no menos sangrientos, como Videla, Pinochet, Mussolini o el propio Hitler, confesadamente religiosos ellos? ¿No será, en estos casos, la irracionalidad antes que la irreligiosidad la que ha abierto las puertas al espanto? Y, a propósito, ¿quiénes conceden más terreno a la irracionalidad en uno y otro bando, si es que de bandos hablarse puede?
Un buen modo de responder estas cuestiones con algo que escape a la vacuidad de lo especulativo es preguntarse, por ejemplo, si la «religiosidad» contribuye de manera positiva a la «salud» de una sociedad, y si los creyentes tienen, como suele ser opinión común (sobre todo porque hay más creyentes que ateos), una moral de la que los incrédulos carecen.
Al hablar de religión pensemos con el ejemplo del cristianismo. Si es cierto que la religión es la fuente de acceso a la moralidad, y dado que no habría, según se dice, bases seculares para ser moral, una sociedad en la que la población sea mayormente religiosa (i. e. cristiana) dará por resultado una armonía social alta. Y si es verdad que la creencia en un Dios creador, omnipotente y amoroso permite a cada uno de los creyentes en él preocuparse por la inmortalidad de su alma, tendremos por resultado que los ateos serán, cuanto menos, quienes llenen las cárceles, que es el lugar donde acaban los inmorales cuando la justicia civil funciona.

Mayor religiosidad, peor sociedad
Pero resulta que nada de eso se corresponde con la realidad, a juzgar por lo que puede considerarse la investigación más rigurosa, amplia y concluyente de las realizadas hasta hoy para conocer la relación entre religiosidad y salud social. Un estudio cuyos resultados muestran no sólo que las personas creyentes no tienen un sistema moral más infalible que el de los que no creen en Dios ni la inmortalidad, sino algo «peor»: que mientras más religiosa es una sociedad, mayores son los índices de disfuncionalidad. Y, a sensu contrario, mientras más laicismo se respira, mejor van las cosas.
El estudio en cuestión se dio en llamar «Las correlaciones internacionales entre salud social cuantificable con la religión popular y laicismo en las democracias prósperas», y fue publicado por su autor, Gregory S. Paul, en 2005 en el Journal of Religion and Society (EEUU).
Se trata de un impresionante muestreo realizado sobre 18 de las democracias más desarrolladas del mundo, y que relaciona la cantidad de población que confiesa ser religiosa –no sólo creyente, sino también practicante– con las tasas de homicidio, aborto y embarazo adolescente. Sobre una base de datos de nada menos que 800 millones de personas, el resultado es un verdadero escándalo para quienes siguen sosteniendo que la religión es fuente y garantía de moralidad. Es que, en efecto, el estudio muestra por ejemplo que los índices de homicidio son notablemente altos en aquellos países en los que el porcentaje de «creencia absoluta en Dios» o de ciudadanos que «asisten a servicios religiosos varias veces al mes», y muy inferiores entre los que se dicen «agnósticos y ateos».

Los creyentes abortan más
En otro de los cotos más defendidos por el dogmatismo religioso, el aborto, hay más motivos para que recapitulen todos quienes equiparan ateísmo con relativismo y perdición. Los hechos hablan: no importa cuán legalizada esté esta práctica en tal o cual país, mientras las sociedades tienden a ser más religiosas, más abortos se registran. Al destacar el hecho de que los Estados Unidos encabece las peores estadísticas, Gregory Paul se permite una ironía: «El actual (en ese entonces) líder de la mayoría de la Casa Blanca, T. De Lay, cree que los altos índices de crimen y tragedias como el atentado en Columbine continuarán mientras se continúe enseñando a los niños que “no son más más que monos superiories que han evolucionado (sic) a partir de una sopa primordial de fango”». Sin embargo, los datos gritan lo opuesto: Estados Unidos es la democracia más desarrollada en la que menor crédito se da a la teoría evolucionista y, al mismo tiempo, el país donde mayor cantidad de homicidios se cometen.

Divorcio y dogmatismo
Si nos salimos de este apabullante estudio en busca de más evidencias, seguimos encontrando más anomalías entre creyentes que entre ateos. Al punto que incluso bajo algunas premisas morales que los religiosos tienen por dogmáticas, los ateos y agnósticos se muestran más «eficientes». Por ejemplo: ¿se divorcian menos o más las personas religiosas que las que aconfesionales? El divorcio para los cristianos católicos es «ofensa grave contra la ley natural» (sic). Según el Catecismo, «el matrimonio celebrado y consumado no puede ser disuelto por ningún poder humano ni por ninguna causa fuera de la muerte». Pero a la hora de mirar los números proporcionados por una investigación del Barna Research Group, los ateos y agnósticos se ubican en lo más bajo (con 21%) de una tabla que consigna también los casos de divorcios de judíos (30%) y cristianos de diversas ramas (entre un 24% y un 27%). ¡Para los ateos no es pecado divorciarse y, sin embargo, son «menos pecadores»! Vaya ironía.

Casi no hay ateos en las cárceles
Si hacemos caso a las estadísticas elaboradas por la Oficina Federal de Prisiones de los Estados Unidos en 1997, los ateos ocupan, además, los puestos más bajos de las nóminas entre los criminales condenados (0,209%), en un país en el que los cristianos representan entre el 75% y el 82% de la población y los ateos y agnósticos, juntos, apenas entre 0,3% y 2%. Quien sabe leer las estadísticas notará que el porcentaje de ateos es incluso menor que el del total de los ateos. Por cierto, el porcentaje de cristianos encarcelados es casi equivalente al de la población (cerca del 80%) y los católicos lideran el deshonroso ranking, aun cuando no son mayoría en ese país norteamericano. Vale decir que los números de este estudio se parecen a otros similares, por ejemplo a alguno realizado en Colombia y del que hablaba el abogado Juan Carlos Bircamm en un artículo hace un par de años.

Mito sobre mito
La fe no es más que una casa de espejos. Y cuando se instala el «espejismo de Dios» a éste comienzan, indefectiblemente, a crecerle más espectros. Entre esos está, al parecer, la inmoralidad del «insensato ateo». Sam Harris le llama a este fantasma «el mito del caos moral laico». Su razonamiento es límpido y resume lo escrito hasta este punto, aunque haga referencia a otra investigación:
«Si la religión fuera necesaria para la moralidad, habría alguna evidencia de que los ateos son menos morales que los creyentes». Pero «de acuerdo al Reporte de Desarrollo Humano de la ONU (2005), las sociedades más ateas –países como Noruega, Islandia, Australia, Canadá, Suecia, Suiza, Bélgica, Japón, Holanda, Dinamarca y el Reino Unido– son en realidad las más saludables, según indicadores que destacan la expectativa de vida, alfabetismo, ingresos per cápita, nivel educativo, trato equitativo de los sexos, tasas de homicidios y mortalidad infantil. A la inversa, las 50 naciones actualmente clasificadas por las Naciones Unidas en los puestos más bajos del desarrollo son decididamente religiosas. Por supuesto, datos correlativos de este tipo no resuelven cuestiones de causalidad: la creencia en Dios puede conducir a la disfunción social, la disfunción social puede fomentar la creencia en Dios, cada uno de estos factores puede posibilitar el otro, o ambos pueden surgir de una fuente más profunda de malestar. Si dejamos de lado el tema de causa y efecto, estos hechos demuestran que el ateísmo es perfectamente compatible con las aspiraciones básicas de una sociedad civil; y prueban además, concluyentemente, que la fe religiosa no asegura en absoluto la salud de una sociedad».

Al principio nos preguntábamos si era más bien la irracionalidad antes que la «impiedad» la causa de lo que llamamos «actos inmorales», y ahora podemos dar respuesta afirmativa a esa cuestión y equiparar la irracionalidad con la religiosidad. Acaso porque una moralidad basada en seres imaginarios tenga un efecto apenas relativo en el mundo real, que es donde vivimos y para el cual construimos toda moral.