Creer en los médiums
Por Umberto Eco
Si vuestra situación económica no es satisfactoria y queréis cambiar de trabajo, el oficio de vidente es uno de los más lucrativos y (contrariamente a lo que podáis pensar) de los más sencillos. Basta con tener ciertas dosis de simpatía, una mínima capacidad para entender a los demás y cierta falta de escrúpulos. Pero aun sin poseer estas cualidades, la estadística siempre trabaja a vuestro favor.
Intentad el siguiente experimento: acercaos a una persona cualquiera, incluso elegida al azar (aunque siempre ayuda que la persona esté predispuesta a comprobar vuestras facultades paranormales). Miradla a los ojos y decidle: «Siento que alguien está pensando intensamente en usted, es alguien a quien no ve desde hace muchos años, pero que en otro tiempo amó muchísimo, sufriendo porque no se sentía correspondido... Ahora esta persona se está dando cuenta de lo mucho que le ha hecho sufrir, y se arrepiente, aunque comprende que es demasiado tarde...». ¿Hay alguien en el mundo, a no ser un niño, que no haya tenido en el pasado un amor desgraciado, o al menos no suficientemente correspondido? Veréis como vuestro interlocutor será el primero en ayudaros y en colaborar, diciéndoos que ha identificado a la persona cuyo pensamiento estáis captando con tanta nitidez.
También le podéis decir a un individuo: «Hay una persona que lo infravalora, y va hablando mal de usted, pero lo hace por envidia». Es muy difícil que ese individuo os responda que es admiradísimo por todo el mundo y que no tiene ni idea de quién es esa persona. Más bien estará dispuesto a identificarla inmediatamente y a admirar vuestras capacidades de percepción extrasensorial.
O bien afirmad que podéis ver junto a vuestros sujetos los fantasmas de sus seres queridos desaparecidos. Acercaos a una persona de cierta edad y decidle que veis junto a ella la sombra de una persona anciana, que murió del corazón. Cualquier individuo vivo ha tenido dos padres y cuatro abuelos y, si tenéis suerte, incluso algún tío o padrino o madrina queridísimos. Si el sujeto tiene cierta edad es muy fácil que esos seres queridos estén ya muertos, y de un mínimo de seis difuntos forzosamente ha de haber uno que haya muerto por insuficiencia cardíaca. Si no tenéis suerte, como habréis tenido la prudencia de abordar al sujeto entre otros también interesados en vuestras virtudes paranormales, decid que tal vez os habéis equivocado, que el que veis quizá no es un pariente de vuestro interlocutor, sino de alguna otra persona que está cerca. Es casi seguro que uno de los presentes empezará a decir que se trata de su padre o de su madre, y en ese momento ya lo tenéis, podéis hablar del calor que emana esa sombra, del amor que siente por el o la que ya está dispuesto a dejarse convencer de lo que sea...
Los lectores astutos habrán identificado las técnicas utilizadas por algunos personajes carismáticos que aparecen incluso en programas de televisión. No hay nada más fácil que convencer a un padre que acaba de perder al hijo, o que llora aún la muerte de la madre, o del marido, de que aquella alma de Dios no se ha disuelto en la nada y que todavía manda mensajes desde el más allá. Insisto, hacer de médium es fácil, el dolor y la credulidad de los otros trabajan a vuestro favor.
A menos, naturalmente, que haya por allí cerca una persona del CICAP, el Comité Italiano para el Control de las Afirmaciones sobre los Fenómenos Paranormales, sobre el que podéis encontrar más información en www.cicap.org, o leyendo la revistaScienza & Paranormale
Los investigadores del CICAP van a la caza de fenómenos que pretenden ser paranormales (desde los poltergeist a la levitación, de los fenómenos de médiums a los círculos en los campos de trigo, de los ovnis a la rabdomancia, sin olvidar fantasmas, premoniciones, tenedores que se doblan con la fuerza de la mente, lecturas del tarot, vírgenes que lloran, santos con estigmas, etc.) y desmontan su mecanismo, muestran el truco, explican científicamente lo que parece ser milagroso, a menudo reconstruyen el experimento para demostrar que, conociendo los trucos, todo el mundo puede convertirse en mago.
Dos sabuesos del CICAP son Massimo Polidoro y Luigi Garlaschelli, que ahora publican conjuntamente (aunque recogiendo textos de otros colaboradores del CICAP) Investigatori dell'occulto. Dieci anni di indagine sul paranormale (Avverbi, Roma), en el que (si no sois de los que lloran cuando descubren que Papá Noel no existe) leeréis muchas historias divertidas.
Pero dudo a la hora de hablar de diversión. El hecho de que el CICAP tenga tanto trabajo significa que la credulidad está más extendida de lo que creemos, y a fin de cuentas de este libro circularán unos miles de ejemplares, mientras que cuando Rosemary Altea aparece en televisión jugando con el dolor ajeno, la ven millones y millones de personas. ¿A quién se le puede reprochar diciendo que así se deseduca a la gente? La audiencia es la audiencia.
El autor
Umberto Eco (Alessandría 1932) es catedrático de Semiótica y director de la Escuela Superior de Estudios Humanísticos de la Universidad de Bolonia. Conferenciante, articulista, novelista... es uno de los intelectuales europeos más prestigiosos. Su obra ensayística cimentó su prestigio como destacado pensador atento a la actualidad. Entre sus ensayos más destacados, podemos encontrar las obras Apocalípticos e Integrados (1965), Tratado de semiótica general (1975), Lector in fabula(1979) Semiótica y filosofía del lenguaje (1984) y Los límites de la intepretación (1990). Eco se inició como narrador en 1980 con El nombre de la rosa y El péndulo de Foucault, entre otras novelas que le han granjeado miles de lectores en todo el mundo.
El texto es un fragmento del libro de Umberto Eco: A paso de cangrejo. Artículos, reflexiones y decepciones 2000-2006. Trad. de María Pons. Editorial Debate. Barcelona 2007. 496 páginas. 24,90 euros.
Publicado con autorización.
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