jeudi 29 mars 2012



Discurso pronunciado con motivo de la visita del Papa al Reino Unido y publicado enThe Guardian.



¿Debería Joseph Ratzinger haber sido recibido con la pompa y ceremonia que merece un jefe de Estado? No. Como ha mostrado Geoffrey Robertson, la pretensión de la Santa Sede de ser considerada como estado soberano se basa en un pacto fáustico por el cual Benito Mussolini entregó 3 kilómetros cuadrados del centro de Roma a cambio de que la Iglesia apoyara su régimen fascista. Nuestro gobierno aprovechó la ocasión de la visita del Papa para anunciar su intención de «hacer la obra del Señor». Como señaló un amigo mío, presumiblemente deberíamos esperar una inminente entrega de Hyde Park al Vaticano, para cerrar el trato.
Entonces, ¿se debería haber recibido a Ratzinger como cabeza de una Iglesia? Desde luego que si los católicos, como individuos, quieren pasar por alto sus muchas transgresiones y extenderle una alfombra roja para que la pisen sus elegantes zapatos rojos, muy bien. Pero que no nos pidan a los demás que paguemos por ello. Que no se le pida al contribuyente británico que subvencione la misión propagandística de una institución cuya riqueza se mide en decenas de miles de millones; una riqueza a la cual el adjetivo «mal habida» le viene como anillo al dedo. Y que nos ahorren el espectáculo nauseabundo de la Reina, el Duque de Edimburgo y los diversos tenientes y demás dignatarios deshaciéndose en adulaciones y lisonjas como si se tratara de alguien a quien debiéramos respetar.
Al predecesor de Benedicto, Juan Pablo II, algunos lo respetaban como hombre virtuoso. Pero nadie podrá calificar a Benedicto XVI de virtuoso sin que le dé la risa. Este individuo de mirada lasciva será cualquier cosa, pero no es virtuoso. ¿Es un intelectual? ¿Un erudito? Eso se afirma con frecuencia, pero no está nada claro qué significa erudición cuando se trata de teología. Nada respetable, desde luego.
El pequeño detalle desafortunado de que Ratzinger estuviera en las juventudes hitlerianas ha sido objeto de una moratoria ampliamente respetada. Yo también la he respetado, hasta el momento. Pero después del escandaloso discurso del Papa en Edimburgo, en el que hizo al ateísmo responsable de Adolf Hitler, no puedo evitar la sensación de que ya todo vale en este combate. ¿Oyeron ustedes lo que dijo?

«Incluso en nuestra propia generación, podemos recordar como Gran Bretaña y sus líderes se enfrentaron a la tiranía nazi que pretendía erradicar a Dios de la sociedad y le negaba a muchos la naturaleza humana, especialmente a los judíos . . . Es aleccionador reflexionar sobre el extremismo ateo del siglo XX . . . ».

Es como para cuestionarse las dotes de relaciones públicas de los asesores que dieron por bueno ese párrafo. Pero claro, se me olvidaba, su asesor jefe es ese cardenal que echa un vistazo a los funcionarios de inmigración en Heathrow y llega a la conclusión de que debe haber aterrizado en el Tercer Mundo. Al pobre hombre sin duda le prescribieron una arroba de ave marías, además de su repentino ataque de gota diplomática.
En un primer momento me sentí molesto por el miserable ataque del Papa a los ateos y laicistas, pero luego lo vi como reconfortante. Sugiere que los hemos sacudido tanto que se ven obligados a insultarnos, en un desesperado intento por desviar la atención del escándalo de la pederastia.
Probablemente sería mucho pedir el esperar que Ratzinger, a los 14 años, hubiera calado a los nazis. Como católico devoto, le habrían inculcado, junto con el catecismo, la execrable idea de que todos los judíos son responsables de la muerte de Jesús, la calumnia de los asesinos de Cristo que no fue repudiada hasta el Segundo Concilio Vaticano (1962-1965). La mentalidad católica alemana de la época aún estaba empapada del antisemitismo de siglos.
Hitler era católico. O en cualquier caso igual de católico que los 5 millones de personas de este país considerados católicos. Hitler nunca renunció a la fe bautismal católica, y ese sin duda es el criterio en que se basa el recuento de los supuestos 5 millones de británicos católicos. O una cosa o la otra. O bien tenemos a 5 millones de británicos católicos, y entonces también tenemos a Hitler. O bien Hitler no era católico, y entonces hay que dar una cifra honrada del número de auténticos católicos en Gran Bretaña a día de hoy; el número de los que realmente creen que Jesús se convierte en una oblea, como probablemente cree el ex profesor universitario Ratzinger.
En cualquier caso, es seguro que Hitler no era ateo. En 1933 afirmó que había «erradicado el ateísmo», tras prohibir la mayoría de las organizaciones ateas alemanas, incluida la Liga alemana de librepensadores, cuyo edificio convirtió en una oficina de información para asuntos eclesiásticos.
Como mínimo, Hitler creía en una «Providencia» personificada, probablemente similar a la Divina Providencia invocada por el arzobispo de Munich en 1939, cuando Hitler salió indemne de un intento de asesinato y el arzobispo ordenó un Te Deum especial en la catedral de Munich: «Para dar gracias a la Divina Providencia en el nombre de la archidiócesis por la afortunada escapatoria del Führer».
Tal vez nunca lleguemos a saber si Hitler identificaba su «Providencia» con el Dios del cardenal. Pero no cabe duda de que conocía a su electorado, mayoritariamente cristiano, los millones de buenos cristianos alemanes que llevaban en sus hebillas la inscripción «Gott mit uns» («Dios con nosotros»), los que le hicieron a él el trabajo sucio. El conocía la base que le apoyaba. Hitler seguro que «hizo la obra del Señor». Lo que sigue es un extracto del discurso que dio en Munich, el corazón de la Baviera católica, en 1922:

«Mis sentimientos como católico me dirigen hacia mi Señor y Salvador como un luchador. Me llevan a un hombre que una vez, en su soledad, rodeado por unos cuantos discípulos, reconoció a estos judíos como lo que eran e hizo un llamamiento a los hombres para que lucharan contra ellos, un hombre que, es la verdad divina, sobresalió más como luchador que como persona que sufre. Pleno de amor como cristiano y como hombre, leí el pasaje que nos narra cómo el Señor al final se creció en su poder y expulsó del templo a las víboras. Qué terrible fue su lucha contra el veneno judío. Hoy, 2000 años después, con honda emoción, reconozco con mayor profundidad que nunca jamás que fue por esto por lo que Él vertió su sangre en la cruz».


Este no es más que uno de los muchos discursos y pasajes de Mein Kampf en los que Hitler invoca su fe cristiana. No es pues de extrañar que fuera tan bien recibido por la jerarquía católica de Alemania. Y el predecesor de Benedicto, Pío XII, no está libre de culpa, como demostró el escritor católico John Cornwell en su desolador libro Hitler’s Pope (El Papa de Hitler).
Sería poco amable insistir más en este punto, pero el discurso de Ratzinger el jueves pasado en Edimburgo fue tan ignominioso, tan hipócrita, tan evocador de quien tira piedras sobre su tejado, que me sentí obligado a responderle.


Incluso si Hitler hubiera sido ateo (como lo fue sin duda Stalin), ¿cómo se atreve Ratzinger a sugerir que el ateísmo guarda relación con sus terribles crímenes? No, no hay relación alguna, como tampoco están relacionados con el hecho de que ni Hitler ni Stalin creyeran en duendes ni en unicornios. Tampoco tiene nada que ver que llevaran bigote, al igual que Francisco Franco y Saddam Hussein. No hay ninguna conexión lógica entre el ateísmo y la maldad.
A menos, claro está, que uno esté inmerso en la vil obscenidad que constituye el núcleo de la teología católica. Me estoy refiriendo (y le debo este punto a Paula Kirby) a la doctrina del pecado original. Estas personas creen, y se lo enseñan a los niños pequeños, al mismo tiempo que les hablan de las aterradoras mentiras del infierno, que todos los bebés nacen «en pecado». Se trata, por cierto, del pecado de Adán; de ese Adán que, según admiten ahora, jamás existió.
El pecado original significa que, desde el momento de nuestro nacimiento, somos malvados, corruptos, estamos condenados. A menos que creamos en su Dios. O a menos que nos cuelen lo del palo del infierno y la zanahoria del cielo. Esta, señoras y caballeros, es la repugnante teoría que les lleva a concluir que fue el ateísmo lo que convirtió en monstruos a Hitler y Stalin. Todos somos monstruos salvo que Jesús nos redima. Que teoría más vil, depravada, inhumana en la que basar nuestra vida.
Ratzinger es un enemigo de la humanidad.
Es un enemigo de los niños, de cuyos cuerpos ha permitido que se abuse, y cuyas mentes él ha animado a infectar de culpabilidad. Es vergonzosamente patente que la Iglesia está menos preocupada por proteger a los cuerpos de los niños de quienes abusan de ellos que por salvar a los sacerdotes del infierno; y lo que más le preocupa es salvar la reputación a largo plazo de la propia Iglesia.
Es un enemigo de los homosexuales, a quienes trata con la intolerancia fanática que la Iglesia antes reservaba para los judíos.
Es un enemigo de las mujeres, a quienes mantiene alejadas del sacerdocio como si el pene fuera una herramienta esencial para el ejercicio de los deberes pastorales. ¿A qué otro patrón se le permite una discriminación en razón del sexo cuando se trata de un empleo que es evidente que no requiere ni fuerza física ni ninguna otra cualidad que pudiera atribuirse en exclusiva a los varones?
Es un enemigo de la verdad, difundiendo mentiras flagrantes como que los preservativos no protegen del SIDA, especialmente en África.
Es un enemigo de los más pobres del planeta, a quienes condena a tener grandes familias que no pueden alimentar, manteniéndolos así esclavos de la pobreza perpetua. Una pobreza que encaja mal con la obscena riqueza del Vaticano
Es un enemigo de la ciencia, pues pone impedimentos a la investigación con células madre, basándose, no en cuestiones morales, sino en supersticiones pre científicas.
A un nivel menos serio, desde mi punto de vista, Ratzinger incluso es enemigo de la propia Iglesia de la Reina, pues respalda de forma arrogante a un predecesor que calificó las órdenes anglicanas como «absolutamente inválidas y totalmente vacuas», a la vez que intenta, descaradamente, arrebatarle curas anglicanos para reforzar su propio clero, en penoso declive.
Por último, y lo que a mí personalmente quizá me preocupe más, es un enemigo de la educación. Dejando de lado el daño psicológico de por vida, causado por la culpabilidad y el miedo, que tan mala fama le ha dado a la educación católica en todo el mundo, él y su Iglesia promueven la doctrina, perniciosa para la educación, de que la evidencia representa una base menos fiable para la creencia que la fe, la tradición, la revelación y la autoridad– su autoridad.


Richard Dawkins
Traducción de Anahí Seri 

mardi 27 mars 2012

PERCHÉ DOBBIAMO COMBATTERE LE RELIGIONI
O meglio: Perchè combattere le Istituzioni religiose
1) Per le loro pretese egemoniche e totalizzanti:
Tutte le Religioni sono imposte in modo capzioso fin dalla più tenera età, prima in famiglia e poi peggio ancora con la catechesi. Poi, tramite Tv e stampa, invadono pesantemente il quotidiano di tutti indistintamente come un macigno, per cui è difficile sottrarsi alla loro influenza, specialmente quando non si è sufficientemente acculturati. Non è un caso che ogni popolo o gruppo sociale ha la sua religione. Così non è difficile sostenere che un cattolico, in Inghilterra sarebbe un protestante, un mussulmano in Iran, un buddista in Tibet, un induista in India, un animista in Africa... Fra l'altro l'ora di religione nelle scuole pubbliche e l'ostentazione del crocefisso in tutti i luoghi pubblici rappresentano una chiara violazione del principio di neutralità di uno Stato Laico e una mancanza di rispetto delle minoranze.
2) Perché sono delle confessioni integraliste:
Ogni religione si ritiene depositaria del mandato divino e quindi ciascuna l'unica portatrice della "Verità". Questo atteggiamento genera incomprensioni e diffidenze verso altri popoli e crea il presupposto di conflitti e guerre con altri popoli che professano altre religioni. Ogni verità dovrebbe considerarsi falsificabile, cioè suscettibile di verifiche e ripensamenti. Solo a queste condizioni è possibile il dialogo con altre culture, filosofie e modi di vivere.
3) Perché ostacolano le libere scelte individuali:
Ricordiamo che la Chiesa Cattolica è contraria ai rapporti sessuali fuori del matrimonio, all'uso dei contraccettivi, alla pillola del giorno dopo, all'aborto, al divorzio, al riconoscimento formale delle convivenze di fatto, all'eutanasia passiva, a quella attiva volontaria. L'etica individuale e quella sociale di un popolo o gruppo sociale sono dei valori da costruire sulla base di situazioni particolari in cui vengono a trovarsi i soggetti e senza pregiudizi o imposizioni od ostacoli di carattere fideistico e dogmatico.
4) Perché ostacolano il progresso culturale e scientifico:
Da sempre la Chiesa Cattolica ha ostacolato il sapere e la ricerca scientifica soprattutto perché mette in discussione i suoi principi, i suoi dogmi e il suo potere costruito su tradizioni schiaviste. Tra le sue avversioni che ha sconcertato di più, è quella che riguarda lo studio e la pratica della medicina. Infatti giudicò immorale lo studio dell'anatomia e peccatori i medici che lo facevano, perché comportava sezionare i cadaveri. Giudicò immorale la vaccinazione e peccatori i medici che la facevano, perché comportava inoculare fluidi animali nel corpo a immagine di Dio. Giudicò immorale il trapianto di organi e peccatori i medici che lo facevano, perché comportava introdurre in un corpo organi afferenti all'anima di un altro corpo. Gli strali della chiesa ieri si sono rivolti contro Galileo, Darwin, Freud, Victor Ugo, Moravia, il modernismo, oggi contro la ricerca sulla clonazione ad uso terapeutico e la procreazione medicalmente assistita. La Chiesa fondamentalmente resta ancorata al passato ostacolando le nuove esperienze di vita e speculando sull'ignoranza, come tutte le altre religioni.
5) Perché pongono l'accettazione del dolore e la rassegnazione come viatici per la salvezza:
Tutte le religioni predicano l'ubbidienza, il sacrificio, l'umiltà e la rassegnazione, cioè il suicidio delle coscienze individuali. Praticamente dice: poveri rassegnatevi e non lamentatevi, non protestate. Non è questo il modo per superare difficoltà e sofferenze, ma ricercando nuove opportunità, utilizzando conoscenze ed esperienze del passato, senza per questo affidarsi a facili illusioni. In fondo la Chiesa come tutte le altre religioni ha sempre speculato sul dolore.
6) Perché fanno del terrorismo ideologico:
Raccontando ai bambini la favola del Paradiso per i buoni-ubbidienti e dell’Inferno eterno per i cattivi-disubidienti, non fanno altro che terrorizzarli. Fra l’altro solo delle menti profondamente malate potevano immaginare delle cattiverie e crudeltà così perverse. Per mitigare queste, hanno poi inventato il Purgatorio, così per salvarsi si può anche peccare purché poi pentirsi. C’è da aggiungere che il successo delle religioni è dovuto proprio al terrore che incute l’idea dell’inferno eterno inculcata nelle menti dei fanciulli quando essi non hanno ancora messo in atto delle difese psicologiche: così quell’idea resta impressa in modo indelebile e difficilmente rimovibile. E’ indubbio pure che senza quell’idea terroristica crollerebbe tutta la architettura ideologica del castello di carte delle religioni. La stessa Bontà Divina poi diventa possibile solo dal fatto che si può essere risparmiati da queste pene eterne a condizione di una sottomissione completa ai dettami Divini, che in ultima analisi sono quelli delle gerarchie ecclesiastiche delle rispettive Religioni.
E' indubbio che in questo modo si deresponsabilizza l'individuo di fronte alla sua comunità e ne fa un debole alla mercè di chi poi sfrutta i suoi bisogni e le sue debolezza, fra cui maghi, fattucchieri e imbroglioni vari e infine la stessa Chiesa. Perché poi meravigliarsi di Wanni Marchi? Questo vale anche per la religione buddista, anche se non crede in un Dio creatore.
Si dice che l'uomo non è un animale e quindi deve imparare a controllare i suoi istinti primordiali. D'accordo. Ma questo non significa reprimerli come pretenderebbero tutte le religioni. In effetti poi questa repressione va a cadere soprattutto sui più deboli, i più indifesi e i meno abbienti, perché poi gli altri, godendo di maggiori libertà, hanno modo di fare più liberamente le loro scelte. Sicché possiamo facilmente constatare che divi, uomini facoltosi e importanti passano facilmente da una convivenza ad un'altra, da un matrimonio ad un altro con estrema disinvoltura, anche se poi si schierano ipocritamente per opportunismo, a fianco della Chiesa e contro atei e liberi pensatori nella lotta sui principi etici.
Una società civile ha bisogno di cittadini responsabili nei confronti di uno Stato e della sua comunità di appartenenza. Ciò comporta dei doveri da parti dei singoli cittadini, ma anche dei diritti giuridici e sociali nei loro confronti: questo è il solo modo per consentire un vivere in armonia con gli altri, ma anche per scoraggiare e prevenire ogni forma di delinquenza.
7) Perché ostacolano la crescita psicologica dell'individuo:
Tutte le religioni predicando una morale contro natura, generano conflitti negli animi di bambini e credenti. Per placare poi tali conflitti, essi sono costretti ad affidarsi ai preti, dai quali poi si viene a creare una dipendenza psicologica. In questo modo si rende problematica un'autonoma e responsabile determinazione delle coscienze umane.
8) Perché creano conflitti interiori.
LA CHIESA POI:
a) Invoca le radici cristiane degli Italiani:
Le nostre tradizioni sono un insieme di culture tra cui quelle delle lotte contro l'oscurantismo religioso e di tutti quei movimenti popolari d'ispirazione marxista e socialista per le rivendicazioni sociali dei lavoratori. Fra l'altro il cristianesimo è intriso di falsi valori quali l'autoritarismo, il maschilismo, la sessuofobia, l'omofobia. E' stata contro il progresso scientifico, contro le operazioni chirurgiche, contro l'istituzione della scuola pubblica, contro l'emancipazione della donna, contro la libertà sessuale. Semmai le radici cristiane costituiscono dei motivi di aspra critica di biasimo, di cui i credenti si dovrebbero vergognare soprattutto se si pensa alle persecuzioni e alle scomuniche con le loro centinaia di migliaia di vittime della fede cristiana nella sua "gloriosa" bimillenaria storia, verso i pagani, gli indigeni nelle missioni di "evangelizzazioni", gli "infedeli" nelle Crociate, gli eretici, gli atei, gli ebrei, i cristiani non cattolici, le "streghe"… Ed è troppo facile che il Papa invochi il perdono senza il dovuto risarcimento dei crimini commessi e senza mettere da parte la propria egemonia. Per questi motivi, siffatto perdono si configura come una messa in scena, tanto per gettare fumo negli occhi.
b) Dichiara di predicare l'amore e la concordia tra gli uomini:
Ma a questo fine non servono le prediche. La pace fra gli uomini si conquista attraverso la lotta tra le diverse forze sociali in campo.
Si afferma che Gesù ha portato un nuovo Vangelo, quello dell'amore universale. Sembrerebbe una rivoluzione sociale. Ma così non è se si lascia il diritto di sfruttare i più bisognosi e meno abbienti. Messaggi del tipo "beati i poveri, perché di essi è il regno dei cieli", "porgi l'altra guancia", "beati gli ultimi perché essi saranno i primi" sono i veri messaggi del cristianesimo ed implicano una accettazione passiva della propria condizione di vita "per nascita". Anzi ne esaltano gli aspetti negativi (povertà, dolore, soprusi subiti) ponendoli su un piano di ineluttabilità (la famosa "valle di lacrime", ed il celeberrimo "passaggio verso un mondo migliore"). Ma qual è lo scopo di questi messaggi? E' la possibilità di gestire le masse dei poveri, dei deboli e degli schiavi dando loro in cambio un sogno che si realizzerebbe solo dopo la morte e solo dopo una vita passata a non ribellarsi al potere; è quello di rendere i cittadini sudditi docili come cagnolini ammaestrati alla mercé di potenti e padroni, e pronti a strisciare per ottenere i più elementari diritti vitali. In definitiva questi messaggi ostacolano l'emancipazione dalla schiavitù e dal servilismo. Con questo amore universale si pretenderebbe che uno sfruttato, un oppresso debba accettare, amare il proprio sfruttatore e oppressore. Così questo precetto ha lo scopo di codificare la schiavitù/servitù senza la necessità di doverla imporre con la forza. Ancor peggio se si aggiunge “porgi l'altra guancia”.
Non a caso i rappresentanti dei regimi più retrivi e conservatori dichiarano di ispirarsi ai principi religiosi, salvo poi calpestarli palesemente per difendere, di fatto, il loro potere e i loro privilegi. In questi casi trovano sempre il pretesto per giustificare le loro azioni, come nel caso ultimo dell'aggressione all'Iraq con la quale si sta imponendo il dominio dell'imperialismo Usa. Con le guerre non si costruisce nulla, si troncano vite umane (40 milioni nell'ultima guerra mondiale), si distruggono cose e risorse naturali che potrebbero essere impiegate meglio per il bene dell'umanità. Le armi servono solo per imporre un dominio su altri. Rappresentano un modo rozzo, incivile, irrazionale per risolvere le controversie tra gli umani. Meno che mai si dovrebbero usare in nome di un Dio o con la benedizione di ministri di Dio, come è successo quando i soldati italiani sono partiti per l'Iraq.
c) Dichiara di schierarsi dalla parte dei poveri e degli oppressi:
Ma solo a parole, tanto per gettare fumo negli occhi, nei fatti poi si allea con privilegiati, potenti e governanti, dai quali poi ottengono sovvenzioni e riconoscimenti di ogni natura.
d) Dichiara di fare la beneficenza e la carità:
Questo è solo fumo e poco arrosto. Infatti, solo una piccola parte di questi fondi raccolti per tale scopo va a finire ai destinatari. E poi l'uomo non ha bisogno della carità cristiana, ma del pieno riconoscimento politico dei suoi diritti naturali. Così la religione diventa il pretesto per mettere quest'ultimi in secondo piano o per accantonarli.
e) Dichiara di essere una consolazione per gli afflitti e i diseredati:
Ma proprio questo va evitato. I mali, le inquietudine, le sofferenze dovrebbero essere risolti a monte ed in modo razionale e scientifico con la partecipazione di tutti e di tutti i mezzi che si hanno, messi a disposizione per tutti, ricchi e poveri e senza panacee, suppliche, preghiere, processioni, riti, pellegrinaggi, oboli a preti, santoni e maghi.
f) Si aggiunge che Gesù ha affrontato il calvario della crocifissione per salvare l'umanità
Ma qual è il messaggio a tal proposito? Che la nostra salvezza deve passare attraverso le sofferenze, il sacrificio, le umiliazioni, le ingiustizie sociali. Quindi è un invito ai meno abbienti ad accettare tutte queste cose senza ribellarsi.
g) Dichiara che l'uomo è debole, è imperfetto e che senza l'aiuto di Dio non può vivere una vita felice e salvarsi
Perché poi davvero i credenti vivono una vita felice e piena di soddisfazioni e senza tormenti e conflitti? Non conosco le statistiche a tal proposito. Se qualcuno le conoscesse e me le può comunicare ne sarei grato. Ma da quel che mi risulta personalmente direi poi di no. Comunque io non vorrei mettere sotto processo l'uomo e la sua natura fatta di bisogni e limiti, e che lo rendono vulnerabile e debole. Io dico che sono imperfette queste regole sociali perché non sono fatte a misura per uomini liberi e con pari diritti e dignità, come succede in una famiglia che si rispetti, ma a misura di padroni e schiavi-servi, di padroni che hanno bisogno di sottomettere degli uomini resi schiavi e servi per creare e conservare i loro privilegi. Da una parte si chiedono soprattutto ai meno abbienti cose assurde se non impossibili, comunque difficili da mantenere e poi si colpevolizzano, si processano e si condannano se non rispettano certi divieti. Non è un caso che le religioni di origine giudaiche siano calibrate su misura per società schiaviste e servili.
h) Promette miracoli e il Paradiso:
Intanto bisogna premettere che i miracoli non sono un'esclusiva di nessuna religione. Inoltre:
1) Oggi la scienza riesce a dare una spiegazione scientifica di molti di questi fenomeni. Fra l'altro è stato provato che, dopo interventi chirurgici o autopsie di cadaveri, molte malattie erano recedute spontaneamente e senza che il soggetto ne fosse stato a conoscenza. Quindi si può affermare che i miracoli, se poi veramente sono tali, rientrano nella casistica degli eventi naturali.
2) A conferma della veridicità dei miracoli si chiede sempre conferma alla scienza, come se questa debba saper spiegare ogni cosa, pretendendo così di legittimare un ipotetico intervento divino. In questo modo, fra l'altro, si porrebbe la scienza al di sopra della religione conferendole così il carattere di religione suprema.
3) D'altra parte non si può escludere l'ingenuità, l'errore e malafede di scienziati e preti anche in considerazione degli interessi che girano dietro questi "miracoli". Infatti, se si analizza bene il fenomeno si scopre che dietro girano sempre interessi di singoli e di categorie sociali che lucrano su questi fatti.
4) Infine perché Dio dovrebbe cambiare la sua volontà dietro le suppliche e gli oboli in denaro per favori terreni ed ultraterreni? E' come pretendere che le leggi dell'universo siano cambiate a favore di un singolo postulante. A parte il fatto che a me questo Dio sembra avere più l'aspetto di un avido despota. Infatti, quella di fare facili promesse in cambio di profitti, è la solita politica di tutti i politicanti. Buona per gli ingenui e i creduloni.
Conclusione
In definitiva il credere o il non credere non dovrebbe intendersi come una scelta innocua di vita, come un indifferente opzional, o peggio - secondo i preti - come opera del maligno nel caso dei non credenti e come dono nel caso dei credenti. Bisogna gridare ai quattro venti che le religioni sono un male, sono un misto di ignoranza, dominio, arroganza, paure, superstizioni; sono una vergogna per la dignità dell'uomo, per la sua coscienza, per la sua intelligenza; sono un ostacolo alle libere scelte individuali, al progresso sociale e scientifico. Infine creano insicurezze e difficoltà alla crescita psicologica dell'individuo, poiché fanno del terrorismo ideologico specialmente sui bambini quando si minacciano di castighi terreni ed ultraterreni. In alternativa bisognerebbe proporre una cultura atea, un'etica atea, senza Dio, ma anche senza altri miti sostitutivi, quale il potere, il denaro, il successo, il partito, la scienza, in nome dei quali di volta in volta si massacrano intere popolazioni. In pratica si tratta di accettare l'uomo con tutte le sue passioni, i suoi istinti, le sue capacità, ma anche con tutti i suoi limiti e le sue debolezze, di contro alla pretesa delle religioni di riproporcelo docile e mansueto, in forma idealizzata, come farebbe comodo ai lor signori.
Francesco Lantana