mardi 3 novembre 2009

El Factor Dios

José Saramago

En algún lugar de la India. Una fila de piezas de artillería en posición. Atado a la boca de cada una de ellas hay un hombre. En primer plano de la fotografía, un oficial británico levanta la espada y va a dar orden de disparar. No disponemos de imágenes del efecto de los disparos, pero hasta la más obtusa de las imaginaciones podrá 'ver' cabezas y troncos dispersos por el campo de tiro, restos sanguinolentos, vísceras, miembros amputados.Los hombres eran rebeldes.

En algún lugar de Angola. Dos soldados portugueses levantan por los brazos a un negro que quizá no esté muerto, otro soldado empuña un machete y se prepara para separar la cabeza del cuerpo.

Esta es la primera fotografía. En la segunda, esta vez hay una segunda fotografía, la cabeza ya ha sido cortada, está clavada en un palo, y los soldados se ríen. El negro era un guerrillero.

En algún lugar de Israel. Mientras algunos soldados israelíes inmovilizan a un palestino, otro militar le parte a martillazos los huesos de la mano derecha. El palestino había tirado piedras.

Estados Unidos de América del Norte, ciudad de Nueva York. Dos aviones comerciales norteamericanos, secuestrados por terroristas relacionados con el integrismo islámico, se lanzan contra las torres del World Trade Center y las derriban. Por el mismo procedimiento un tercer avión causa daños enormes en el edificio del Pentágono, sede del poder bélico de Estados Unidos. Los muertos, enterrados entre los escombros, reducidos a migajas, volatilizados, se cuentan por millares.

Las fotografías de India, de Angola y de Israel nos lanzan el horror a la cara, las víctimas se nos muestran en el mismo momento de la tortura, de la agónica expectativa, de la muerte abyecta.

En Nueva York, todo pareció irreal al principio, un episodio repetido y sin novedad de una catástrofe cinematográfica más, realmente arrebatadora por el grado de ilusión conseguido por el técnico de efectos especiales, pero limpio de estertores, de chorros de sangre, de carnes aplastadas, de huesos triturados, de mierda.

El horror, escondido como un animal inmundo, esperó a que saliésemos de la estupefacción para saltarnos a la garganta. El horror dijo por primera vez 'aquí estoy' cuando aquellas personas se lanzaron al vacío como si acabasen de escoger una muerte que fuese suya. Ahora, el horror aparecerá a cada instante al remover una piedra, un trozo de pared, una chapa de aluminio retorcida, y será una cabeza irreconocible, un brazo, una pierna, un abdomen deshecho, un tórax aplastado.

Pero hasta esto mismo es repetitivo y monótono, en cierto modo ya conocido por las imágenes que nos llegaron de aquella Ruanda- de-un-millón-de-muertos, de aquel Vietnam cocido a napalm, de aquellas ejecuciones en estadios llenos de gente, de aquellos linchamientos y apaleamientos, de aquellos soldados iraquíes sepultados vivos bajo toneladas de arena, de aquellas bombas atómicas que arrasaron y calcinaron Hiroshima y Nagasaki, de aquellos crematorios nazis vomitando cenizas, de aquellos camiones para retirar cadáveres como si se tratase de basura.

Siempre tendremos que morir de algo, pero ya se ha perdido la cuenta de los seres humanos muertos de las peores maneras que los humanos han sido capaces de inventar.

Una de ellas, la más criminal, la más absurda, la que más ofende a la simple razón, es aquella que, desde el principio de los tiempos y de las civilizaciones, manda matar en nombre de Dios.

Ya se ha dicho que las religiones, todas ellas, sin excepción, nunca han servido para aproximar y congraciar a los hombres; que, por el contrario, han sido y siguen siendo causa de sufrimientos inenarrables, de matanzas, de monstruosas violencias físicas y espirituales que constituyen uno de los más tenebrosos capítulos de la miserable historia humana.

Al menos en señal de respeto por la vida, deberíamos tener el valor de proclamar en todas las circunstancias esta verdad evidente y demostrable, pero la mayoría de los creyentes de cualquier religión no sólo fingen ignorarlo, sino que se yerguen iracundos e intolerantes contra aquellos para quienes Dios no es más que un nombre, nada más que un nombre, el nombre que, por miedo a morir, le pusimos un día y que vendría a dificultar nuestro paso a una humanización real.

A cambio nos prometía paraísos y nos amenazaba con infiernos, tan falsos los unos como los otros, insultos descarados a una inteligencia y a un sentido común que tanto trabajo nos costó conseguir.

Dice Nietzsche que todo estaría permitido si Dios no existiese, y yo respondo que precisamente por causa y en nombre de Dios es por lo que se ha permitido y justificado todo, principalmente lo peor, principalmente lo más horrendo y cruel.

Durante siglos, la Inquisición fue, también, como hoy los talibán, una organización terrorista dedicada a interpretar perversamente Links sagrados que deberían merecer el respeto de quien en ellos decía creer, un monstruoso connubio pactado entre la Religión y el Estado contra la libertad de conciencia y contra el más humano de los derechos: el derecho a decir no, el derecho a la herejía, el derecho a escoger otra cosa, que sólo eso es lo que la palabra herejía significa.

Y, con todo, Dios es inocente. Inocente como algo que no existe, que no ha existido ni existirá nunca, inocente de haber creado un universo entero para colocar en él seres capaces de cometer los mayores crímenes para luego justificarlos diciendo que son celebraciones de su poder y de su gloria, mientras los muertos se van acumulando, estos de las torres gemelas de Nueva York, y todos los demás que, en nombre de un Dios convertido en asesino por la voluntad y por la acción de los hombres, han cubierto e insisten en cubrir de terror y sangre las páginas de la Historia.

Los dioses, pienso yo, sólo existen en el cerebro humano, prosperan o se deterioran dentro del mismo universo que los ha inventado, pero el `factor Dios´, ese, está presente en la vida como si efectivamente fuese dueño y señor de ella.

No es un dios, sino el `factor Dios´ el que se exhibe en los billetes de dólar y se muestra en los carteles que piden para América (la de Estados Unidos, no la otra...) la bendición divina. Y fue en el `factor Dios´ en lo que se transformó el dios islámico que lanzó contra las torres del World Trade Center los aviones de la revuelta contra los desprecios y de la venganza contra las humillaciones.

Se dirá que un dios se dedicó a sembrar vientos y que otro dios responde ahora con tempestades. Es posible, y quizá sea cierto. Pero no han sido ellos, pobres dioses sin culpa, ha sido el `factor Dios´, ese que es terriblemente igual en todos los seres humanos donde quiera que estén y sea cual sea la religión que profesen, ese que ha intoxicado el pensamiento y abierto las puertas a las intolerancias más sórdidas, ese que no respeta sino aquello en lo que manda creer, el que después de presumir de haber hecho de la bestia un hombre acabó por hacer del hombre una bestia.

Al lector creyente (de cualquier creencia...) que haya conseguido soportar la repugnancia que probablemente le inspiren estas palabras, no le pido que se pase al ateísmo de quien las ha escrito. Simplemente le ruego que comprenda, con el sentimiento, si no puede ser con la razón, que, si hay Dios, hay un solo Dios, y que, en su relación con él, lo que menos importa es el nombre que le han enseñado a darle. Y que desconfíe del `factor Dios´. No le faltan enemigos al espíritu humano, mas ese es uno de los más pertinaces y corrosivos. Como ha quedado demostrado y desgraciadamente seguirá demostrándose.

José Saramago es escritor portugués, premio Nobel de Literatura

Dios como problema, por José Saramago

El País - Madrid

No tengo ninguna duda de que este artículo, empezando por el título, obrará el prodigio de poner de acuerdo, al menos por una vez, a los dos irreductibles hermanos enemigos que se llaman Islamismo y Cristianismo, sobre todo en la vertiente universal (es decir, católica) a la que el primero aspira y en la que el segundo, ilusoriamente, todavía sigue imaginándose. En la más benévola de las reacciones posibles, clamarán los biempensantes que se trata de una provocación inadmisible, de una indisculpable ofensa al sentimiento religioso de los creyentes de ambos partidos, y, en la reacción peor (suponiendo que no haya peor), me acusarán de impiedad, de sacrilegio, de blasfemia, de profanación, de desacato, de tantos cuantos delitos más, de calibre idéntico, sean capaces de descubrir, y, por tanto, quién sabe, merecedor de una punición que me sirviera de escarmiento para el resto de mi vida. Si yo mismo perteneciera al gremio cristiano, el catolicismo vaticano tendría que interrumpir durante un momento los espectáculos estilo Cecil B. de Mille en que ahora se complace, para darse el enojoso trabajo de excomulgarme, aunque, cumplida esa obligación burocrática, se quedaría de brazos caídos. Ya le escasean las fuerzas para proezas más atrevidas, puesto que los ríos de lágrimas llorados por sus víctimas empaparon, esperemos que para siempre, la leña de los arsenales tecnológicos de la primera inquisición. En cuanto al islamismo, en su moderna versión fundamentalista y violenta (tan violenta y fundamentalista como fue el cristianismo en los tiempos de su apogeo imperial), la consigna por excelencia, todos los días insanamente proclamada, es "muerte a los infieles", o en traducción libre, si no crees en Alá no eres más que una inmunda cucaracha que, pese a ser también una criatura nacida del Fiat divino, cualquier musulmán cultivador de los métodos expeditivos tendrá el sagrado derecho y el sacrosanto deber de aplastarla bajo la babucha con la que entrará en el paraíso de Mahoma para ser recibido en el voluptuoso seno de las huríes. Permítaseme, por tanto, que vuelva a decir que Dios, habiendo sido siempre un problema, es ahora el problema.

Como cualquier otra persona para quien la situación del mundo en que vive no le es del todo indiferente, vengo leyendo algo de lo que por ahí se escribe sobre los motivos de naturaleza política, económica, social, psicológica, estratégica, y hasta moral, en que se presume que han echado raíces los movimientos islamistas agresivos que están lanzando sobre el denominado mundo occidental (aunque no sólo en ése) la desorientación, el miedo, el más extremo terror. Fueron suficientes, aquí y allí, unas cuantas bombas de relativa baja potencia (recordemos que casi siempre fueron transportadas en mochilas hasta el lugar de los atentados) para que los cimientos de nuestra tan luminosa civilización se estremecieran y se abrieran brechas, a la vez que se tambaleaban aparatosamente las precarias estructuras de seguridad colectiva con tanto trabajo y gasto levantadas y mantenidas. Nuestros pies, que creímos fundidos en el más resistente de los aceros, eran, a la postre, de barro.

Es el choque de civilizaciones, se dice. Será, pero a mí no me lo parece. Los más de siete mil millones de habitantes de este planeta, todos ellos, viven en lo que sería más exacto llamar civilización del petróleo, y hasta tal punto, que ni siquiera están fuera de ella (viviendo, claro está, su falta) quienes se encuentran privados del precioso oro negro. Esta civilización del petróleo crea y satisface (de manera desigual, ya lo sabemos) múltiples necesidades que no sólo reúnen alrededor del mismo pozo a los griegos y troyanos de la cita clásica, sino también a los árabes y no árabes, a los cristianos y a los musulmanes, sin hablar de los que, no siendo ni una cosa ni otra, tienen, donde quiera que se encuentren, un automóvil que conducir, una excavadora que poner en marcha, un mechero que encender. Evidentemente, esto no significa que bajo esta civilización del petróleo que es común a todos no sean discernibles los rasgos (más que simples rasgos en ciertos casos) de civilizaciones y culturas antiguas que ahora se encuentran inmersas en un proceso tecnológico de occidentalización a marchas forzadas, y que, sólo con mucha dificultad, ha logrado penetrar en el meollo sustancial de las mentalidades personales y colectivas correspondientes. Por alguna razón se dice que el hábito no hace al monje...

Una alianza de las civilizaciones, en feliz hora propuesta por el presidente del Gobierno español y cuya idea ha sido recientemente retomada por el secretario general de la Organización de Naciones Unidas, podrá representar, en el caso de que llegue a concretarse, un paso importante en el camino de una disminución de las tensiones mundiales de que cada vez parece que estamos más lejos, aunque sería insuficiente desde todos los puntos de vista si no incluyera, como ítem fundamental, un diálogo de religiones, ya que en este caso queda excluida cualquier remota posibilidad de una alianza... Como no hay motivos para temer que chinos, japoneses e indios, por ejemplo, estén preparando planes de conquista del mundo, difundiendo sus diversas creencias (confucionismo, budismo, taoísmo, sintoísmo, hinduismo) por vía pacífica o violenta, es más que obvio que cuando se habla de alianza de las civilizaciones se está pensando, especialmente, en cristianos y musulmanes, esos hermanos enemigos que vienen alternando, a lo largo de la historia, ora uno, ora otro, sus trágicos y por lo visto interminables papeles de verdugo y de víctima.

Por tanto, se quiera o no se quiera, Dios como problema, Dios como piedra en medio del camino, Dios como pretexto para el odio, Dios como agente de desunión. Pero de esta evidencia palmaria no se osa hablar en ninguno de los múltiples análisis de la cuestión, tanto si son de tipo político, económico, sociológico, psicológico o utilitariamente estratégico. Es como si una especie de temor reverencial o de resignación a lo "políticamente correcto y establecido" le impidiera al analista entender algo que está presente en las mallas de la red y las convierte en un entramado laberíntico del que no hemos tenido manera de salir, es decir, Dios. Si le dijera a un cristiano o a un musulmán que en el universo hay más de 400.000 millones de galaxias y que cada una de ellas contiene más de 400.000 millones de estrellas, y que Dios, sea Alá u otro, no podría haber hecho esto, mejor aún, no tendría ningún motivo para hacerlo, me responderían indignados que para Dios, sea Alá, sea otro, nada es imposible. Excepto, por lo visto, añadiría yo, establecer la paz entre el islam y el cristianismo, y de camino, conciliar a la más desgraciada de las especies animales que se dice que ha nacido de su voluntad (y a su semejanza), la especie humana, precisamente.

No hay amor ni justicia en el universo físico. Tampoco hay crueldad. Ningún poder preside los 400.000 millones de galaxias y los 400.000 millones de estrellas que existen en cada una. Nadie hace nacer el Sol cada día y la Luna cada noche, incluso cuando no es visible en el cielo. Puestos aquí sin saber por qué ni para qué, hemos tenido que inventarlo todo. También inventamos a Dios, pero Dios no salió de nuestras cabezas, permaneció dentro, como factor de vida algunas veces, como instrumento de muerte casi siempre. Podemos decir "aquí está el arado que inventamos", no podemos decir "aquí está el Dios que inventó el hombre que inventó el arado". A ese Dios no podemos arrancarlo de dentro de nuestras cabezas, ni siquiera los ateos pueden hacerlo. Pero por lo menos, discutámoslo. No adelanta nada decir que matar en nombre de Dios es hacer de Dios un asesino. Para los que matan en nombre de Dios, Dios no es sólo el juez que los absuelve, es el Padre poderoso que dentro de sus cabezas antes juntó la leña para el auto de fe y ahora prepara y coloca la bomba. Discutamos esa invención, resolvamos ese problema, reconozcamos al menos que existe. Antes de que nos volvamos todos locos. Aunque ¿quién sabe? Tal vez ésa sea la manera de que no sigamos matándonos los unos a los otros.

(*) José Saramago es escritor portugués, premio Nobel de Literatura. Traducción de Pilar del Río.

mardi 20 octobre 2009


Tripes ou encéphale ?

par Henri Broch - SPS n° 284, janvier 2009
Henri Broch est physicien, professeur au Laboratoire de Zététique, Université de Nice. Auteur de plusieurs ouvrages sur le paranormal, il est membre du comité de parrainage et du conseil scientifique de l’AFISwww.unice.fr/zetetique.

Quelles sont les « raisons » qui poussent quelqu’un à croire ? Et en quoi ? Ou, formulé autrement, quelles sont les causes socio-psychologiques des croyances ? Doit-on nécessairement démarquer la croyance, relevant du « religieux », des croyances relevant des « mythes et légendes populaires » comme d’aucuns le clament ? Y aurait-il des croyances bénéfiques et des croyances néfastes ? Des croyances qui constituent une élévation spirituelle de l’âme et des croyances qui constituent une descente (aux enfers ?) et ravalent l’homme au rang de la bête ?

Bien que des siècles de marketing direct puissent faire croire à une différenciation de ces divers types de croyances, il est un point commun indéniable : l’abandon de la raison. Tout le reste est question d’emballage et de manipulation de l’histoire de l’Homme.

Quelques raisons de croire [1]

Sociabilisation

La croyance est souvent tout simplement la conséquence d’un processus de sociabilisation. La très grande majorité des personnes ont en effet accepté « automatiquement » les croyances de leurs parents ; l’enfant intériorise tout simplement les éléments dominants de la culture environnante (des enquêtes américaines ont ainsi montré que le meilleur paramètre pour prédire si un enfant allait accepter ou non les croyances religieuses de ses parents était la « force » avec laquelle ces croyances étaient affichées dans le foyer familial). La perpétuation des croyances qui nous intéressent ici pourrait donc déjà provenir en partie du fait que le nombre de familles présentant ces croyances est largement supérieur à celui des « non-croyants ».

Mais – une fois l’empreinte parentale estompée – qu’est-ce qui peut conforter les personnes dans leur « choix » initial ? Quels sont les ressorts qui maintiennent les croyances ?

Un sens dans la vie, un sens de la vie

De nombreuses personnes sont à la recherche d’un « sens » qu’elles présupposent exister (le tristement actuel Intelligent Design est là pour nous le rappeler si nous avions tendance à l’oublier) et pensent trouver ce sens en se tournant vers la croyance au surnaturel, surnaturel censé traduire l’existence d’entités supérieures leur offrant enfin les explications du monde et de l’univers qu’elles recherchent.

En fait, la quête de ce sens repose sur une base relativement… rationnelle : la quête d’explications à l’univers qui nous entoure. Le problème alors est de savoir distinguer les « explications » qui en sont réellement de celles qui n’en sont pas ; mais cela est un autre débat car, indépendamment du fait que la réponse apportée soit correcte ou non, le simple fait d’avoir – ou de penser avoir – une réponse permet de se rassurer.

Raisons de croire et de ne plus croire

Se tourner vers des croyances en le surnaturel repose rarement sur des raisons objectives et « intellectuelles » ; très souvent les raisons sont d’ordre psychologique et émotionnel. Face aux problèmes rencontrés (disparition d’êtres chers, dysfonctionnements familiaux, comportement criminel, drogues…), on obtient alors un certain réconfort – donc la possibilité de vivre « heureux » – que l’on n’aurait peut-être pas pu trouver dans la vie « normale » [2]. Il existe ainsi un décalage entre le raisonnement analytique, rigoureux, qui peut faire perdre la foi, et la pensée intuitive émotionnelle. Mais nous disposons tous de ces deux types de raisonnements, qui prennent place dans un ensemble que des psychologues ont pu vérifier, et préciser au sein d’un modèle aujourd’hui reconnu [3].

Un tampon/support social et psychologique

Une croyance au surnaturel peut également, pour de nombreuses personnes, agir comme une sorte de barrière contre les angoisses, le stress, la peur de la maladie, la mort des proches… L’appartenance à une « structure » de croyants permet même souvent de trouver une aide concrète pour affronter – en groupe – les problèmes de la vie, ce qui n’implique en rien que ces groupes soient plus soudés que d’autres.

La croyance apparaît ainsi comme une stratégie pour « faire face » à certaines difficultés de la vie, ce que les psychologues classent dans ce qu’ils appellent les stratégies de coping [4].

Un statut

L’acceptation, l’intégration, dans une « communauté » de personnes partageant les mêmes croyances présente l’avantage supplémentaire d’offrir un statut, sinon un prestige. L’accepté, que l’on pourrait ici nommer véritablement l’initié, se sent, se sait supérieur au reste de la population « externe » à sa communauté ; il perçoit en fait sa communauté comme une émanation, une sélection extraite de la pauvre et triste communauté globale terrienne qui reste en dehors de la « connaissance » qu’il partage avec les seuls membres de sacommunauté : celle des adeptes de tel dieu, des initiés de la parapsychologie, de ceux qui savent décrypter l’inconscient par la psychanalyse, ou de ceux qui lisent dans les esprits.

En résumé, vivre sans les « bénéfices » associés à une croyance au surnaturel me paraît nécessiter une personnalité forte et indépendante. La béquille psychologique qu’offre la croyance au surnaturel apporte, à mon avis, à l’individu plus de bénéfices que de coûts et je ne suis pas sûr que la non-croyance puisse en proposer autant.

De plus, étant donné que l’approche scientifique nécessite un réel apprentissage, un réeltravail, pour obtenir des connaissances objectives, qui pourrait alors s’arroger le droit de retirer cette béquille s’il ne peut offrir la marche à l’individu en question ?

Tripes ou encéphale ? That’s the question

Si la rationalité a une place évidente et a priori éminente dans l’évaluation de nos croyances et dans leur déconstruction, il pourrait sembler provocateur de (se) poser une autre question : « la rationalité a-t-elle une place dans la construction de nos croyances ? »

Ce n’est pas le niveau scolaire qui définit les croyances de quelqu’un (bien que le niveau de croyance soit lié au niveau scolaire [5]) mais le niveau scolaire oriente le choix vers des revendications ou des faits paraissant plus compatibles avec ce niveau, plus « rationnels ».

Par exemple, dans le cas de la radiesthésie, le pendule – symbole de cette parascience – pourra servir à une personne pour faire de la divination, de la voyance sur cartes à jouer ou tout autre support en captant son « fluide » ; mais, pour une personne dont le niveau d’études sera plus élevé, ce même pendule interviendra plutôt pour la détection du fluide des sources telluriques de la géobiologie, ou la détection des variations magnétiques de la sourcellerie si chère au professeur Yves Rocard [6].

Le délire est le même dans les deux cas, mais il fait plus chic et mieux adapté au niveau d’études élevé dans le cas de la sourcellerie. Le choix paraît plus rationnel ! Quand on commence à chercher des explications, on a du mal à admettre le côté irréel du hasard ou de la voyance. On recherche donc des explications « scientifiques » et le fluide magnétique des sourciers, prétendument bien concret, vient à point nommé. On cherche également les explications « scientifiques » parce que la science est, quoiqu’on en dise, au centre de la culture et de la société qui environnent l’homme moderne.

Voilà pourquoi, au-delà des difficultés qui peuvent exister, un scientifique, citoyen impliqué dans la société dans laquelle il vit, peut et doit soulever les problèmes posés par le développement des pseudo-sciences et des croyances.

Croyances et paranormal sont opposés à la liberté de l’homme

Cela est d’autant plus important que la science est, par définition, ce qui gêne les dogmatiques [7]. Le rôle de citoyen du scientifique prend donc un sens particulier et s’élargit au-delà de la simple sphère du paranormal et son action dans la respublica, par essence même politique, peut aider à mettre en évidence que croyances et paranormal sont en fait intrinsèquement opposés à la liberté de l’homme.

En effet, quelques questions se posent :
L’homme est-il sans libre arbitre ; son destin est-il inscrit dans les arabesques des planètes, au cœur des étoiles ? En fait l’homme est-il un homme-objet ?
Les extraterrestres sont-ils venus sur Terre pour éduquer les hommes, incapables d’évoluer par eux-mêmes ? Sapiens sapiens n’est-il qu’un homme-primate ?
Se laissera-t-on réduire par les médecines magiques à n’être qu’un être humain sans encéphale ? A-t-on vraiment besoin d’accorder un pouvoir thérapeutique spécifique à des granules vides [8] ou à de plaisantes aiguilles ? Niera-t-on l’impact de l’homme même au cœur de son corps ? Pour le réduire à un simple homme-tronc ?
Un pouvoir surhumain, se manifeste-t-il via les sujets choisis (par qui ?) que sont les médiums qui – leur nom l’indique – ne sont que des hommes-supports ?
Y a-t-il une entité qui transcende l’homme et daigne se manifester au travers des miracles ? L’homme, ce serf, ce sujet obéissant, est-il condamné à prendre ses lois, ses commandements, ses ordres au cœur du surnaturel ? L’être humain n’est-il qu’un homme-vassal ?

Contrairement à la forme de leurs allégations, la plupart des astrologues, archéomanes, patamédecins, parapsychologues et théologues répondent finalement, sur le fond, aux questions qui précèdent de manière clairement affirmative [9]. Toutes les « solutions » qu’ils proposent ne sont en réalité que des solutions de facilité qui posent comme base première l’inadaptation foncière de l’homme à pouvoir comprendre réellement l’univers qui l’entoure.

Alors qu’il serait si simple de souligner que s’investir avec les tripes ne doit pas nous empêcher de faire travailler un peu l’encéphale. Et qu’aux diverses questions qui peuvent se présenter, il faut essayer d’élaborer des éléments de réponse (ce qui ne signifie évidemment pas que nous ayons réponse à tout) un peu plus pertinents que les véritables insultes à l’intelligence humaine que sont les allégations des psiphiles – les « adorateurs » des pouvoirs-psi – et autres croyants au surnaturel dont le leitmotiv consiste à déclarer que des « forces » peuvent être mises en valeur par certains individus (les « élus », les « messies », les « surdoués », les autres n’étant que valetaille juste bonne à écouter…), individus qui, de plus, ne sont pas les « générateurs » de ces forces, de ces pouvoirs, mais uniquement les « focaliseurs », les « prêtres », les « médiums ».

Ainsi, contrairement à la prétendue réalité affichée trop souvent dans la plupart des médias colportant monts et merveilles sur religions, croyances et pseudosciences, ces dernières ne sont que les aspects émergés d’un mode de pensée dont la base est, à l’inverse des allégations soutenues, la négation même de la notion d’individu, de liberté, de libre arbitre ; cette base prône en fait l’émergence d’un… homme anencéphale !

Attitude scientifique et comportement civique nécessitent en fait le même terreau mental-moral spécifique pour leur développement. Et une société véritablement démocratique présuppose nécessairement des citoyens aptes à la réflexion, dotés d’esprit critique.

C’est pourquoi offrir à chaque homme de la Cité les outils nécessaires à une réflexion sur le paranormal, c’est permettre, via ce support fortement motivant de viser l’objectif de l’acquisition, de l’appropriation par tout un chacun de la méthodologie scientifique et donc permettre une réflexion sur les enjeux et choix scientifiques, technologiques, civiques et politiques qui marqueront nécessairement notre futur.

Pourquoi croit-on ? Ce qu’en dit la psychologie expérimentale
Lorsque les psychologues ont abordé la question par la méthode expérimentale, ils ont découvert toutes sortes de processus mentaux qui « conspirent » pour nous détourner des croyances claires et fondées. En voici quelques exemples :

L’effet de consensus. Les gens tendent à aligner leur perception d’une scène sur ce qu’en disent les autres ; si, par exemple, on leur montre un visage avec une expression de colère mais que les gens autour d’eux affirment que c’est une moue de dégoût, ils affirmeront eux aussi que c’est une expression de dégoût.

L’effet de faux consensus. C’est l’effet inverse, la tendance à penser que nos impressions sont partagées par les autres, que les émotions ressenties par les témoins d’une scène, par exemple, sont semblables aux nôtres.

L’effet de génération. L’information que l’on crée soi-même est souvent mieux mémorisée que celle qui est perçue. Dans la description d’une scène imaginaire, on retiendra mieux les détails que l’on a soi-même suggérés que ceux qui ont été inventés par d’autres.

Les illusions mnésiques. On peut créer très facilement de faux souvenirs ; les gens ont la certitude intuitive qu’ils ont effectivement entendu ou vu telle chose alors qu’ils l’ont imaginée. Autre exemple : à force d’imaginer que l’on accomplit une certaine action on finit par se persuader, après un grand nombre de répétitions, que l’on a effectivement accompli cette action.

La confusion des sources. Dans certaines circonstances, les gens ne savent plus très bien d’où provient une information (l’ont-ils déduite eux-mêmes ou l’ont-ils apprise de quelqu’un d’autre ? Ont-ils vu, entendu, ou lu cela ?), ce qui rend d’autant plus difficile d’évaluer cette information.

Le biais de confirmation. Dès lors que l’on envisage une hypothèse, on a tendance à remarquer et à mémoriser tout ce qui semble la confirmer, mais on remarque beaucoup moins bien ce qui pourrait la réfuter. Les éléments positifs nous rappellent l’hypothèse et sont donc retenus comme preuves ; les éléments négatifs ne nous rappellent pas l’hypothèse et ne sont donc pas pris en compte.

La réduction de la dissonance cognitive. Nous avons tendance à réajuster le souvenir de nos croyances et impressions à la lumière de notre expérience. Si, à cause d’une information nouvelle, nous nous faisons une certaine opinion à propos d’une personne, nous aurons tendance à penser que c’était notre opinion depuis le début, même si en fait nous pensions le contraire.

Cette liste n’est nullement exhaustive. La littérature expérimentale fourmille d’entorses au raisonnement normatif, à la façon dont nous devrions penser pour être cohérents, efficaces.

Pascal Boyer, Et l’homme créa les dieux, page 437, chapitre « Pourquoi croit-on ? »


[1] B. Altemeyer, B. Hunsberger, Amazing conversions : why some turn to faith and others abandon religion, Prometheus Books 1997. Et pour les raisons indiquées dans cet article, cf. B. Hunsberger, « Social-psychological causes of faith », Free Inquiry, été 1999, p. 34-37.

[2] Il faut remarquer à ce sujet que les personnes qui, par contre, abandonnent leur croyance au surnaturel le font la plupart du temps pour des raisons purement intellectuelles. C’est une dé-construction de l’édifice et des fondements sur lesquels est basée la croyance qui les amène à ne plus pouvoir objectivement croire ce qu’on leur avait enseigné (inculqué ?) et lorsque cette déconstruction est systématique, ces personnes se tournent souvent vers la science comme une aide au tracé de leur vie.

[3] Voir à ce propos, dans ce numéro, l’article « L’origine des superstitions » de Marjaana Lindeman et Kia Aarnio, où la théorie de la double voie cognitive de Evans (2003) est citée.

[4] Voir à ce sujet l’article « Croyances au paranormal, anxiété et contrôle perçus dans l’enfance » de Caroline Watt, plus loin dans ce dossier.

[5] Le niveau, « l’intensité », de la croyance est effectivement corrélé au niveau scolaire. Corrélation surprenante car positive, le degré de croyance au « paranormal » est directement proportionnel au niveau des études effectuées ! Cf. graphique in G. Charpak & H. Broch, “Devenez sorciers, devenez savants”, Poches Odile Jacob 2003, p. 191).

[6] Yves Rocard est l’auteur de plusieurs articles et livres sur le « signal du sourcier » qu’il pensait avoir démontré en faisant appel à une (supposée) sensibilité humaine aux gradients de champ magnétique. Pour avoir une facette de l’information souvent oubliée par les médias, cfhttp://www.unice.fr/zetetique/artic... et Henri Broch Au Cœur de l’Extra-Ordinaire, éd. Book-e-book 2006, pp. 239-247.

[7] La science dans son sens premier de méthode car, si l’on joue sur le sens du mot, il y a, bien sûr, quelquefois des « dogmes scientifiques » ou des « scientifiques dogmatiques ».

[8] Vides, au sens de « ne contenant pas de principe actif en quantité pondérable ».

[9] Pour détails, cf. H. Broch, Au Cœur de l’Extra-Ordinaire, 7e éd. 2006, pp. 331-343

Citas Ateas



"Debemos cuestionar la lógica del argumento de tener un dios omnisapiente y todopoderoso que crea humanos defectuosos y luego los culpa por sus propios errores." [Gene Roddenberry]

"Dios dice haz lo que quieras, pero toma la decisión incorrecta y serás torturado por toda la eternidad en el infierno. Esto, señor, no es libre albedrío. Sería semejante a un hombre que le dice a su novia: haz lo que desees, pero si eliges dejarme te seguiré el rastro y te volaré los sesos. Cuando un hombre dice esto, lo llamamos un psicópata, y pedimos a gritos que sea encarcelado o ejecutado. Cuando Dios dice esto mismo, lo llamamos 'amor' y construimos iglesias en su honor." [William C. Easttom II]


"Si Dios es la respuesta, la pregunta debe haber sido muy tonta." [En el grupo de noticias alt.atheism]

"Si un tal Dios existiese, no podría ser un Dios benévolo, como el que postulan los cristianos. ¡Qué desfachatez es hablar de la misericordia y bondad de una naturaleza en la cual todos los animales devoran animales, en la cual cada boca es un matadero y cada estómago una tumba!" [E. M. McDonald]

"No hay otra vida; la vida misma es sólo una visión y un sueño, porque nada existe salvo el espacio y tú. Si hubiese un Dios todopoderoso, habría hecho todo bueno y nada malo." [Mark Twain]

"No creo en Dios y no me hace ninguna falta. Por lo menos estoy a salvo de ser intolerante. Los ateos somos las personas más tolerantes del mundo. Un creyente fácilmente pasa a la intolerancia. En ningún momento de la historia, en ningún lugar del planeta, las religiones han servido para que los seres humanos se acerquen unos a los otros. Por el contrario, sólo han servido para separar, para quemar, para torturar. No creo en Dios, no lo necesito y además soy buena persona." [José Saramago, escritor portugués, Premio Nobel de Literatura]


"Si es infinitamente bueno, ¿qué razón deberíamos tener para temerle? Si es infinitamente sabio, ¿por qué deberíamos tener dudas concernientes a nuestro futuro? Si lo sabe todo, ¿por qué advertirle de nuestras necesidades y fatigarlo con nuestras oraciones? Si está en todos lados, ¿por qué erigirle templos? Si es justo, ¿por qué temer que castigará a las criaturas a las cuales llenó de debilidades? Si la gracia lo hace todo por ellos, ¿qué razón habrá para recompensarlos? Si él es todopoderoso, ¿cómo ofenderlo, cómo resistírsele? Si es razonable, ¿cómo puede enojarse con los ciegos, a quienes les ha dado la libertad de ser irrazonables? Si es inamovible, ¿con qué derecho pretendemos hacerlo cambiar sus designios? Si es imposible de concebir, ¿por qué habremos de ocuparnos de él? Si él ha hablado, ¿por qué el Universo no se ha convencido? Si el conocimiento de un Dios es el más necesario, ¿por qué no es el más evidente y el más claro?" [Percy bysshe Shelley, "The Necessity of Atheism"]


"Si no sabías a la edad de cinco años que los dioses son inventados y los mitos historias imposibles, eres un tonto." [Gaius Suetonius Tranquillus]




"La religión es probablemente el cuento chino más grandioso jamás contado. Piensen en esto: la religión realmente ha convencido a la gente de que hay un hombre invisible... que vive en el cielo... que observa cada cosa que hacemos, cada minuto de cada día. Y el hombre invisible tiene una lista de diez cosas especiales que no quiere que hagas. Y si haces alguna de estas diez cosas, tiene un lugar especial lleno de fuego y humo y quemazón y tortura y angustia donde va a enviarte para vivir y sufrir y quemarte y atragantarte y gritar y llorar para siempre hasta el fin de los tiempos... pero te ama." [George Carlin, "Brain Droppings"]
Apariciones milagrosas. Análisis escéptico


El episcopado portugués critica el nuevo libro de José Saramago 'Caín'

"La Biblia es un manual de malas costumbres y de crueldad", dice el Nobel de Literatura en su texto.

AFP
Publicado: 19/10/2009 10:12

Lisboa. Caín, el último libro del escritor portugués José Saramago, levantó polémica apenas puesto este lunes en venta, cuando el episcopado consideró que se trataba de una mera "operación publicitaria" del Premio Nobel de Literatura 1998.
El libro, que narra con tono irónico la historia bíblica de Caín, el hijo de Adán y Eva que mató a su hermano Abel, fue presentado el domingo en Penafiel por su autor.
"La Biblia es un manual de malas costumbres, un catálogo de crueldad y de lo peor de la naturaleza humana", dijo Saramago, para quien sin la Biblia, "un libro que tuvo mucha influencia en nuestra cultura y hasta en nuestra manera de ser", los seres humanos serían "probablemente mejores".
El novelista denunció "un Dios cruel, envidioso e insoportable", que "solamente existe en nuestras mentes", y aseguró que su obra no causará problemas con la Iglesia católica, "porque los católicos no leen la Biblia... Admito que el libro pueda molestar a los judíos, pero poco me importa", agregó.
El portavoz de la Conferencia Episcopal Portuguesa, Manuel Marujao, calificó el libro de "operación publicitaria".
"Un escritor de la dimensión de José Saramago debería tomar un camino más serio". "Podrá hacer críticas, pero entrar en un género de ofensas no le sienta bien a nadie, y menos a un Premio Nobel", afirmó.
El rabino Elieze du Martino, representante de la comunidad judía de Lisboa, aseguró que "el mundo judío no se va a escandalizar por los escritos de Saramago ni de nadie". "Saramago desconoce la Biblia y su exégesis", y hace "lecturas superficiales de la Biblia", agregó.
Saramago había levantado olas en 1992 con su Evangelio según Jesucristo, en el cual mostraba a un Jesús que perdió su virginidad con María Magdalena y que era utilizado por Dios para extender su poder en el mundo. El escritor se marchó luego de su país, y se instaló en Lanzarote, en el archipiélago español de las Canarias.

mercredi 14 octobre 2009

José Saramago acusa al Papa de "cinismo"

Saramago acusa al Papa de "cinismo"

  • El autor portugués considera que la Iglesia sólo busca el control de los cuerpos sin importarle el destino de las almas
  • Saramago acusa al Papa de "cinismo"
  • Hasta ahora, Saramago había sido un ateo "tranquilo"
  • Vargas Llosa y Saramago, reencuentro en Lanzarote 2009-10-05
  • Saramago pide que exista el derecho a disentir
  • Saramago apoya a prensa italiana 2009-09-16
  • Saramago apoya libertad de prensa en Italia 2009-09-15
  • Saramago se despide de lectores de blog 2009-09-01
  • Dios, no Caín, el asesino de Abel”
  • Saramago vuelve a escribir sobre religión en nuevo libro 2009-08-27
  • Saramago critica descargas de libros en internet 2009-06-25
EFE El Universal
Roma Miércoles 14 de octubre de 2009
12:02 El Premio Nobel de Literatura 1998 José Saramago ha acusado al papa Benedicto XVI de "cinismo" y ha dicho que a la "insolencia reaccionaria" de la Iglesia hay que responderle con la "insolencia de la inteligencia viva".

"Que Ratzinger tenga el valor de invocar a Dios para reforzar su neomedievalismo universal, a un Dios que jamás ha visto, con el que nunca se ha sentado a tomar un café, demuestra solamente el absoluto cinismo intelectual del personaje", dijo Saramago en un coloquio con el filósofo italiano Paolo Flores D`Arcais, que publica hoy Il Fatto Quotidiano, en coincidencia con su visita a Roma.

Saramago se encuentra hoy en la capital italiana para presentar su libro Los Cuadernos y reunirse con amigos italianos, como la Premio Nobel de Medicina 1986 Rita Levi Montalcini.

En su charla con Flores D`Arcais, Saramago aseguró que él es un ateo "tranquilo", pero que ahora está cambiando de idea.

"A las insolencias reaccionarias de la Iglesia católica hay que responder con la insolencia de la inteligencia viva, del buen sentido, de la palabra responsable. No podemos permitir que la verdad sea ofendida todos los días por presuntos representantes de Dios en la tierra a los que en realidad sólo interesa el poder", afirmó.

Según Saramago, a la Iglesia le importa pocos el destino de las almas y lo que siempre ha buscado es el control de sus cuerpos. "La razón -añadió- puede ser una moral, usémosla".

A la pregunta de si el escaso compromiso de escritores e intelectuales puede ser una de las causas de la crisis de la democracia, el escritor luso dijo que sí, pero que no sólo, ya que es toda la sociedad la que está en esas condiciones y ello lleva a una crisis de autoridad, de la familia, de las costumbres, una crisis moral en general.

Saramago advirtió que en Europa está creciendo el fascismo y se mostró convencido de que en los próximos años "atacará con fuerza", por lo que -señaló- "tenemos que prepararnos para afrontar el odio y la sed de venganza que los fascistas están alimentando".

"Aunque está claro que se presentarán con máscaras pseudo democráticas, algunas de las cuales circulan ya entre nosotros, no debemos dejarnos engañar", subrayó.

Antes de la estancia en Roma, Saramago ha estado, según dijo a Efe, en Milán, Turín, Alba y Pontedera, donde se reunió con sus lectores y donde criticó al primer ministro, Silvio Berlusconi.

En declaraciones al diario ex comunista L`Unita dijo que Berlusconi es la "enfermedad del país" y hoy en la charla con Flores D`Arcais dijo que lo que más caracteriza a la izquierda, en el plano internacional es su "falta de ideas".

La derecha, según Saramago, no necesita ideas para gobernar y ello se ve en Berlusconi "que no tiene ninguna", pero que la izquierda si no tiene ideas no tiene nada que ofrecer a los ciudadanos. La visita de Saramago a Roma se produce un día antes de que mañana salga a la venta su último libro, Caín, en el que vuelve a ocuparse de la religión.
Saramago vuelve a escribir sobre religión en nuevo libro
El escritor portugués trata en su nueva obra acerca de su forma de ver el relato bíblico del asesinato de Abel a manos de su hermano Caín

Saramago vuelve a escribir sobre religión en nuevo libro
El escritor portugués José Saramago vuelve a ocuparse de la religión en "Caín" , su nueva novela, que se publicará en octubre, en la que redime a su protagonista del asesinato de Abel y señala a Dios "como el autor intelectual al despreciar el sacrificio que Caín le había ofrecido".

Su editor en portugués, Zeferino Coelho, la llevará a la Feria del Libro de Fráncfort el próximo octubre y a finales de ese mes estará en las librerías de Portugal, América Latina y España.
Será en Lisboa, en su presentación mundial, donde el Premio Nobel hable por primera vez de su nuevo libro.

Pero desde su casa de la isla española de Lanzarote, donde pasa el verano y ya prepara las maletas para volver a Lisboa, explicó a través del correo electrónico que lo que nos ha querido decir con "Caín" es que "Dios no es de fiar. ¿Qué diablos de Dios es éste que, para enaltecer a Abel, desprecia a Caín?".

Casi veinte años después de su discutido libro "El evangelio según Jesucristo", que fue vetado por el Gobierno portugués para competir por el Premio Europeo de Literatura, el Nobel luso hace un irreverente, irónico y mordaz recorrido por diversos pasajes de la Biblia pero no teme que vuelvan a crucificarle.

"Algunos tal vez lo harán -afirma Saramago-, pero el espectáculo será menos interesante. El Dios de los cristianos no es ese Jehová. Es más, los católicos no leen el Antiguo Testamento. Si los judíos reaccionan no me sorprenderé. Ya estoy habituado".

No obstante, añade: "Pero me resulta difícil comprender cómo el pueblo judío ha hecho del Antiguo Testamento su libro sagrado. Eso es un chorro de absurdos que un hombre solo sería incapaz de inventar. Fueron necesarias generaciones y generaciones para producir ese engendro" .

José Saramago no considera este libro su particular y definitivo ajuste de cuentas con Dios - "las cuentas con Dios no son definitivas", dice-, pero sí con los hombres que lo inventaron.

"Dios, el demonio, el bien, el mal, todo eso está en nuestra cabeza, no en el cielo o en el infierno, que también inventamos. No nos damos cuenta de que, habiendo inventado a Dios, inmediatamente nos esclavizamos a él", señaló el autor.

Niega que la cercanía de la muerte, hace ahora un año debido a su enfermedad, le hiciera pensar más en Dios.

"Tengo asumido que Dios no existe, por tanto no tuve que llamarlo en la gravísima situación en que me encontraba. Y si lo llamara, si de pronto él apareciera, ¿qué tendría que decirle o pedirle, que me prolongase la vida?", se pregunta.

Y continúa Saramago: "Moriremos cuando tengamos que morir. A mí me salvaron los médicos, me salvó Pilar (su esposa y traductora), me salvó el excelente corazón que tengo, a pesar de la edad. Lo demás es literatura, y de la peor".

Hace un año, el escritor sorprendió a sus lectores por la ironía y el humor que destilan las páginas de "El viaje del elefante" y ahora vuelve a las andadas con "Caín" . Para él es un misterio.

Y reflexiona: "No fue deliberado ni premeditado, la ironía y el humor aparecen en las primeras líneas de ambos libros. Podía haberlo contrariado e imprimirle un tono solemne a la narrativa, pero lo que está me vino ofrecido en una bandeja de plata, sería una estupidez rechazarlo".

El escritor empezó a pensar en "Caín" hace muchos años, pero se puso a escribirlo en diciembre de 2008 y lo terminó en menos de cuatro meses. "Estaba en una especie de trance. Nunca me había sucedido, por lo menos con esta intensidad, con esta fuerza", rememora.

Saramago, que una vez escribió que "somos cuentos de cuentos contando cuentos, nada" y así sigue viéndose, escribe más y más rápido que nunca (tres libros en un año) , quizás como la mejor manera de seguir vivo.

"Es verdad. Tal vez la analogía perfecta sea la de la vela que lanza una llama más alta en el momento en que va a apagarse. De todos modos, no se preocupen, no pienso apagarme tan pronto", sentencia.

En su blog (blog.josesaramago.org) aparece hoy el anuncio de la nueva novela y una carta de la presidenta de la Fundación Saramago, Pilar del Río, en la que anuncia a los lectores del Nobel que este "Caín" no les dejará indiferentes.

mercredi 2 septembre 2009

Dios no es de fiar: José Saramago: El Antiguo Testamento es un engendro

  • Caín, su nueva novela, es una reflexión irónica sobre la religión
  • Dios no es de fiar: Saramago
  • El Antiguo Testamento es un engendro, dice el Nobel de Literatura
Foto Para Saramago, haber inventado a Dios hizo que nos esclavizáramos a élFoto Omar Meneses Valencia
Armando G. Tejeda Corresponsal
  • DIOS NO EXISTE, ES PATRAÑA DE LOS OLIGARCAS
Madrid, 27 de agosto. A sus 87 años y tras superar una grave enfermedad que lo tuvo al borde de la muerte, el Nobel de Literatura portugués, José Saramago, culminó hace poco su más reciente novela –y su tercer libro del año– Caín. En esta ocasión, Saramago hace una reflexión irónica sobre la religión, su carácter esclavista en la historia del ser humano y la sinrazón del algunos engendros, como el Antiguo Testamento.

Desde su casa de la isla de Lanzarote, Saramago y su mujer, Pilar del Río, informaron hoy de la enhorabuena: la pulsión narrativa, la imaginación, la reflexión crítica y el pensamiento transgresor se volvieron a reunir en torno a la pluma del escritor portugués. Saramago, nacido en el pueblo de Azhinaga, en 1922, mantiene desde joven una relación tensa con la herencia doctrinaria y dogmática de la religión católica, la misma que sorbió desde pequeño, ya sea por pura tradición familiar o por los sucesivos regímenes totalitarios de su país, que siempre tuvieron como aliada a la Iglesia de Roma.

Saramago, quien defiende y abraza las ideas comunistas, no es la primera vez que utiliza algún pasaje bíblico o alguna de las metáforas que abundan en la literatura católica para convertirlos en su propia narrativa, como ocurrió en 1991 con la publicación de El Evangelio según Jesucristo, una novela que fue prohibida en su país durante años (siendo ya una República laica) y que precipitó su salida de Portugal para asentarse definitivamente en la isla de Lanzarote.

La nueva novela de Saramago se publicará en octubre próximo, con el sello de Alfaguara, y se presentará por primera vez en Lisboa. La primera persona en haber leído el libro es su traductora y compañera, Pilar del Río, también presidenta de la Fundación José Saramago, quien celebró la llegada de una novela que no dejará a nadie indiferente. Desde su casa isleña, el propio Saramago señaló sobre su libro: Dios no es de fiar. ¿Qué diablos de Dios es éste que, para enaltecer a Abel, desprecia a Caín?, se preguntó el Nobel de Literatura.

El también autor de El ensayo sobre la ceguera afirma: “Algunos tal vez vuelvan a crucificarme, pero el espectáculo será menos interesante (que cuando publicó El Evangelio…). El Dios de los cristianos no es ese Jehová. Es más, los católicos no leen el Antiguo Testamento. Si los judíos reaccionan no me sorprenderé. Ya estoy habituado. Pero me resulta difícil comprender cómo el pueblo judío ha hecho del Antiguo Testamento su libro sagrado. Eso es un chorro de absurdos que un hombre solo sería incapaz de inventar. Fueron necesarias generaciones y generaciones para producir ese engendro”.

Saramago muestra con nitidez su convencimiento de que Dios, el demonio, el bien, el mal, todo eso está en nuestra cabeza, no en el cielo o en el infierno, que también inventamos. No nos damos cuenta de que, habiendo inventado a Dios, inmediatamente nos esclavizamos a él.

El Nobel también negó que este libro signifique un ajuste de cuentas con Dios, máxime tras haber sobrevivido a una severa enfermedad respiratoria que lo tuvo al borde de la muerte. Desde su salida triunfal de un pequeño hospital de Canarias, donde vivió lo más duro y peligroso de su convalecencia, Saramago se ha dedicado a escribir y a hacer algunos viajes, ahora menos y elegidos en función de su estado de salud. En menos de un año ha escrito y publicado tres libros: El viaje del elefante, una novela con un paquidermo como personaje principal, los Cuadernos, en el que se incluyen sus escritos diarios, y ahora su nueva novela, Caín, que la escribió en una especie de trance, según explicó él mismo.

Pilar del Río señaló por su parte que, en la nueva novela de Saramago, “Caín es uno de los protagonistas principales. Otro es Dios y otro es la humanidad, con sus distintos nombres y pulsaciones. En este libro, como en los anteriores, El Evangelio según Jesucristo, por ejemplo, nuestro escritor no se anda por las ramas, ni busca subterfugios a la hora de abordar lo que durante milenios, y en las distintas culturas y civilizaciones, han dicho que es intocable e innombrable: la divinidad y el conjunto de normas y preceptos que los hombres establecen en torno a esa figura para exigirse a sí mismos –o tal vez sería mejor decir para exigirles a otros– una fe inquebrantable y absoluta, en la que todo se justifica, desde negarse a uno mismo hasta la extenuación, o morir ofrecido en sacrificio, o matar en nombre de Dios”.

Caín no es un tratado de teología, ni un ensayo, ni un ajuste de cuentas: es una ficción en la que Saramago pone a prueba su capacidad narrativa al contar, desde su peculiar estilo, una historia de la que todos conocemos la música y algunos fragmentos de la letra. Asimismo, su traductora advirtió que este libro no nos va a dejar indiferentes, provocará en los lectores desconcierto y quizá alguna angustia.

Se organizan ateos en EU

Se organizan ateos en EU

En la imagen se ve una de las proclamas de asociación Florida Atheists and Secular Humanists.
El 15 por ciento de los estadounidenses se declara "sin religión", dos veces más que hace 18 años

AFP reforma.com

Miami, Estados Unidos (28 agosto 2009).- En su primer encuentro eran solo cuatro, acodados en un bar. Cuatro años después, los ateos de la región de Miami (sudeste) son más de 500 y se reúnen una vez por semana para preparar su primera "Jornada de Darwin".

"Dios no existe pero el helado es genial", afirma una de las pegatinas que ofrecen a la venta, una frase provocadora en el país del creacionismo donde la referencia al Todopoderoso es omnipresente en el discurso político.

"Lo que la escuela necesita es un momento de ciencia", proclama otro eslogan, en referencia al debate sobre orar en la escuela.

En todo el país, los ateos comienzan a organizarse frente al peligro planteado, según ellos, por la ofensiva de los cristianos evangélicos que cuestionan la separación de la Iglesia y el Estado. "Estamos creciendo a saltos", dijo Bob Senatore, un maestro retirado y uno de los fundadores de la asociación Florida Atheists and Secular Humanists (Humanistas ateos y laicos de Florida) o FLASH. "La actitud es: 'Si no hacemos algo ahora, nos encontraremos viviendo bajo una teocracia'".

Los ateos de Florida se manifestaron recientemente a la entrada de un encuentro de oración organizado en un inmueble público, financiado por los contribuyentes.

Las encuestas revelan que los ateos están aumentando en Estados Unidos, incluso en lugares como Florida donde según Senatore, "hay un templo en cada esquina". Según un estudio reciente sobre la pertenencia religiosa, el 15 por ciento de los estadounidenses se declara "sin religión", dos veces más que hace 18 años. Algunos atribuyen este incremento a un rechazo del ex Presidente George W. Bush y sus avances en dirección de la derecha religiosa.

Los ateos se sintieron reconfortados cuando el nuevo Presidente, Barack Obama, hizo referencia a los "no creyentes" en su discurso de investidura, confió Sean Faircloth, director de la asociación para la laicidad "Secular Coalition for America", que milita en el Congreso sobre temas como la investigación con células madre embrionarias.

"Pasamos de un punto en el cual básicamente podíamos comunicarnos solo con el Congreso, a otro en el que tenemos algunas puertas abiertas también en la Casa Blanca", dijo Faircloth. "Veo un gran avance y siento mucha esperanza para el futuro".

Pero igual hay resistencias. En Iowa (centro), la autoridad del tránsito quitó de los costados de los autobuses los avisos de una asociación atea luego de recibir quejas de los usuarios. Las autoridades finalmente volvieron a ponerlos y cuando una conductora cristiana se negó a conducir el autobús, fue suspendida.

El presidente de FLASH y bombero Ken Loukinen indicó que recibe regularmente amenazas en su correo electrónico. "He recibido amenazas de que harían volar mi camioneta", dijo Loukinen, también director estatal del grupo American Atheists. Pero, añadió, "es mejor difundir información que quejarse".

jeudi 20 août 2009

Por Gonzalo Puente Ojea
En Dominio Público


Un timo es la «acción y efecto de timar», y por timar debe entenderse, en su acepción general, «quitar o hurtar con engaño». Pero, en un sentido más específico y relevante, timo significa «engañar a otro con promesas y esperanzas» (DRAE). En esta clase de engaños existe una subclase especialmente dramática, en virtud del alcance y las consecuencias que puede tener en la vida personal de los timados. Me refiero al timo de la religión.
Lo que en este timo resulta definitorio consiste en prometer algo que es de toda evidencia contra natura: la negación de la muerte y la afirmación de una felicidad plena. Por esta razón nuclear y fantástica, y por algunos de sus corolarios, al timo religioso le ha cabido el honor histórico de ser el padre de los demás timos, y así, el más pernicioso, pues su engaño descansa sobre el mito más irreal generado por la mente humana: el de la existencia de almas y espíritus inmateriales como entes reales, y también de sus derivados, los dioses de los politeísmos, el Dios de los monoteísmos y los espíritus de los panteísmos.
Para que ocurra un timo se precisa una relación de engaño entre dos sujetos: el timador y el timado. Y además se requiere un referente que especificará la naturaleza concreta del engaño. En esa relación, el oferente promete lo que en la fase profética de la religión se llamó la salvación personal, porque está asistido por Dios o el gran Espíritu y cuenta con su delegación. Es decir, actúa por procuración divina o parte ya como un redentor divinizado que ostenta el poder de cumplir la realización de las promesas pactadas. Porque el vínculo personal constituido por la fe religiosa es un contrato sinalagmático (del verbo griego synallásso o synallátto: unir, pactar, conciliar), por el cual el oferente propone al ofertado una especie de trato jurídico recíproco que obliga a ambos al cumplimiento íntegro de lo prometido, de modo que, en caso de incumplimiento, las partes asumen la condición de felones según quien sea o no el culpable de la ruptura.
Sin embargo, la constatación del incumplimiento que debe exhibir la parte que se considere perjudicada resulta muy problemática en el momento de atribuir la carga de la prueba. Si esto ya es así en las causas jurisdiccionales terrenales, imagínese el lector qué sucede cuando el contrato recae entre almas, espíritus y dioses, entre ángeles y demonios o entre la demás ralea de esos espacios celestes o infernales en los que se lucha por premios o castigos eternos, o por rebajas de pena a golpe de costosísimas indulgencias, o por intercesiones de vírgenes y santos con clientelas propias, con trámites complejos y costosos en los cuales los «económicamente débiles» suelen estar en condiciones evidentes de inferioridad. Una dificultad prácticamente insuperable se presenta cuando el máximo tribunal divino tiene que decidir quién se ha salvado o condenado, estableciendo así, sin réplica, lo siguiente: si se ha producido ya un incumplimiento insanable; quién ha sido el imputable, y qué pena o premio le corresponde. En esta coyuntura se da la curiosísima situación de que el tribunal divino es juez y parte, y por su propia entidad es omnisciente, justiciero y misericordioso. Cualquier intención del condenado de clamar inocencia no sólo pondría en cuestión la excelencia del tribunal, sino que su rebeldía demostraría la justicia de la sentencia y su ineludible condición de réprobo.
Lo chocante y espantoso del timo religioso consiste en su inicua ventaja sobre los timos mundanos: mientras todos los códigos jurídicos modernos establecen garantías en relación con la celebración y el cumplimiento de los contratos –exigiendo una eficiente identificación personal de los contratantes o una declaración de sus voluntades sin coacción o intimidación, etc.–, las confesiones de fe se atribuyen ritualmente por las Iglesias a recién nacidos, enfermos, moribundos, torturados en las mazmorras de la Inquisición o poblaciones enteras en virtud de concordatos fraudulentos que enajenan la voluntad de las personas y la soberanía de los Estados. Los fieles depositan sus conciencias en el palio de sus iglesias mediante una fe transmitida mecánicamente en el hogar y la escuela, una fe meramente gestual y vehiculada por mitos infantiles y creencias que, al ser aceptadas sin verdadera convicción y sin escrutinio intelectivo, degradan la dignidad humana y dañan la capacidad cognitiva de sujetos dotados de los atributos innatos de inteligencia y creatividad.
Cuando las instituciones religiosas barruntan superficialmente su responsabilidad e imputabilidad éticas, improvisan actitudes de arrepentimiento que se quedan en imploraciones insinceras de perdón colectivo. Pero no cesan en su ejercicio del timo religioso, alimentado por su implacable proselitismo universal a favor del timo supremo de «la vida después de morir». Pero, ¿cómo certificar que se produjo el timo, si no hay testigos de vista de los hechos trascendentales? En último término, el timado tendrá solamente la consolación de la esperanza; sin embargo, como quiera que esa esperanza se cifra en imposibles, resultará siempre frustrada. Ahora bien, una institución carece de conciencia y no es imputable de engaños o timos. Sólo son responsables los individuos en función de sus propios actos. Por consiguiente, las Iglesias ni pueden pedir perdón ni ser perdonadas, a no ser por medio de la irresponsable escenificación de un engaño suplementario. Son los sacerdotes y demás hombres de Iglesia, y sólo ellos, quienes deberían responsabilizarse personalmente del engaño mediante el cumplimiento de las sanciones penales, previa restitución a las víctimas por los daños causados; y, en caso de muerte, serán sus sucesores los obligados a prestar las correspondientes reparaciones físicas y morales.


Gonzalo Puente Ojea es el autor de La religión ¡vaya timo! (Ed. Laetoli)
Lunes, Junio 01, 2009,10:02 PM
© Hernando Salazar
Publicado en BBC Mundo

Salir del clóset está de moda en Colombia. Primero fueron algunos gays, lesbianas, bisexuales y transgeneristas, gracias a sentencias de la Corte Constitucional. Después, consumidores de drogas ilícitas, oponiéndose a su penalización, y ahora el turno es para los ateos y agnósticos.
Con sólo dos semanas en el mercado, un Manual de Ateología, escrito por personajes que niegan o dudan de la existencia de un dios, se ubicó entre los diez títulos más vendidos en las librerías de este país.
El manual fue hecho por 16 personalidades, entre ellas abogados, escritores, periodistas y psicólogos.
BBC Mundo habló con algunos de ellos y también con otros ateos y agnósticos.
Llama la atención que un libro de esa naturaleza se venda bien en Colombia, donde nueve de cada 10 personas se declaran cristianas, en su mayoría católicas. Y esas mayorías se sienten en muchos ámbitos, comportamientos y actitudes.
De hecho, durante más de ocho décadas, Colombia fue consagrada cada año por los gobiernos al Sagrado Corazón de Jesús, una de las imágenes más preciadas por los católicos.



Un estado aconfesional
Y aunque desde 1991 la Constitución declaró al Estado colombiano como aconfesional, muchas instituciones, como la Policía Nacional, siguen manteniendo en sus escudos lemas como «Dios y patria».
En esas circunstancias, muchos, como la escritora Silvia Galvis, le dicen aBBC Mundo que «es muy difícil» expresar públicamente el ateísmo.
«Cuando les conté a unos amigos que no había bautizado a mis hijos, hubo unos cruces de miradas y unas sonrisas despectivas que lo hacen sentir a uno totalmente fuera de lugar», relató Galvis, autora de varios libros, entre ellos Viva Cristo Rey, una crítica al papel de la Iglesia Católica en la historia política de Colombia en el siglo XX.
La escritora, que no hizo parte de los autores del Manual, sostiene que «hay más razones para creer que dios no existe. Me siento más confiada en la vida y hago las cosas porque creo en ellas, sin estar esperando recompensas, como sí ocurre con los creyentes».
El dirigente político Carlos Gaviria, uno de los autores del libro, quien aspira a ser nuevamente candidato presidencial del izquierdista Polo Democrático Alternativo en las elecciones de 2010, también reconoce dificultades para que los demás entiendan su agnosticismo.
¿Cómo hace un agnóstico para conseguir apoyo electoral en un país tan católico?, le preguntó BBC Mundo a Gaviria, que en 2002 obtuvo 2,6 millones de votos.
«Es cierto que la sociedad colombiana es bastante atrasada. Sin embargo, yo creo que para hacer política decente hay que exponer esas posiciones de manera honesta, sin engaños, para que la gente sepa por quién vota», responde Gaviria.
El político relató que en una ocasión un asistente a un acto político lo increpó por su actitud hacia dios y la religión. Entonces, tuvo que explicarle por qué él no tiene razones para afirmar o negar la existencia de un dios. «Después de oírme, el hombre quedó tranquilo», narra.

«Más fácil que en Irán»
A pesar de esas dificultades, otro de los autores del Manual de Ateología, el escritor Héctor Abad, le expresa a BBC Mundo que es más fácil ser ateo en Colombia que en Irán, «donde si lo fuera y lo declarara podría ir a la cárcel».
«Aquí se me puede considerar un tonto o un loco o un inmoral, pero lo puedo decir y no me siento en peligro. Es fácil, es divertido, y a muchas personas incluso les llama la atención, porque muchos creyentes, en realidad, dudan muchísimo de sus creencias», añade.
Abad es un ateo que tiene un tío que es sacerdote del Opus Dei y otro que fue arzobispo de Medellín, la segunda ciudad más importante de Colombia.
«No creo que (ellos) me vean como un anticristo, pero sí hay algunos que me advierten que me voy a ir al infierno», dice.
Según el escritor, una vez un banquero le dijo que él se iba a condenar y que le propuso que le prestara 50.000 dólares al interés que el quisiera, «con una sola condición: usted me presta la plata en esta vida, y yo se la pago en la otra. No quiso hacerme el préstamo».
El editor del Manual de Ateología, José Manuel Acevedo, reconoció hace poco en el diario El Tiempo que algunos personajes se molestaron cuando les pidieron su testimonio para el Manual de Ateología.
Uno de ellos fue Vladimir Flórez, Vladdo, el más famoso caricaturista colombiano, quien después escribió una columna titulada Dizque ateo.
Vladdo le dice a BBC Mundo que una cosa es que él critique a la Iglesia Católica por posiciones y hechos como el celibato, la prohibición de usar anticonceptivos y los casos de pedofilia, y otra que él sea ateo o agnóstico.
«Del clóset deberían salir no sólo los ateos y agnósticos sino todos los que profesan o practican creencias y costumbres “mal vistas” por el conservadurismo, como los gays, las lesbianas, los antiuribistas vergonzantes, muchos ecologistas, los comunistas de corazón y así “subversivamente”», expresa Vladdo.
Todo hace parte de la controversia entre creyentes y no creyentes, que siempre ha habido en la historia de la humanidad, en algunos sitios con más intensidad que en otros.
Abad admite que la controversia sobre un dios enfrentará a los fanáticos, sean creyentes o no creyentes, como ocurre en Afganistán y en Corea del Norte, como sucedió en la Unión Soviética de Stalin y en China durante la revolución cultural.
«Yo soy un ateo manso y poco militante. Creo que todos debemos poder creer o no creer libremente», concluye el escritor.



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